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Era por fin un interludio en todos esos años, un momento en que las cosas no dependían de él.

Pero cuando pensó eso, pensó también: No, no puedo dejar de vigilar. No puedo confiar en nadie. Ni siquiera en Jordan, no tanto.

Entonces, se sintió agotado, como si tuviera la necesidad de irse a cualquier lugar al menos por unas cuantas semanas, y hacer trabajo rutinario bajo las órdenes de alguien, y ser alimentado, y dormir y no tener ninguna responsabilidad.

Pero no podía hacerlo.

Caminó con ellos hasta el apartamento que tenían, y una vez dentro miró a su alrededor. Las cosas son deprimentes allí,había dicho Justin. Muy primitivas.

Ciertamente, no era Reseune. Las sillas eran de plástico y de metal; las mesas, de plástico; toda la decoración era de plástico, excepto un rincón lleno de geranios naturales, bajo la luz, y una pecera, y una amabilidad ineficiente en el lugar que constituía la marca de la residencia de un CIUD, lo que Justin llamaba calor de hogar, y que él mismo definía como la compulsión de los CIUD a coleccionar objetos cargados de flujo y contradicción y llenos de fractales. Un geranio en una maceta representaba los campos al aire libre. Los peces eran movimiento vivo e impredecible. El agua era la sensación de que se podía tener lo necesario para la vida en abundancia; y producía un sonido fractal repetitivo que tal vez resultaba tranquilizador para las mentes no analíticas, acostumbradas al flujo. Y quién sabe qué más. Grant sabía solamente que Justin había dejado que se murieran sus plantas después de la partida de Jordan, pero cuando las cosas empezaron a mejorar, empezó a traer plantas nuevas, que siempre morían y volvían a nacer según el período, según el ánimo contradictorio de Justin.

Las plantas sanas, pensaba Grant, eran buena señal entre los CIUD.

Las cosas parecían seguras aquí, pensó cuando le dio la chaqueta a Paul y dejó que la colgara en el armario, la gente parecía tolerablemente feliz.

Así que los adelantos del mundo, las mejoras que habían hecho un tanto más soportables los últimos dos años, habían llegado a Planys, a pesar de las frustraciones del terror pacifista. De todos modos, hubiera querido que Jordan entendiera, aunque fueran unos pocos, los signos que habían ideado él y Justin para indicar si una cosa era verdadera o no.

Tal vez Jordan captó su nerviosismo, porque lo miró, se rió y dijo:

—Tranquilo. Nos vigilan de vez en cuando. Está bien. ¡Hola, Jean! —saludó, dirigiéndose al techo—. Nos conocemos —explicó después—. Planys es un lugar muy pequeño. Siéntate. Haremos café. Dios, tenemos tanto de qué hablar.

II

Estaba muy solitario, el apartamento sin Grant. Había muchas razones para preocuparse, y Justin juró que no iba a pasarse cuatro días en eso.

Así que leyó un rato, hizo estudio con cinta, sólo una dosis E, un poco de material de la biblioteca. Y leyó otra vez. Ari le había dado una copia del IN PRINCIPIO de Emory, el primero delos tres volúmenes comentados de las notas archivadas de Emory, que el Departamento de Ciencias estaba publicando junto con el Departamento de Información. La obra se vendía a tal ritmo que las prensas no daban abasto en la edición de Cyteen, y ya estaba en camino en varias naves que habían pagado mucho por ella, un paquete de información destinado a varias estaciones que a su vez pagarían la licencia, venderían las ediciones, harían las reimpresiones electrónicamente para su público y venderían los derechos a otras naves destinadas a otras estaciones.

Incluso posiblemente, más que posiblemente, a la Tierra.

Mientras, las cuentas de Reseune apilaban créditos a montones.





Todas las bibliotecas querían una copia. Los científicos del campo la necesitaban. Pero en el mercado general se vendía con una demanda que solamente podía describirse como histeria: un volumen muy pesado, ilustrado, con reseñas tan extensas que había unas tres líneas de las notas de Emory por página y el resto era comentario, redactado por él y por Grant, entre otros; él era JW y Grant era GALX; YS era Ya

Doctor Justin Warrick, decía en letras pequeñas en la lista de colaboradores. Y él, en secreto, como un niño, releía la línea una y otra vez para asegurarse de que era cierto. Grant aparecía como Grant ALX Warrick, E. P.; es decir emeritus psychologiae,lo cual quería decir que era un azi que debería tener un doctorado en psiquiatría, y que lo obtendría automáticamente si se convirtiera en CIUD. Eso satisfacía a Grant más de lo que él mismo estaba dispuesto a reconocer.

Estupideces CIUD, había dicho. A mis pacientes no les interesa.

Pero estaba ahí, en letras de imprenta. Y mientras tanto, el gran público compraba las copias, y había largas listas de espera en las librerías —el Departamento había anticipado mucho interés en las librerías pero nunca había sospechado que el público en general comprara el libro y desde luego no pensaba que se vendería a ese ritmo en un precio de prepublicación de 250 créditos por copia— hasta que finalmente el Departamento de Información, avergonzado, bajó el precio a 120 y después a 75, basado en pedidos previos; y eso trajo una inundación de pedidos en todo el planeta. Había algunas ventas en fichas o en cinta, pero pocas, excepto en las bibliotecas. Los libros, impresos en papel permanente, eran objetos que daban posición social. Uno no podía presumir de un microfilm ante un vecino, claro.

La joven Ari se declaraba totalmente sorprendida por el fenómeno.

La gente sabe que tu predecesora hizo cosas muy importantes, le había dicho Justin. No saben lo que hizo, claro. Es evidente que no pueden entender las notas. Pero sienten que deberían entenderlas. Lo que deberías hacer es escribir un libro con tus propias notas, tu perspectiva al escribir el libro. Las cosas que aprendiste de tu predecesora. Pregúntale al DI si estaría interesado en los derechos de una obra como ésa.

No fue una sorpresa que Información saltara de alegría con la idea.

Ahora Ari se estaba debatiendo con sus propias notas, tratando de darles forma. Y acudía a verlo con: ¿Crees que...? Y a veces solamente para charlar, sobre las notas oscuras, sobre cosas tan llenas de revelaciones como los libros que él se había pasado un año ayudando a comentar con las explicaciones de los principios involucrados en ellos.

Ari había enviado una copia de IN PRINCIPIO a Jordan.

—Porque aparece tu nombre —explicó Ari—. Y el de Grant.

—Si podemos hacerlo pasar —objetó él—. La seguridad de Planys tal vez no lo acepte.

—Entonces lo mandaremos con Seguridad —resolvió ella—. A ver si se atreven a discutir con ellos.

Tenía detalles como ése, atenciones consideradas e inteligentes, siempre. En un año y medio de trabajo en su ala, había cumplido todas sus promesas, les había conseguido un secretario, les había aliviado de la presión que pesaba sobre ellos.

Si algo salía mal o se tambaleaba, Florian aparecía en el teléfono inmediatamente; y si Florian no podía resolverlo, siempre decía: «Espere, ser, sera se ocupará», después de lo cual Ari estaba en la línea con una técnica que variaba enormemente, desde «Tiene que haber un error» a un enfado que los jefes de departamento trataban de evitar. Tal vez era la idea de que Ari recordaría ese enfrentamiento en el futuro. Tal vez, al menos Justin pensaba eso, era porque esa voz podía hablar con tanta suavidad, llegar a una resonancia controlada muy poco común para su edad y después adquirir volumen en una escala que hacía saltar los nervios. Que le hacía saltar a él y le despertaba recuerdos. Pero ella nunca le levantaba la voz, nunca lo atosigaba, siempre decía «por favor» y «gracias», hasta que él descubrió que se sentía dentro de un círculo muy seguro, y que realmente le gustaba el lugar donde trabajaba, con un miedo leve, inquieto por estar perdiendo la capacidad de mantenerse alerta, por preocuparse menos, estar menos a la defensiva, por confiar demasiado en las promesas de Ari.