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En la selección de los documentos fotográficos que ilustran esta edición delDiario, ha prevalecido el criterio de tener en cuenta a un tiempo los hechos narrados y las reacciones emotivas del autor. Expresamos aquí nuestra gratitud a las personas que nos han comunicado generosamente gran parte de estas ilustraciones.

Ruedo Ibérico

DIARIO DE LA GUERRA DE ESPAÑA

LIBRO PRIMERO

3 de agosto de 1936

Los manifestantes avanzaban risueños, endomingados con sus ropas de verano, casi todos vestidos de blanco. Seis esbeltas muchachas, tostadas por el sol, han acudido con cortas túnicas de deporte —por lo visto, llegaban directamente del estadio—. Iban cogidas de la mano y gritaban, silabeando: «¡Fue-ra Fran-co! iFue-ra Fran-co!»

El mitin de la plaza Roja ha empezado a las cinco de la tarde. Mucho calor y apretujada muchedumbre. He llegado tarde y no me ha sido posible acercarme a la tribuna, pero se oían perfectamente los altavoces. El orador exhortaba a los pueblos de la Unión Soviética a prestar ayuda material a los combatientes de España. Antes ya de este llamamiento, desde hacía varios días, en muchas fábricas se venían haciendo colectas para España.

Al terminar, el orador ha dicho:

—Los trabajadores de la Unión Soviética, millones de obreros, unidos en sindicatos profesionales, forjadores de la sociedad socialista, manifiestan su fraternal solidaridad con el pueblo español, que defiende heroicamente las conquistas democráticas contra las enfurecidas bandas del fascismo.

La manifestación no había sido preparada, tan sólo hoy por la mañana se ha decidido llevarla a cabo. ¡Y cuántos carteles, inscripciones y enormes caricaturas de los facciosos españoles se han logrado hacer en pocas horas! Franco está representado con una larga barba blanca y uniforme de general ruso; a su lado lleva a unos curas-jesuitas y a un fascista italiano, cuyas fauces se abren y castañetean.

A los oyentes les alarma que aviones y cañones alemanes sean enviados a los facciosos. Obreros de una fábrica de chocolate que estaban a mi lado, se preguntaban: ¿no será esto el comienzo de la guerra mundial?

La obrera Bistrova ha dicho desde la tribuna:

—Nuestros corazones están con aquellos que ahora ofrendan sus vidas en los montes y en las calles de España defendiendo la libertad de su pueblo. Enviamos nuestro fraternal mensaje de solidaridad, nuestro saludo proletario a los obreros y obreras españoles, a las mujeres y madres españolas, a todo el pueblo español. Declaramos: recordad que no estáis solos, nosotros estamos a vuestro lado.





Después del mitin, las ciento cincuenta mil personas se han dispuesto a tomar algún refresco. En dos kilómetros a la redonda han quedado invadidos todos los cafés, todos los quioscos con gaseosas y helados. Hasta en la plaza de Pushkin había que pasarse largo rato esperando una limonada.

Estos días, todo el mundo empieza la lectura de los periódicos por las noticias de España. Mas los telegramas no permiten comprender nada. Desde Londres transmite la agencia TASS que las tropas gubernamentales han ocupado cierto Sástago, en el norte del país. En Sevilla, los obreros han volado un puente. En medio del estrecho de Gibraltar se encuentra un gran navio italiano ocupado, dicen, en la reparación de un cable. ¿Qué población será Sástago? ¿Tendrá importancia? ¿Quién domina en Sevilla, los fascistas o los obreros? Los facciosos se han plantado a cincuenta kilómetros de Madrid, ¿dónde está el gobierno de la República?

5 de agosto

En la fábrica Stalin, el cerrajero IClevechko ha dicho:

—En los años de la guerra civil, cuando nosotros, proletarios rusos, rechazábamos las avalanchas de los guardias blancos y de los intervencionistas, nos ayudaron los proletarios de Occidente. Nuestro deber sagrado es, ahora, ayudar moral y materialmente a los hermanos españoles, que defienden heroicamente su libertad. Propongo que se nos descuente de nuestro salario mensual un medio por ciento en beneficio del pueblo español y que se mande un caluroso saludo, en nuestro nombre, a quienes ahora, con las armas en la mano, están luchando contra el fascismo.

En seis días, las colectas de los obreros para ayudar a los combatientes españoles de la República han alcanzado la suma de doce millones ciento cuarenta y cinco mil rublos. En nombre del Comité Central de los Sindicatos Profesionales de la Unión Soviética, Shvernik ha girado esta suma en francos, es decir: treinta y seis millones cuatrocientos treinta y cinco mil francos, a nombre del presidente del Consejo de Ministros de España, Giral, a disposición del gobierno español.

6 de agosto

Junto al aeródromo, en la carretera de Leningrado, segaban la alta hierba, que empezaba ya a ponerse amarilla debido al mucho calor.

El tiempo era nuboso, pero seco. En Rzhev, los espléndidos campos koljosianos de lino luchaban con los ardores del sol. En Veliki Luki, en la blanca casita del aeródromo, nos han servido leche tibia recién ordeñada, maciza mantequilla dorada y pan de centeno, con la corteza color de oro. He recogido unas florecillas silvestres junto al avión. Tenían sed. Casi sobre la misma raya de la frontera nos ha alcanzado la tormenta, la azulina masa de nubes, la torcida red de generosa lluvia, tanto tiempo esperada.

8 de agosto

El avión ha rozado la tierra, ha dado un leve saltito y ha rodado por la verde pradera levemente rugosa. Unos hombres han corrido a nuestro encuentro agitando las manos en señal de bienvenida. Una calina pesada y densa nos ha quemado los ojos y nos ha apretado la garganta.

Aquí, en el campo, son vecinas —y, de hecho, se han mezclado— la aviación militar y la civil, la española y la extranjera. Directamente desde el aparato nos han conducido al pabellón del jefe de las fuerzas aéreas militares de Cataluña. En el elegante pabellón, entre empujones y barullo, descansan los aviadores sobre amplios divanes; las mesas están cubiertas de mapas, de aparatos fotográficos, de armas; un ordenanza sirve sin cesar bebidas y café. Frente a la puerta misma del jefe, el coronel Sandino, se halla el mostrador de un bar improvisado donde, sentados en altos taburetes, con los vasos en las manos, vocean pilotos y mecánicos.

El propio coronel Felipe Sandino, ministro de la Guerra de Cataluña y jefe de aviación, hombre de pequeña estatura y cabello gris, con mono azul y las mangas recogidas, no permanece sentado en su gabinete, sino que recorre, bastante presuroso, todo el pabellón, habla ora con un grupo de personas, ora con otro; intenta concentrarse, examinar el mapa que le presentan, pero en seguida le distraen con otra conversación y se dirige a otra persona. Hemos convenido en hablar mañana.