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—Puede dormir en el blanco —dijo ella y miró a Justin, que estaba totalmente agotado—. Ve con Kelly, Justin, él te ayudará a acomodarte, ¿hay algo para comer, Abban? Justin está muerto de hambre.

—Pensamos que no habría mucho tiempo para comer. El personal tiene una cena fría para cualquier habitación que la pida: vino blanco, queso y jamón ; o si sera prefiere...

—Eres un encanto, Abban. —Le palmeó el brazo y cruzó las puertas con cansancio hacia la suite de honor. Abban caminaba a su derecha, Florian a la izquierda y Catlin un poco más atrás cuando pasaron junto a los guardias hacia el gran vestíbulo de entrada revestido de piedra arenisca del Volga—. Te agradezco mucho que te hayas tomado tantas molestias. No era necesario.

—Giraud me pidió que cerrara su oficina y recogiera los documentos personales, y ser Denys ordenó que supervisara a la Seguridad de la Casa, un poco como si fuera Giraud, espero que como trabajo permanente. Forma parte de mi trabajo, nada más.

—Me alegro de que alguien se ocupe de ti. ¿Estás bien, Abban?

Abban contaba más de cien años y había tenido un solo supervisor durante toda la vida. Se sentía muy perdido ahora, pensó ella, con Denys totalmente concentrado en el futuro Giraud. Alguien tenía que tomarlo o darle una cinta Final y un número CIUD, y Abban no estaba preparado para eso. Lo único que había recibido Abban desde la muerte de Giraud parecía ser desprecio por parte de la Familia, responsabilidad por todos los detalles y muy poca piedad por sus sentimientos, y eso enfurecía a Ari.

—Muy bien, sera. Ser Denys me ofreció un lugar en su casa.

—Bien. —Ella estaba sorprendida y aliviada—. Muy buena idea. Estoy preocupada por ti.

—Es usted muy amable, joven sera.

—De verdad que me preocupas. Sé que todo está en orden; el personal se encarga de todo. Ve a descansar un poco.

—Estoy muy bien, joven sera, gracias. Prefiero trabajar. —Se detuvieron ante la puerta del dormitorio principal, una pequeña suite dentro del apartamento y Abban abrió la puerta con el control manual—. Yo me ocupo del personal y me encargaré de las cenas. Florian y Catlin se quedarán con usted en el dormitorio, ¿verdad? Se lo aconsejo.

—Sí. No te preocupes. Está bien. —Abban hubiera preferido que Justin durmiera en el dormitorio azul, pensó ella, al otro lado del apartamento; y seguramente Giraud y por lo tanto, Abban, siempre habían sospechado la existencia de relaciones sexuales entre ellos—. Te lo aseguro, solamente Florian y Catlin. Todo está bien. Tráenos la cena y estaremos bien esta noche.

—Recuerde que hasta el Cuidador es un sistema limitado; hay control manual para la puerta. Por favor, no se olvide de echar la llave.

—Sí —dijo ella. Eso enfurecería a Florian y a Catlin, esa superioridad de Abban, como si ellos todavía fueran menores. Ari sonrió, contenta de que Abban tuviera al menos eso intacto—. Vete, no te preocupes. —Y Abban asintió, se despidió con un cortés «sera» y la dejó con Florian y Catlin.

—Está bien —dijo Florian, precisamente con el grado de incomodidad que ella había imaginado—. Abban, jefe de Seguridad.

La meticulosidad impuesta de Abban enfurecía a Florian; Catlin pensaba que sus recomendaciones eran una pérdida de tiempo y no les prestaba ninguna atención. Esa era la diferencia entre ambos. Ari sonrió, meneó la cabeza y se dirigió a la sala de la suite principal, dio la maleta a Catlin y se dejó caer en una silla anatómica con un gruñido, mientras Florian iba directo al Cuidador a leer las entradas. Abban seguramente lo habría puesto en funcionamiento aquella misma mañana.

—Dios —suspiró Ari, reclinándose en la silla y dejando que se amoldara a su cuerpo con los pies levantados—. ¿Cómo estamos?, ¿algún problema?

—Nada es lo bastante seguro en este lugar —dijo Catlin. Dejó la maleta sobre la mesa vacía, la abrió, apretó un botón y controló el aparato electrónico del interior—. Todo me pone nerviosa. Estaré mucho más tranquila cuando nos vayamos de aquí.

Florian asintió.





—Conectaron el Cuidador a las 1747, y desde entonces solamente ha entrado el personal.

—Se suponía que había que instalarlo a las 1500 —observó Catlin, con un tono de fría desaprobación en la voz.

—Abban lo puso en funcionamiento. —Suspiró—. Probablemente lo volvió a hacer cuando entró. —Dos suspiros—. Se lo preguntaré. Sera, quédese sentada ahí un ratito. Vamos a examinar todo el apartamento.

—Dios —se quejó Ari. Se agachó y se descalzó—. Si hay una bomba, no me importa. Quiero una ducha, quiero mi cena, quiero irme a la cama. No me importa si hay alguien aquí dentro.

Florian rió.

—Tan rápido como podamos —dijo. Dejó el Cuidador, observó las lecturas de Catlin y sacó su propio equipo.

El descuido era la única orden directa que no obedecían. Nunca. Nadie controlaba las residencias de Ari excepto ellos dos, y ésa era la primera norma. Catlin la había formulado hacía años, y todos la seguían respetando. Los inconvenientes que ocasionara no tenían ninguna importancia.

Así que ella se acomodó con las rodillas de lado en la silla y cerró los ojos; todavía veía la urna que entraba en la tierra, la tapa que se cerraba; la cara pálida de Abban; la de Justin, frente a ella en el avión, tan pálido y tan preocupado.

Un día larguísimo. Un día horrible. Corain estaba dispuesto a hacer un trato, pero no se descuidaba; Corain jugaba tan duro y tan sucio como podía. Corain había hablado con Wells en el comité del Departamento y después del receso las preguntas se habían vuelto brutales y detalladas.

¿Cuál es su posición actual en Reseune? ¿Quién lo aprueba?

¿Cuándo fue la última vez que habló con su padre? ¿Cuál era su estado de ánimo?

¿Alguna vez ha seguido un tratamiento por problemas psicológicos? ¿Quién se lo administró?

Tiene un compañero azi, Grant ALX-972. ¿Ha venido con usted? ¿Por qué no?

¿Alguna vez se le ha sometido a procedimientos psicológicos que no haya mencionado antes en este comité?

Justin se había defendido bien; de vez en cuando mentía directa o indirectamente, un abierto desafío a la oposición dentro del Departamento para ver si tenía los votos necesarios para pedir otro psicotest. No los tenían, le había asegurado Ari en el descanso; pero no pongamos eso a prueba, por amor de Dios.

El se había defendido sin interrupción hasta que la voz empezó a fallarle: aunque estaba sereno, los nervios más tranquilos, siempre le pasaba eso, inquieto porque la política le producía destellos, porque su mente veía demasiadas posibilidades en todo y elegía y maniobraba con un registro tan amplio que tenía problemas para decidir dónde estaba lo que pasaba a su alrededor, pero había seguido allí; había encontrado el equilibrio, ella reconoció la respiración breve, la posición de los hombros en cuanto la vio en la cámara de televisión en la habitación contigua, consciente de que súbitamente, el comité estaba tratando con un Justin Warrick que estaba en esa habitación y a la ofensiva.

Bien, había pensado entonces, bien. Creen que pueden empujarlo, acorralarlo. No ha estado ahí hasta este momento. Ahora está donde debe. Es demasiado inteligente para ir hacia Corain. Nunca seguirá a nadie equivocado. No soporta los errores, y me lo dijo bajo kat. «Nadie ayudó a mi padre entonces. Ni uno solo de sus malditos amigos.» Guarda mucho rencor por eso.