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El tren de aterrizaje descendió cuando se aproximaron a Planys. Grant miró por la ventanilla mientras los grises azulados y los marrones del Cyteen nativo se deslizaban bajo el ala derecha. Le latía muy rápido el corazón. Le traspiraban las manos y se aferró al asiento cuando las ruedas tocaron el suelo y el avión frenó.

Estaba viajando con Seguridad de Reseune: Seguridad volaba con todos los que entraran y salieran de Planys, según le habían dicho. Pero todavía tenía miedo... miedo de cosas sin nombre, porque su recuerdo de los vuelos en avión estaba relacionado con sospechas, con Winfield y Kruger, con los locos que habían tratado de recondicionarlo y con una pesadilla terrible de los tiempos en que Seguridad lo había sacado, drogado y, casi inconsciente, lo había llevado al hospital y a los psicotests.

Doce horas en el aire, matorrales y luego monotonía sobre un océano interminable en la oscuridad, todo eso de alguna forma lo había tranquilizado. No había querido contarle nada a Justin acerca de la ansiedad contradictoria e irracional que le acompañaba en este viaje. No le había contado nada.

Transferencia, se dijo en tono clínico, una transferencia totalmente típica del tipo psique CIUD. Había depositado toda su ansiedad en la seguridad de Justin en casa, en su propia vulnerabilidad al viajar solo a Planys y en saber que, dijeran lo que dijeran Justin y Jordan, no era él a quien Jordan quería ver en realidad, y el vuelo del avión era una distracción apropiada para todo eso.

El avión descendería sobre el océano. Habría sabotaje. Habría lunáticos que tratarían de dispararle. Los motores se detendrían y estallarían al despegar.

Se había pasado gran parte del vuelo con las manos apretadas contra los brazos del asiento, como si su fuerza pudiera mantener el avión en el aire.

Había estado nervioso en el vuelo cuando tenía diecisiete años, pero entonces no había tenido sudor frío, lo cual demostraba que a medida que transcurrían los años se parecía cada vez más a un CIUD.

Ahora, con las ruedas en el suelo, ya no tenía excusas. Las ansiedades debían aplicarse a lo que realmente correspondía, a encontrarse con Jordan y al hecho de que, aunque era un azi, no sabía qué decirle al hombre a quien en el pasado había llamado padre; al hombre que había sido su supervisor durante toda la infancia, aun cuando ahora fuera algo muy distinto.

La idea de decepcionar a Jordan, de ser esa desilusión, bastaba para hacerle desear que el avión hubiera estallado.

Pero estaba Justin, que lo amaba lo suficiente para darle la oportunidad de ir, que había luchado por eso y lo había apoyado a lo largo de todos los retrasos, las rupturas de comunicación, todo, de modo que cuando apareció de nuevo el permiso de viaje, él pudiera ir primero. Esperaban que hubiera otra oportunidad más adelante. Pero no era seguro, nunca era seguro.

Por favor, le había dicho a Jordan, en la última llamada antes del viaje. Me siento muy incómodo por esta situación. Justin debería ir primero.

Cállate, le había dicho Justin sobre el hombro. Esta vez es tu oportunidad. Habrá otras.

Quiero que vengas, había dicho Jordan. Claro que quiero que vengas.

Y eso lo había afectado demasiado, pensó. Le dolía un poco el pecho. Era un tipo de sentimiento CIUD, pura contradicción, lo cual significaba que debería estar usando cinta profunda y dejar que Justin tratara de sacarle esa ambivalencia antes de que perturbara sus grupos de valores. Pero Justin hubiera discutido con él. Y ese dolor extraño era algo que Grant quería entender. Parecía una ventana abierta hacia la mentalidad CIUD, algo valioso si podía llegar a comprenderlo, valioso para su trabajo, para los proyectos que tenía con Justin. Así que lo dejó seguir y crecer, pensando cuando podía razonar un poco sobre el asunto: tal vez éste sea el otro lado de los lazos de los grupos profundos. O tal vez es sólo flujo de grupos de superficie. Pero ¿podría provocar semejantes reacciones fisiológicas?

El avión entró en la terminal. Justin había dicho que no había tubos para conectar directamente al avión, pero ahí estaban, y había una larga espera mientras limpiaban el avión y sellaban la conexión.

Entonces todos empezaron a levantarse y a ponerse los trajes D, como Justin le había dicho que harían.

Él hizo lo que le indicaba la escolta de Seguridad. Se puso la liviana protección sobre la ropa y avanzó con ellos por el tubo y a través de la terminal hacia Descontaminación. Espuma y otra limpieza y una barrera de seguridad, donde tuvo que sacarse el traje y salir sin tocar el exterior.

En algunos lugares en los que había estado, como en casa de Kruger, si había que hacer una transferencia rápida, uno retenía la respiración, se ponía a salvo, mantenía una máscara de oxígeno en la cara con una mano y se desnudaba con la otra mientras se hacía la limpieza que debía extraer todas las fibras y tirarlas por los desagües.

Planys era tan elaborada que asustaba, una larga serie de procedimientos que le hacían preguntarse a qué estaría expuesto, o si todo aquello era una apariencia para que los habitantes de ese lugar solitario se sintieran más a salvo.

—Por aquí, ser —señaló uno de los agentes de Descon y lo llevó del hombro hasta una pequeña habitación.





Palpación de armas. Él lo esperaba y se desnudó cuando se lo pidieron, y soportó el trámite, con un poco de frío, nervios, pero hasta la gente de Seguridad de Reseune tenía que pasar por ese tratamiento al salir o entrar de Planys. Eso le habían dicho.

Sin mencionar lo que le hacían al equipaje.

—Grant —dijo Jordan, en persona, cuando lo vio en el gran salón.

—Hola, ser. —De pronto formal, tímido, mientras los grupos superficiales le empujaban a acercarse y abrazar a Jordan y los grupos profundos lo reconocían como el supervisor de su infancia, cuando todas las instrucciones procedían de él y él era Dios y el maestro.

Ése era el hombre en que debería haberse transformado Justin, si la rejuv no los hubiera detenido a los dos una década antes.

No se movió. De pronto no podía controlar la situación. Jordan fue hasta él y lo abrazó.

—Dios mío, cómo has crecido —exclamó Jordan, palmeándole la espalda—. El vídeo no revelaba lo alto que eres. ¡Mira qué hombros! ¿Qué estás haciendo? ¿Trabajas en el puerto?

—No, ser. —Dejó que Jordan lo condujera a su oficina, donde esperaba Paul. Paul, que le había curado las rodillas arañadas y también las de Justin. Paul también le abrazó. Después la realidad del lugar donde estaba empezó a entrar en él a través de la contradicción, y él empezó a creer que por fin estaba allí, que le estaban dando la bienvenida, que no había motivo de preocupación.

Pero no había guardias en la oficina. Eso no era lo que le había dicho Justin.

Jordan le sonrió y dijo:

—Enviarán los documentos en cuanto los examinen. Justin me manda el informe, ¿verdad?

—Sí, ser. Claro que sí.

—Me alegro tanto de verte...

—Pensé..., pensé que la seguridad sería más que esto. ¿Nos están vigilando, ser? ¿Qué está pasando?

Ya te dije que aquí todo estaba más tranquilo. Ésa es una de las razones. Ven, vamos a cerrar la oficina. Iremos a casa, cenaremos, no verás tanto lujo como en Reseune, pero tenemos verduras auténticas. He comprado un jamón para celebrarlo. Vino de Pell, no del sintético.

El ánimo de Grant se animó un tanto. Todavía estaba nervioso, pero Jordan se encargaba de todo ahora, pensó; se relajó un poco en la dependencia, de azi a supervisor, cosa que no había hecho con Justin...

... no había hecho con Justin desde que fue al hospital, a recuperarse de los psicotests de Giraud. No lo había hecho nunca desde entonces, porque había sido siempre el guardián de Justin o su compañero.

Era como si dejara de lado años de presión: obedecer una orden de Jordan, abandonarse en la simplicidad azi con alguien en quien confiar, alguien además de Justin que no le haría daño, que conocía el lugar mejor que él y cuyos deseos eran cuerdos y sensatos.