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Según el general Dimitri Volkogonov, quien cita una fuerte anónima pero «destacada» de la NKVD, antes de que Marty escribiera su carta alguien ya había denunciado verbalmente los supuestos contactos de Koltsov con los servicios de inteligencia extranjeros, si bien Stalin aún no se había decidido a tomar medidas. Al parecer, fue la entrega de un dossier de denuncias escritas, entre las cuales figuraba la carta de Marty, lo que impulsó al dictador a ordenar finalmente la detención de Koltsov. 57El destino de Koltsov debemos entenderlo en el contexto general del encarcelamiento o ejecución de muchos de los hombres destacados que habían actuado como asesores en España: el general Vladimir Efimovich Gorev, quien ofreció cruciales consejos durante la defensa de Madrid; Vladimir Antónov-Ovséyenko, cónsul en Barcelona; Marcel Rosenberg, embajador en Madrid; o el general Emilio Kléber (Manfred Stern), que estuvo brevemente al mando de las Brigadas Internacionales, por nombrar sólo unos pocos. Todos ellos habían participado en una ejemplar aventura revolucionaria en el marco de la lucha antifascista en España. Probablemente los motivos fueran distintos en cada caso aunque, en lo que respecta a las ejecuciones, Stalin no necesitaba muchos motivos: la experiencia de esos hombres en occidente le bastaba para considerarlos sospechosos. En el caso de Koltsov, sin embargo, existe un motivo más específico: su libro, que había alcanzado una inmensa popularidad, narraba la historia de un país en el que aún prosperaban el idealismo y el fervor revolucionario, lo cual contrastaba abiertamente con una Unión Soviética en la que Stalin estaba aplastando la revolución. 58La situación española había inspirado en los jóvenes soviéticos sueños que reflejaban la antítesis de la política de Stalin... y Koltsov se había convertido en el cronista de esos sueños. Tal y como dijo Louis Fischer: «La causa española despertó un gran entusiasmo en toda Rusia. Muchos comunistas y no comunistas deseaban que los acontecimientos de España insuflaran nueva vida a la llama agonizante de la revolución rusa. Stalin no. Había accedido a vender armas a la República española, pero no para hacer una revolución. Lo que pretendía a corto plazo era apagar la llama con sangre rusa.» 59Sin embargo, tanto Koltsov como otros muchos que fueron a España quizá confiaran en que la victoria en España provocara un cambio en Rusia.

La noticia de la detención de Koltsov corrió como la pólvora. En los círculos intelectuales, la idea de que un hombre como él, en teoría un leal héroe patriótico que difundía las ideas del partido, pudiera tener problemas con las autoridades provocó primero incredulidad y después, pánico. La principal acusación contra Koltsov era que él y Evgeni Gnedin, jefe de prensa del Comisariado para Asuntos Internos, eran los cabecillas de una conspiración antisoviética en la cual estaban implicados intelectuales y diplomáticos. Supuestamente, Koltsov había sido reclutado por los servicios de inteligencia de Estados Unidos, Francia y Alemania. Su relación extramarital con Maria Osten, su amante alemana, se consideraba una prueba. También lo acusaron de ser agente de Trotski y de haber colaborado con el POUM en España. Koltsov fue torturado hasta que finalmente firmó declaraciones en las que admitía haber mantenido contactos con una larga lista de sospechosos, algunos de ellos ya ejecutados por entonces, otros bajo arresto y otros todavía en el ejercicio de altos cargos. También admitió haber sido amigo de Karl Radek; haberse acostado con la esposa de Yezhov, a la cual dijo haber «seducido»; haber sido reclutado por André Malraux para colaborar con el servicio francés de inteligencia; y haber trabajado en España con Aleksandr Orlov, célebre desertor de la NKVD. Esto último no deja de resultar irónico, ya que a Orlov lo habían enviado a España en 1936 como agregado militar: su única función era, al parecer, combatir el trotskismo, tarea que llevó a cabo con la más despiadada eficacia. Koltsov llegó incluso a confesar, por absurdo que parezca, haber mantenido contactos con el POUM. 60

En 1 de febrero de 1940, durante un juicio de apenas veinte minutos, Koltsov se retractó de sus «confesiones» alegando para ello que se las habían arrancando con espantosos métodos de tortura. 61Lo declararon culpable y lo fusilaron esa misma noche o a primera hora del día siguiente. El cuerpo de Koltsov fue incinerado y abandonado en una fosa común de cadáveres no reclamados en el Monasterio de Donskoi, en Moscú. 62No se sabe si le devolvieron las gafas antes de que se enfrentara al pelotón de fusilamiento.

Paul Presión

NOTA DEL EDITOR (1963)

El Diario de la guerra de España, de Mijaíl Koltsov, es un documento escrito día a día por un testigo directo, por un actor apasionado, de quince meses de guerra civil española.

Mijaíl Koltsov fue un periodista excepcional. Nacido en 1898, a los veinte años se enrola en el Ejército Rojo. Desde 1920, colabora regularmente enPravda y funda, algo más tarde, el semanarioOgokek. Viaja por Asia, Hungría, Alemania y Yugoslavia, y deja magníficos reportajes de estos viajes. Al estallar la guerra civil, viene a España y en ella permanece desde el 8 de agosto de 1936 hasta el 6 de noviembre de 1937. Después del tratado de Munich, visita Checoslovaquia. Éste será el último viaje fuera de su país. Detenido por la policía soviética, muere en circunstancias desconocidas en 1942. Su memoria ha sido recientemente rehabilitada y sus obras completas publicadas.

El acceso a los textos impresos en vida del autor nos ha sido imposible. ElDiario de la guerra de España es la traducción directa del libro publicado en Moscú en 1957, que recoge también las crónicas publicadas enPravda por Koltsov entre julio y diciembre de 1937.

Testimonio inmediato, elDiario carece de la perspectiva histórica, de la «serenidad» que confiere la recreación metódica. De ahí vienen su espontaneidad, su frescura, la autenticidad del ambiente descrito.

Veraz en la narración, justo en la interpretación de los hechos, Mijaíl Koltsov no ha podido escapar a ciertos determinismos, a «modas» más o menos efímeras que se imponen fuertemente a su personalidad de militante. Cae, en contados momentos de su libro, en lugares comunes de la campaña de deformación de ciertos hechos que alcanzó una extraordinaria virulencia en la época en que Koltsov escribía sus crónicas de España. Nos referimos concretamente a los pasajes en que el autor alude al POUM.

Pero a pesar de ello, hemos preferido dar al lector una edición exenta de comentarios aclaratorios sobre puntos de historia. Las notas del traductor se limitan a extremos de carácter lingüístico o cultural relacionados con la vida rusa y están encaminadas a facilitar la comprensión de algunas palabras o giros de lenguaje.

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