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VLADIMIR NABOKOV
Pálido Fuego
Esto me recuerda el grotesco relato que le hizo al Sr. Langton del estado lamentable de un joven de buena familia. "Señor, lo último que he sabido de él es que andaba por la ciudad matando gatos a tiros". Y entonces, en una especie de dulce fantaseo, pensó en su gato favorito y dijo: "Pero a Hodge no lo matarán, a Hodge no lo matarán".
James Boswell, Vida de Samuel Johnson
PRÓLOGO
Pálido Fuego, poema en pareados decasílabos, de novecientas noventa y nueve versos, divididos en cuatro cantos, fue escrito por John Francis Shade (nacido el 5 de julio de 1898, muerto el 21 de julio de 1959) durante los últimos veinte días de su vida, en su residencia de New Wye, Appalachia, EE. UU. El manuscrito, casi todo copia en limpio de la cual el texto que sigue es fiel reproducción, consiste en ochenta fichas de tamaño mediano; en cada una de ellas Shade reservó la línea superior rosada para los encabezamientos (número del canto, fecha) y utilizó las catorce líneas azul claro para trazar con una pluma aguzada y una letra minúscula, pulcra y notablemente clara, el texto de su poema, saltándose una línea para indicar un doble espacio y utilizando una ficha nueva cada vez que empezaba un nuevo canto.
El breve Canto Primero (166 versos) con todos sus divertidos pájaros y parhelios, ocupa trece fichas. El Canto Segundo, preferido de usted, y ese chocante tour de forcé que es el Canto Tercero, tienen la misma longitud (334 versos) y abarcan veintisiete fichas cada uno. El Canto Cuarto es de largo idéntico al Primero y ocupa también trece fichas, de las cuales las cuatro últimas, empleadas el día de su muerte, no son una copia en limpio, sino un borrador corregido.
Hombre metódico, John Shade solía copiar todos los días a medianoche su producción de versos terminados, pero aunque volviera a copiarlos más tarde, como sospecho que hizo algunas veces, ponía en la o las fichas, no la fecha de los retoques finales, sino la del día del borrador corregido o de la primera copia en limpio. Quiero decir que conservaba la fecha de la creación verdadera antes que la correspondiente a la segunda o tercera versión. Justo enfrente de mi domicilio actual hay un parque de diversiones muy ruidoso.
Poseemos, pues, un calendario completo de su trabajo. El Canto Primero fue comenzado en las primeras horas del 2 de julio y terminado el 4 de julio. Shade empezó el Canto siguiente el día de su cumpleaños y lo terminó el 11 de julio. Dedicó otra semana al Canto Tercero. El Canto Cuarto fue comenzado el 19 de julio y como ya se ha dicho, el último tercio de su texto (versos 949 a 999) es un borrador corregido. Su apariencia es sumamente desprolija por la proliferación de tachaduras devastadoras y de inserciones cataclísmicas, y no sigue las líneas de la ficha con tanto rigor como la copia en limpio. En realidad, en cuanto uno se zambulle y se esfuerza por abrir los ojos en las límpidas profundidades que hay bajo su confusa superficie, se vuelve maravillosamente preciso. No hay verso con lagunas ni de lectura dudosa. Esto bastaría para demostrar que los cargos hechos (el 24 de julio de 1939) en una entrevista acordada a la prensa por uno de nuestros shadeanos confesos -quien afirmó, sin haber visto el manuscrito del poema, que "consiste en borradores desarticulados, ninguno de los cuales constituye un texto definido"- son una invención malévola de aquellos que desearían no tanto lamentar el estado en que quedó interrumpida por la muerte la obra de un gran poeta, como denigrar la competencia y quizá la honestidad dé quien se encarga ahora de su edición y comentario.
Otra declaración pública hecha por el profesor Hurley y su camarilla se refiere a un problema de estructura. Cito de la misma entrevista: "Nadie puede decir cuál era la longitud que John Shade pensaba dar a su poema, pero no es improbable que lo que ha dejado represente sólo una pequeña parte de la composición que él vio en un espejo, oscuramente". ¡Otro absurdo! Además del verdadero clarín de evidencia interna que resuena a lo largo del Canto Cuarto, tenemos la afirmación de Sybil Shade (en un documento fechado el 25 de julio de 1959) de que su marido "nunca tuvo intención de pasar de cuatro partes". Para él el Canto Tercero era el penúltimo, y yo mismo se lo oí decir, durante un paseo al crepúsculo en que, como pensando en voz alta, pasó revista al trabajo del día y gesticuló en perdonable autoaprobación, mientras su discreto compañero trataba en vano de adaptar el ritmo de sus largos trancos al paso arrastrado y espasmó-dico del viejo poeta desgreñado. No sólo eso, sino que incluso diré (mientras nuestras sombras siguen caminando sin nosotros) que quedaba por escribir solamente un verso del poema (a saber, el verso 1000) el cual hubiera sido idéntico al verso uno y habría completado la simetría de la estructura, con dos partes centrales idénticas, sólidas y amplias, formando con las dos partes laterales más cortas dos alas gemelas de quinientos versos cada una, y el diablo se lleve esa música. Conociendo la tendencia combinatoria de Shade y su sutil sentido del equilibrio armónico, no puedo convencerme de que tuviera intención de deformar las facetas de su cristal interfiriendo en el curso previsto de su crecimiento. Y si todo esto no fuera bastante -y lo es, es bastante- tuve la dramática ocasión de escuchar la propia voz de mi pobre amigo anunciando, la noche del 21 de julio, el fin, o casi, de su labor. (Véase mi nota al verso 991.)
Esta tanda de ochenta fichas estaba sujeta por una banda elástica que ahora vuelvo a poner religiosamente después de haber examinado por última vez su precioso contenido. Otra tanda, mucho más pequeña, de una docena de fichas, abrochadas y metidas en el mismo sobre de manila que la tanda principal, contiene algunos pareados más cuyo curso breve y a veces borroneado se prosigue a través de un caos de primeros borradores. Por lo general, Shade destruía los borradores en cuanto dejaba de necesitarlos; bien me acuerdo de haberlo visto desde mi galería, una mañana brillante, quemando toda una pila en el fuego pálido del incinerador delante del cual permanecía con la cabeza inclinada como un miembro oficial de un cortejo fúnebre, entre las mariposas negras, llevadas por el viento, de ese auto dé fe de patio trasero. Vero Shade salvó esas doce fichas a causa de los hallazgos no utilizados que brillaban entre la escoria de los borradores utilizados. Tal vez pensaba vagamente sustituir ciertos pasajes de la copia en limpio por algunos de los preciosos desechos de su fichero, o, lo que es más probable, una afición secreta por tal o cual ornamento, suprimido por consideraciones arquitectónicas o porque había irritado a la Sra. S., le instó a aplazar su destrucción hasta el momento en que la perfección marmórea de un impecable manuscrito dactilografiado la hubiese confirmado o mostrara lo embarazoso e impuro de la variante más deliciosa. Y quizá, permítaseme añadir con toda modestiaL tenía intención de pedirme mi opinión después de leerme su poema, como sé que pensaba hacerlo.