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Florian respiró profundo, flexionó una mano aterida y un hombro dolorido.

—Probablemente una célula fotoeléctrica. Altura del suelo y del cuerpo, con un detonador eléctrico, creo yo; esta vez entro yo primero.

La onda expansiva sacudió el autobús; Ari ya se estaba agachando cuando Marco la aferró por el hombro y la aplastó contra el suelo, aunque ella luchó para atisbar cuando el autobús giraba en la curva.

El humo formaba una columna desde la zona de las puertas del Ala de Administración. Ella vio el otro autobús estacionado en la subida. El grupo de uniformes negros hizo un movimiento brusco y conjunto, para correr hacia arriba.

El conductor se detuvo.

Marco la tiró al suelo y se tendió sobre ella.

El aire se conmovió y cascotes arrancados del suelo golpearon las ventanillas.

Florian se levantó, se frotó los ojos y se puso en pie, tambaleándose mientras alguien lo ayudaba, no sabía a ciencia cierta quién, pero era desde atrás, y si lo estaban levantando de nuevo, tenía que ser amigo.

Vio a Catlin por delante en el vestíbulo oscuro, la vio coger una granada y esperar con aquel objeto vivo en la mano, porque alguien como Seely podía vengarse con facilidad.

Después vio que ella lanzaba la granada, pero al mismo tiempo un bulto negro salió por la puerta.

Florian preparó la pistola y disparó, y la granada hizo volar toda la puerta en pedazos. Catlin también había disparado. Después repitió la acción, a ciegas, para asegurarse.

Florian se apoyó en la pared y contuvo el aliento. La red decía que los grupos de los Barracones Verdes habían entrado en Seguridad por los huecos de los ascensores desde el sistema de túneles: un trabajo fácil hasta que llegaron a las trampas y las defensas.

El vestíbulo estaba lleno de humo azulado. Las alarmas de incendio se habían disparado hacía rato.

Catlin volvió caminando hacia él, mientras hacía girar el rifle para cubrir el vestíbulo y él le protegía por la espalda.

—Uno más —dijo ella.

Él asintió.

No estaba contento con éste. Denys había sido bueno con ellos. Recordaba el comedor, recordaba la risa de Denys.

Pero lo que estaba en juego era la seguridad de sera, y sólo experimentó un instante de tristeza.

Catlin lo sintió menos.

Las puertas delanteras estaban en ruinas, el humo todavía salía por ellas cuando Ari bajó del autobús; Florian y Catlin salieron por el umbral hacia ella.

—Denys ha muerto —informó Florian enseguida—. Lo siento, sera. Era una emboscada.

¿Y Seely?

—Muerto —respondió Catlin.

Ari se dirigió al umbral y contempló el vestíbulo. Había cuerpos tendidos bajo las pálidas luces de emergencia y la gran sábana de humo. Había conocido ese lugar desde muy pequeña. Ahora no le parecía real.

Y Denys...

Miró otra vez a los dos azi. La expresión de Catlin era fría, los ojos limpios. Florian parecía más preocupado. Florian, que tenía un poco de sangre corriéndole por la sien y otro poco en la mejilla, sin mencionar lo que había sufrido en Novgorod.

No preguntó nada. No ante testigos.

XVII

El reactor de la corporación Reseune aterrizó con suavidad, frenó y giró hacia la terminal y hacia Descon, hacia el tratamiento especial que recibía cualquier avión que llegara desde el otro continente.

—Tardará un tiempo —informó Justin, con la mano en el hombro de Grant; y podía haberse sentado en la comodidad de la sala honorífica y en la habitación de prensa. Pero prefirió contemplar cómo llegaba el avión a la pista, y observar las ventanillas cuando ya se había detenido. Alcanzaba a distinguir sombras que se movían en el interior, nada más.

Pero una de esas sombras era Jordan, y otra Paul.

Todo está bien, había dicho cuando RESEUNE UNO le había permitido ponerse en contacto con el avión que llegaba, cuando Grant ya estaba en camino hacia el aeropuerto y Reseune se movía para curar las heridas de Justin. No te preocupes. Ya

Pero él sí se preocupaba. Observó las ventanillas sin perder detalle mientras Del con hacía el trabajo, bañando el avión en espuma. El y Grant intercambiaron historias fragmentarias, lo que habían sabido y cuándo, y lo que habían podido entender del proceso.

Se preocupó hasta que las puertas se abrieron y dejaron salir a dos viajeros cansados.

Después de eso, tenían el aeropuerto para ellos solos, había dicho Ari, el tiempo que desearan, y el único autobús indemne les esperaba junto a las puertas para llevarlos arriba por la colina.


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