Добавить в цитаты Настройки чтения

Страница 48 из 86

—Ahí nos dirigimos —dijo Justin—. Hay una pequeña lucha por el poder en este sitio. Ari está coordinando esto a través de los sistemas de la Casa para que no terminemos con Giraud.

—Cosa que deseo fervientemente —dijo Grant con un suspirito tembloroso y Justin le palmeó la rodilla.

—Una bienvenida terrible. Lo lamento.

—Está bien —murmuró Grant, afectado como Justin no lo había visto desde hacía años. Justin le cogió la mano y se la apretó, y Grant se dejó caer contra el respaldo del asiento con un suspiro mientras el autobús empezaba a subir por la colina.

Florian estaba prestando atención a algo que le llegaba por el micrófono del oído izquierdo. Frunció el ceño un tanto, después levantó la mirada.

—Ah. —Un brillo en los ojos, bruscamente, una sonrisa—. Seguridad se ha quejado de que el autobús saliera sin esperar a los demás. Seguridad de la Casa informó que era una solicitud de sera; ser Denys comunicó al sistema que sera tiene suficiente autoridad para llevarse a Grant bajo su custodia. Vamos a pasar muy fácilmente.

—Estamos en problemas —dijo Grant—. ¿Verdad?

—En cierto modo —admitió Justin—. ¿Tuviste problemas en Planys?

—Ninguno. Ni el más mínimo.

—Bien —dijo él y como el conductor azi podía oírlos, no trató de contestar la mirada de Grant.

Las puertas del ascensor los dejaron en la enorme y vacía extensión del rellano exterior de Ari, con maletas y todo, el equipaje del que se habían apropiado Catlin y Florian, y este último habló en voz baja al aire, para avisar a Ari que habían llegado.

La puerta del apartamento se abrió a lo lejos, al otro lado del rellano.

Y Justin tomó a Grant del brazo mientras caminaban.

—Tenemos un problema —dijo ya en la seguridad del vestíbulo privado de Ari—. Giraud va a atacarnos. Iban a hacerte algo, es casi seguro. Tenemos un trato con Ari.

—¿Qué trato?

Él apretó los dedos, una vez, dos veces.

—Aceptar un psicotest. Sólo algunas preguntas. Está bien. Te lo juro.

—¿Lo mismo para ti? —preguntó Grant. Preocupado. Muy preocupado. No era: «¿Estás seguro de que está bien?», sino: «¿Estás bien?»

Justin hizo que Grant se volviera y lo abrazó, un abrazo breve, muy fuerte.

—Está bien, Grant. Ella es nuestra niña, ¿no? No hay juegos ni problemas; nos está protegiendo, nada más. Grant lo miró y después asintió.

—No tengo secretos —dijo. La voz fina, un poco afónica—. ¿Te quedas aquí?

—No —suspiró él—. Ari dice.... dice que la pongo nerviosa. Pero te esperaré fuera. No me iré.





Justin pasaba las hojas de la revista que Florian había pensado en llevarle, la última de Informes del Departamento de Ciencias,en la que conseguía abstraerse de tanto en tanto, pero la física era difícil y la parte de genética era de Franz Ke

No bastaba para captar su atención, desde luego. Hasta las fotos fallaban y él se limitó a leer los títulos, los pies de las fotos y algunos párrafos aislados, en medio de una ansiedad completa. Se limitaba a leer datos y sentir cómo se le retorcía el estómago, una vieja y conocida situación a lo largo de toda su vida: leer informes mientras esperaba un arresto, hacer trabajo de tiempo real o diseño de vida o muerte mientras esperaba la última de las locuras de la Administración sobre si podía, en un mes dado, recibir noticias acerca de la salud de su padre.

Pasó las hojas, adelante y atrás, quedó absorto un momento en un diagrama sobre la geología de Svetlansk y observó las fotos de los escamados muertos. Había algo triste en aquello, aunque significara lugar para plantas verdes, cerdos, cabras y seres humanos. La foto de un ser humano para dar la escala, apenas un enanito, oculto casi junto al bulto medio podrido de un gigante que debía de haber vivido durante siglos, parecía tan cruel como las fotos de la vieja Tierra, los cazadores sonrientes posando junto a pilas de cadáveres, de cráneos de tigres o grandes colmillos de marfil.

Por alguna razón, le rodaron las lágrimas por las mejillas y eso lo asustó. Le dolía la garganta. Por un estúpido escamado muerto. Porque estaba tan nervioso que no podía llorar por Grant. Él lo miraría con curiosidad y le diría: «La contradicción provoca reacciones ¿verdad?»

Se secó los ojos, volvió varias hojas hasta que consiguió calmarse y finalmente, cuando no encontró nada a qué prestar atención, pensó: Dios, ¿cuánto pueden llevar unas pocas preguntas?

La primera Ari hizo los diseños de Grant. Ella tiene acceso a su interior. Tiene todo el manual, como Giraud.

Giraud lo dejó casi muerto.

¿ Tal vez Grant se le ha escapado de las manos?

Me llamaría. Me llamaría, estoy seguro.

Dejó la revista sobre la mesa frente a él y apoyó los codos en las rodillas, se frotó los ojos y cerró las manos detrás, sobre la nuca, para detener un creciente dolor de cabeza.

Supongamos que Jordan le colocó algo profundo. Grant podría recibirlo, podría tomar parte en eso, partirlo...

Jordan no lo haría. Dios, seguramente no.

En el vestíbulo se abrió una puerta; él levantó la vista y oyó la voz de Ari, sus pasos suaves.

Ella salió a la habitación delantera y no parecía nerviosa. Sólo cansada.

—Está durmiendo —anunció—. No hay problema. —Fue hasta el sillón donde él estaba sentado y dijo—: Está totalmente limpio. No pasó nada. Está durmiendo. Estaba preocupado, claro, tiene sus motivos. Estaba preocupado por ti. No voy a pedirte que no lo despiertes, si deseas hacerlo. Pero te dije que está a salvo, que está cómodo. Le voy a dar la cinta a Giraud. Tengo que hacerlo. Giraud está loco a un nivel muy profundo con eso que llama tu influencia. Y ya sabes lo que sospecharía si no se la doy.

—Lo sospechará igualmente. Si esa cinta probara que somos totalmente inocentes, encontraría una razón para no creerlo.

Ella agitó la cabeza.

—¿Recuerdas que le dije a Denys que tengo las notas de trabajo de Ari? Le he asegurado que controlo totalmente la situación, que cuando termine no importará lo que haya o no haya hecho Jordan, que si está preocupado por la influencia Warrick, puede tranquilizarse. Que os estoy trabajando.

Era posible, pensó él; y claro que sonaba lo bastante cierto para formar parte de sus propias preocupaciones y recordarle a Emory totalmente, una capa tras otra de verdad, escondidas en subterfugios y un sentido del humor poco común. Se frotó la nuca y trató de pensar, pero las reflexiones se le escapaban, asustadas, menos la que decía: No hay alternativa posible, esta muchacha es la única fuerza que importa en la Casa; no hay alternativa, no hay alternativa, no hay alternativa.

Además,recordó que había dicho Ari a través de la mesa del desayuno, si tu seguridad está ligada a la mía, no es probable que tu padre haga un movimiento contra Reseune, ¿verdad?

—Quiero decirte una cosa sobre Giraud —continuó ella—. A veces lo odio. A veces casi lo quiero. No alberga ningún sentimiento contra gente que es su enemiga. Lo fascinan los modelos en escala, los microcosmos y los mecanismos científicos. Se considera un mártir. Está resignado a hacer el trabajo sucio y a que lo odien. Tiene muy pocos puntos flacos, excepto su guerra contra tu padre, y hay mucho odio personal en eso; excepto yo misma, yo, porque soy su único trabajo que puede darle un abrazo y devolverle algún sentimiento. Ése es Giraud. Estamos en lados opuestos. No te cuento esto para que le tengas lástima. Quiero que sepas cómo es.