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Busca la palabra pogromo,había indicado Ari en sus notas para ella, y sabrás por qué temo por los azi si la gente averigua demasiado pronto lo que hice.

O demasiado tarde.

No sé lo que hice. Pero los ordenadores de Sociología, en mis tiempos, no podían ver más allá de veinte de nuestras generaciones. Yo sí. Traté de diseñar sistemas logarítmicos, pero no confío en ellos. Los agujeros que hay en mi pensamiento tal vez sean los vacíos que hay en los paradigmas. Esa cosa me escupe «Campo demasiado amplio» cada vez que ejecuto el programa en toda su amplitud.

Y estas palabras ya están empezando a hartarme.

Te voy a decir una cosa: si alguien amenaza con acceder a los ficheros, otra persona quiero decir, hay un programa que los mueve y los ordena bajo otras claves, de modo que parecerán muchos ficheros distintos y el programa mentirá continuamente sobre el alcance de los ficheros y otros datos para que los intrusos se pasen la vida tratando de encontrarlos.

Pero, por Dios Santo, no los uses hasta que estén tirando la puerta abajo: es muy peligroso. Tiene aspectos defensivos.

Ahora voy a darte las palabras clave para desorganizar el sistema.

Tiene tres partes.

Primera palabra clave: el año de tu nacimiento.

Segunda palabra clave: el año del mío.

Tercera palabra clave: aniquilar.

Entonces el programa te pedirá una palabra para reintegrar la Base Uno. Piensa una y no te asustes.

Era un pequeño alivio saber que eso estaba allí. Saber que podía esconder lo que estaba pasando.

Pero ella no hubiera tenido sólo una respuesta en el ordenador para proteger algo tan importante.

No creía que Ari hubiera puesto sólo una.

Se giró en la cama y se removió un poco de nuevo.

Y finalmente dijo:

—Florian...

VII

Ari bajó del avión y avanzó por el largo sendero hasta la terminal para recoger el equipaje. Sólo el portafolios y el portamaletas que llevaban Florian y Catlin.

Otro vuelo nocturno, con escolta. Lo cual era noticia por sí mismo, pero lo único que decía Giraud era «precauciones».

Y lo único que llegó hasta el público fue: «cuarentena justificada».

Había gente que querría filmarla, también. Informaciones Reseune daba algo a la estación Cyteen y la estación lo distribuía por todas partes. Las naves habían partido, todo el comercio de Cyteen se movía de nuevo y el mundo respiraba otra vez.





El mundo no lo sabía todo, pero sentía que las cosas se habían estabilizado un poco. Y era cierto. Los mercados subían, buscando oportunidades, y en cierto sentido estaban aún más saludables que antes, porque el miedo a la guerra había estallado como una burbuja de jabón. Las acciones de Defensa bajaban, claro, pero las inversiones diversificadas estaban bien, las acciones de las naves subían hasta el cielo, el mercado de futuros variaba. El mercado de Cyteen creía de nuevo en la paz después de un gran susto, y había un sentimiento generalizado «antihalcón» según las encuestas de Información, que alentaban a las voces más tímidas a hablar y arrastraban a los indecisos otra vez al campo de la paz.

Después de tres semanas malas, se podía decir que uno deseaba la paz con la Alianza y parecer un moderado responsable, no un universalista que ambicionaba que todos los gobiernos construyeran una capital en las estrellas Hinder, a pesar de que la Tierra tuviera más de cinco mil gobiernos según los últimos cálculos; o un agitador pacifista del tipo de los que habían bombardeado un subte en la hora punta y matado a treinta y dos personas la semana anterior en Novgorod.

La policía tenía miedo de que hubiera algún tipo de relación entre los abolicionistas de Rocher y los pacifistas. Tal vez habían conseguido los explosivos en un robo del campo minero o tal vez los hacían ellos mismos: había posibles vínculos criminales, desde el mercado ilegal de cinta hasta las drogas ilegales o el mercado de cuerpos, y la policía sólo podía con casos marginales, gente sin importancia que los verdaderos criminales usaban para hacer el trabajo y pagar los platos rotos.

El camino familiar del avión a las puertas de la terminal, la alfombra silenciosa y beige hecha con sogas, la imagen de los guardias de Seguridad de Reseune hablando con frases y no con monosílabos y códigos, y moviéndose con libertad porque ahora había algo más que un salto entre un ruido raro y registrar toda la habitación, la hicieron sentir que se derrumbaría allí mismo y dormiría durante una semana, sabiendo que estaba a salvo.

Pero las cámaras la esperaban en la entrada de la terminal. Seguridad reaccionó. Los escasos periodistas que habían conseguido pases la apuntaron con los micrófonos y le preguntaron por qué Giraud se había quedado en Novgorod.

—Todavía tiene que hacer algunas cosas —dijo ella—. Burocracia.

Algunas reuniones secretas, de persona a persona. El personal del secretario Lynch con el personal de Chávez, y eso era un trámite desde Corain, pero por suerte, no era para los periodistas.

—¿Confía en la decisión tomada?

—Creo que todos harán lo correcto ahora. Creo que les hice entender..., que todo estará bien si tratan bien a esa gente.

—A los de Gehe

—Sí, a los de Gehe

Tiempo, ya era hora de calmar la situación; ése era su trabajo y el de Giraud, y el de Harad.

—¿Es cierto el rumor de que existe una base secreta en Gehe

Ella hizo una reacción de sorpresa deliberada.

—Claro que no. No. No hay nada de eso. Puedo decirles algo nuevo: va a haber una declaración oficial mañana por la mañana. Hubo algún manejo ilegal en el aspecto bacteriológico. Fue culpa nuestra. No debería haber pasado. Y no nos beneficia en absoluto que eso vuelva a la superficie otra vez.

Los periodistas se excitaron. Se suponía que tenían que sentirse así. Y era totalmente cierto, era una de las precauciones, la que podían dejar escapar en ese momento y una de las más urgentes.

—¿Qué clase de acción bacteriológica ilegal? —preguntaron.

—Algo diseñado. Virus. No es fatal para los humanos, los que estaban en Gehe

—Una pregunta más. ¿Es cierto el rumor de que el canciller va a proponer conversaciones con la Alianza?

—No puedo hablar de eso. —Gracias a Dios, Catlin la cogió por el brazo y Florian bloqueó a los demás. El personal de Seguridad, los adultos y el personal del tío Denys llegaron hasta ella, Seely vestido de civil, como siempre, y Amy, Sam y Maddy muy cerca, con la bienvenida de la Familia, para sacarla de allí.

La llevaron todo el camino hasta el autobús, donde pudo abrazar a Amy, Maddy y Sam por distintas razones, abrazarlos en serio, porque Giraud le había dicho en secreto que una recepción familiar en el aeropuerto era la única forma de sacarse de encima a los periodistas y regalarle a los de las cámaras la última imagen de interés humano que dejaba el sentimiento adecuado en la mente de todos. En cuanto a quién aparecía en el aeropuerto dependía del tipo de impresión que se quisiera dar.

Así que el tío Denys le envió a los jóvenes, no una recepción oficial, ninguna indicación para el mundo exterior de cuál era la reacción oficial de Reseune, nada de funcionarios administrativos importantes que pudieran ser abordados por los periodistas, sólo un grupito alegre de chicos que se mezclaban con los de Seguridad, sólo la Familia.