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Verso 894: un rey

Durante los primeros meses de la revolución zemblana aparecieron no pocas veces retratos del Rey. De vez en cuando algún entrometido de la universidad dotado de memoria fiel, o alguna de las mujeres de club que andaban siempre detrás de Shade y su excéntrico amigo, me preguntaron con el aire estúpido de saberlo todo que se adopta en esos casos, si alguien me había dicho cuánto me parecía al infortunado monarca. Yo contestaba algo por el estilo de: "todos los chinos se parecen" y cambiaba de tema. Pero un día en el salón del Club de la Facultad donde estaba descansando, rodeado por algunos de mis colegas, tuve que hacer frente a un ataque especialmente incómodo. Un profesor visitante alemán de Oxford exclamó en voz alta y como para sí mismo, que el parecido era "absolutamente inaudito" y cuando le hice notar como de paso que todos los zemblanos con barba se parecen -y que, en efecto, el nombre Zembla, es la corrupción no del zemlyaruso, sino de Semblerland, país de reflejos, de "parecidos"- mi torturador dijo: -¡Ah, sí, pero el Rey Charles no usaba barba, y sin embargo es su misma cara! Tuve (añadió) el honor de estar sentado a unos pocos metros del palco real en el Festival deportivo de Onhava donde fui con mi mujer, que es sueca, en 1956. Tenemos una foto de él en casa, y la hermana de mi mujer conocía muy bien a la madre de uno de los pajes del Rey, una mujer interesante. ¿No ve usted (arrancándole casi la solapa a Shade) la asombrosa semejanza de rasgos… la parte superior de la cara, y los ojos, sí, los ojos, y la curva de la nariz?

- Pero no, señor -dijo Shade, volviendo a cruzar una pierna y agitándose ligeramente en su sillón como era su costumbre cuando se disponía a hacer una declaración-, no hay ningún parecido. He visto al Rey en los noticiarios cinematográficos, y no hay ningún parecido. Los parecidos son las sombras de las diferencias. Personas diferentes ven semejanzas diferentes y diferencias similares.

El bueno de Netochka, que parecía notablemente incómodo durante esta conversación, señaló con su suave voz qué triste era pensar que un "gobernante tan simpático" probablemente hubiera muerto en la cárcel.

Se nos añadió un profesor de física. Era lo que se llama un "Rosado" que creía en lo que creen los Rosados (la educación progresista, la probidad del que hace espionaje a favor de Rusia, las radiaciones causadas sólo por las bombas hechas en los EE.UU., la existencia en el pasado reciente de una Era McCarthy, las hazañas soviéticas, incluido el Dr. Zhivago, y así sucesivamente): -Su pesar es infundado -dijo-. Se sabe que el desconsolado monarca escapó disfrazado de monja; pero lo que le ocurra o haya ocurrido, no puede interesar al pueblo zemblano. La historia lo ha denunciado, y ese es su epitafio.

Shade: -Exacto, señor. A su debido tiempo la historia habrá denunciado a todo el mundo. El Rey quizá haya muerto, o quizá esté tan vivo como usted y Kinbote, pero respetemos los hechos. Sé por él (señalándome) que la tan difundida historia de la monja es una vulgar fabricación pro extremista. Los extremistas y sus amigos han inventado una cantidad de absurdos para ocultar su derrota, pero la verdad es que el Rey salió a pie del palacio, y cruzó las montañas y salió del país, no con el traje negro de una pálida solterona, sino vestido de lana escarlata como un atleta.

- Extraño, extraño -dijo el visitante alemán que por algún capricho de ancestral bosque de los alisos había sido el único en sentir la nota extraña que se había abierto paso y desaparecido.

Shade (sonriendo y masajeándome la rodilla): -Los reyes no mueren… desaparecen solamente, ¿no es cierto, Charles?

- ¿Quién ha dicho eso? -preguntó bruscamente, como saliendo de un trance, el ignorante y siempre suspicaz jefe del Departamento de Inglés.

- Considere mi propio caso -prosiguió mi querido amigo, ignorando a Mr. H.-. Se ha dicho que me parezco a cuatro personas por lo menos: Samuel Johnson; el antepasado del hombre amorosamente reconstruido en el Museo de Exton; y dos personajes locales, uno de los cuales es esa bruja hirsuta y descuidada que distribuye las cucharadas de puré en la cafetería de Levin Hall.

- La tercera en la fila de las brujas -dije con encantadora precisión, y todo el mundo se echó a reír.

- Yo diría más bien -observó Mr. Pardon (historia norteamericana)- que se parece al Juez Goldsworth ("Uno de nosotros", intercaló Shade, inclinando la cabeza), especialmente cuando está verdaderamente furioso contra el mundo entero, después de una buena comida.

- He oído decir -comenzó apresuradamente Netochka- que los Goldsworth se están divirtiendo muchísimo…

- Lástima que no pueda probar mi argumento -murmuró el tenaz visitante alemán-. Si por lo menos tuviéramos una foto aquí. ¿No habría una en alguna parte…?

- Naturalmente -dijo el joven Emerald levantándose.





El Profesor Pardon me habló ahora: -Yo tenía la impresión de que usted había nacido en Rusia, y de que su nombre era una especie de anagrama de Botkin o Botkine.

Kinbote: -Usted me confunde con algún refugiado de Nova Zembla (insistiendo sarcásticamente en "Nova").

- ¿No me ha dicho usted, Charles, que kinbotesignifica regicida en su lengua? -preguntó mi querido Shade.

- Sí, destructor de rey -dije (ansioso por explicar que un rey que oculta su identidad en el espejo del exilio es en cierto sentido exactamente eso).

Shade (dirigiéndose al visitante alemán): -El Profesor Kinbote es autor de una obra notable sobre los nombres de pila. Creo (a mí) que existe una traducción inglesa, ¿verdad?

- Oxford, 1956 -respondí.

- ¿Sabe usted ruso, sin embargo? -dijo Pardon-. Creo que le oí a usted, el otro día, hablando con… cómo se llama… oh, Dios mío (formando laboriosamente el nombre con los labios).

Shade: -Señor, a todos nos cuesta "atacar" ese nombre (riendo).

Profesor Hurley: -Piense en la palabra francesa para "neumático": "pneumatique".

Shade: -Pero señor, mucho me temo que no haya hecho más que pinchar el neumático de la dificultad (riéndose a carcajadas).

- Flatman -ironicé-, sí -continué dirigiéndome a Pardon-, claro que hablo ruso. Comprende, era el idioma elegante par excellence, mucho más que el francés, entre los nobles de Zembla por lo menos, y en la corte. Hoy todo eso ha cambiado, naturalmente. Ahora son las clases más bajas las que tienen que hablar el ruso a la fuerza.

- ¿Y nosotros no estamos también tratando de enseñar el ruso en nuestras escuelas? -dijo el Rosado.

Entre tanto, en el otro extremo de la habitación el joven Emerald había estado platicando con los anaqueles. En ese momento volvía con el volumen T-Z de una enciclopedia ilustrada.

- Aquí está -dijo- ese rey. Pero miren, es joven y apuesto. (Ah, ésa no sirve, gimió el visitante alemán.) Joven, apuesto y con un uniforme de fantasía -continuó Emerald-. Exactamente el maricón de fantasía, en realidad.