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Desaparecida la sonrisa, Bretwit (el nombre significa Comprensión del Ajedrez) se levantó de la silla. En una habitación más grande hubiera caminado de un extremo al otro, pero en aquel estudio atestado no podía. Gradus el Chapucero se abrochó los tres botones de su ajustada chaqueta marrón y sacudió varias veces la cabeza.

- Creo -dijo con tono contrariado- que hay que jugar limpio. Si yo le traigo esos preciosos papeles, usted debe arreglarme una entrevista o por lo menos darme la dirección.

- Yo sé quién es usted -exclamó Bretwit, señalándolo-. ¡Usted es un periodista! Usted viene enviado por ese diarucho danés que asoma en su bolsillo -Mecánicamente Gradus manoteó el periódico y frunció el ceño-. ¡Tuve la esperanza de que hubieran renunciado a venir a molestarme! ¡Qué vulgaridad fastidiosa! No hay nada sagrado para ustedes, ni el cáncer, ni el exilio, ni el orgullo de un rey -ay, esto es cierto no sólo con respecto a Gradus; en Arcadia también tiene colegas.

Gradus, sentado, contemplaba sus zapatos nuevos: rojo caoba con las puntas picadas. Tres pisos más abajo una ambulancia impaciente se abría paso a toques de sirena en las calles oscuras. Bretwit desahogó su impaciencia con las cartas ancestrales que estaban sobre la mesa. Agarró la pila ordenada con el papel que la envolvía y arrojó todo en el cesto de papeles. El cordel cayó al lado, a los pies de Gradus que lo recogió y lo añadió a los scripta.

- Por favor, váyase -dijo el pobre Bretwit-. Tengo un dolor en la ingle que me vuelve loco. Hace tres noches que no duermo. Ustedes los periodistas son tipos tercos, pero yo también lo soy. Nunca le diré nada sobre mi rey. Adiós. Esperó en el rellano que los pasos de su visitante bajaran y llegaran a la puerta de entrada que se abrió y cerró. Luego la luz automática de la escalera se apagó con el ruido de un puntapié.

Versos 287-288: cuando canturreas haciendo una valija

La ficha (la veinticuatro) con este pasaje (versos 287-299) data del 7 de julio, y debajo de esa fecha encuentro en mi pequeña agenda este garabato: Dr. Ahlert, 15,30. Como me sentía un poco nervioso, como la mayoría de la gente ante la perspectiva de ver a un médico, pensé en comprar, en el camino al consultorio, algún calmante para impedir que la aceleración de mi pulso indujera en error a la crédula ciencia. Encontré las gotas que deseaba, tomé el aromático brebaje en la farmacia y me iba cuando vi a los Shade que salían de una tienda, en la puerta siguiente. Ella llevaba un nuevo bolso de viaje. La terrible idea de que pudieran irse de vacaciones de verano neutralizó el efecto del medicamento que acababa de tragar. Uno se acostumbra tanto a que la vida de los demás transcurra paralelamente a la propia que un brusco desvío de parte del satélite paralelo provoca un sentimiento de estupefacción, vacío e injusticia. ¡Y, además, aún no había terminado "mi" poema!

- ¿Piensan viajar? -pregunté, sonriente y señalando el bolso.

Sybil lo levantó por las asas como si fuera un conejo y lo consideró con mis ojos.

- Sí, a fin de mes -dijo-. Después que John haya terminado su trabajo.

(¡El poema!)

- ¿Y adonde, si se puede saber? -(volviéndome hacia John).

El Sr. Shade miró a la Sra. Shade y ella respondió por él, a su manera habitual, brusca y desenvuelta, que todavía no estaban seguros, quizá fuera Wyoming o Utah o Montana, y tal vez alquilarían en alguna parte un chalet a 6.000 o 7.000 pies.

- En medio de los altramuces y los álamos temblones -dijo el poeta gravemente. (Evocando el paisaje.)





Empecé a calcular en voz alta la altura en metros y me pareció excesiva para el corazón de John, pero Sybil le tironeó de la manga recordándole que tenían otras compras que hacer, y me dejaron con unos 2.000 metros y un eructo perfumado a valeriana.

¡Pero a veces el destino de alas negras puede desplegar una solicitud exquisita! Diez minutos más tarde el Dr. A. -que también trataba a Shade- me contaba con impasible minucia que los Shade habían alquilado un pequeño ranch que unos amigos que se iban a otra parte, tenían en Cedarn, Utana, en la frontera del Idoming. Desde el consultorio del Doctor volé a una agencia de viajes, conseguí mapas y folletos, los estudié, aprendí que en la ladera de la montaña que domina Cedarn hay dos o tres grupos de cabañas, corrí a mandar un pedido al correo de Cedarn, y unos días más tarde tenía alquilado para el mes de agosto algo que, a juzgar por las instantáneas que me habían mandado parecía una cruza de isba de mujiky de Refugio Z, pero que tenía un cuarto de baño embaldosado y costaba más caro que mi castillo appalachiano. Ni los Shade ni yo dijimos una palabra sobre nuestras direcciones de verano, pero yo sabía, y ellos no, que era la misma. Cuanto más me indignaba la evidente intención de Sybil de ocultármela, más dulce me resultaba imaginar mi brusca aparición en traje tirolés, desde detrás de un peñasco, y el aire acobardado pero sonriente de John. Durante la quincena en que dejé que mis demonios llenaran mi espejo goético hasta desbordar de acantilados rosa y malva, de negros enebros, caminos tortuosos, de artemisa que se transforma en hierba y lujuriantes flores azules, de esos álamos temblones pálidos, como la muerte, mientras una interminable hilera de Kimbotes en shorts verdes encontraba una antología de poetas y el hato de sus mujeres, debo de haber cometido algún terrible error en mis conjuros, pues el flanco de la montaña está seco y lúgubre, y el ranch desvencijado de los Hurly, sin vida.

Verso 293: Ella

Hazel Shade, la hija del poeta, nacida en 1934, muerta en 1957 (véanse notas a los versos 230 y 347).

Verso 316: el Toothwort White frecuentó nuestros bosques en mayo

Francamente, no estoy seguro de lo que significa esto. La variante escrita al margen no es de mucha ayuda:

En los bosques la piéride de Virginia aparecía en mayo

¿Personajes del folklore, quizá? ¿Hadas? ¿O mariposas de la col?

Verso 319: pato carolino

Bonita imagen. El pato carolino, ave de ricos colores esmeralda, amatista, cornalina, con marcas negras y blancas es incomparablemente más hermoso que el tan encarecido cisne, ganso serpentino con un cuello sucio de felpa amarillenta y palmetas de caucho negro' como un hombre rana.

Dicho sea de paso, la nomenclatura popular de los animales americanos refleja el espíritu simple y utilitario de los pioneros ignorantes y aún no ha adquirido la pátina de los nombres de la fauna europea.

Verso 334: vino a buscarla

"¿Vendrá alguna vez a buscarme?" solía preguntarme mientras esperaba y esperaba, en ciertos crepúsculos ámbar y rosa, a un amigo de ping-pongo al viejo John Shade.