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No puede perderse ni un solo día, ni una sola hora. Es necesario salvar de un monstruoso aniquilamiento a decenas de miles de vidas honradas.
1 de noviembre
Hoy ha comenzado en Madrid la Semana de la Unión Soviética. Terminará el 7 de noviembre.
Estos días aquí, en la capital de la España republicana, no son simplemente días de amistad con nuestro país, no son tan sólo un tributo de respeto a la gran revolución socialista. Esta amistad, ese tributo, están aquí plenos de un contenido especial y concreto. La victoria del pueblo soviético infunde esperanzas al pueblo español en lucha. Sin querer, cada uno compara la defensa de Madrid contra el fascismo con la defensa de Leningrado contra los guardias blancos y los invasores.
En la línea de fuego, en las trincheras, en los barrios obreros, en las fábricas, en los comedores populares, en todas partes, se habla del vigésimo aniversario del Estado soviético.
Hoy, al acto de apertura de la exposición en honor de la URSS, han asistido el alcalde y el gobernador civil de Madrid, distinguidos jefes del frente central, delegados de todos los partidos y de todas las organizaciones antifascistas y mucho público.
La propia exposición está instalada en dos grandes salas; consta de numerosos tableros enormes, con fotografías, mapas y diagramas sobre la economía, la cultura y la instrucción pública de la Unión Soviética, así como de los regalos aún no enviados a la URSS.
Mañana, por todo Madrid y por el frente central, empezarán reuniones y charlas consagradas al aniversario soviético. También se celebrarán, mañana, visitas colectivas a la exposición y se proyectará el film Campesinos.
El 3 de noviembre, velada solemne en honor del Ejército Rojo, en el teatro de la Zarzuela; se representará la Tragedia optimista yhabrá un recital de poesía, con intervención de los poetas.
El 4 de noviembre se celebrará un concierto especial consagrado a la música soviética.
El día 5 de noviembre se dedicará a la mujer soviética: mítines y charlas sobre este tema.
El 6 de noviembre, día del cine soviético.
El 7 de noviembre, por la mañana, la juventud de Madrid efectuará un desfile deportivo militar y una manifestación. Se celebrará, de día, una reunión solemne en el cine Capítol, y luego tendrá lugar la ceremonia para dar el nombre de Avenida de la Unión Soviética a una de las principales calles de Madrid.
Pero incluso al margen de este programa oficial, por todo el Madrid antifascista se prepara, por iniciativa particular, una enorme ola de festejos y manifestaciones en honor de la Unión Soviética. Desde la mañana hasta la noche, acuden soldados, obreros, jóvenes y mujeres con cartas, saludos y enternecedores regalos para Moscú; vienen a preguntar cómo es el dibujo del escudo soviético, cómo es la bandera de la flota soviética. Entre estas personas sencillas, valientes y honradas, al ver su fe y su cariño por nuestro país, por nuestro Partido, no se siente uno tan lejos de la patria que se prepara para celebrar esta gran fiesta.
4 de noviembre
Hace un año, el 4 de noviembre, las tropas del general Franco, su legión extranjera y sus regimientos de moros avanzaban sin parar hacia Madrid, desde el oeste y suroeste. Ocuparon Campamento, Leganés, se acercaron al aeródromo madrileño de Getafe, comenzaron a penetrar en la Casa de Campo, parque de la ciudad.
Las unidades republicanas casi no se defendían; perdidos la dirección y todo enlace, retrocedían, retrocedían, retrocedían, y a veces sencillamente, como una multitud desordenada, en camiones y a pie, se iban del frente.
Durante la noche del 6 de noviembre, los fascistas ocuparon los alrededores de la ciudad. El gobierno tuvo que evacuar. Se formó una interminable cadena de automóviles por la única carretera que quedaba libre, la de Valencia. Tras ella, siguió un compacto torrente de evacuados en mulos, asnos, con los bártulos a la espalda.
El 6 de noviembre, toda la defensa efectiva de la ciudad se redujo a los disparos de contención de once tanques. Agotados por la fatiga, un puñado de tanquistas, con frecuencia heridos, se pasaron las veinticuatro horas del día circulando en torno a la ciudad presentándose como poderosa artillería y asustando al enemigo en cuanto a las dificultades de un ataque a Madrid.
Durante la noche del 6 al 7, recorrí la ciudad callada, oscura, escondida y, según parecía entonces, condenada. Las trincheras y los puentes estaban casi vacíos. Una calle estaba obstruida por un carro blindado, fuera de combate, y allí, dos manzanas de casas más allá, en Carabanchel, los fascistas ya fusilaban a los obreros, a sus mujeres ya sus pequeños hijos. Sí, y en el centro, los facciosos de la «quinta columna» ya disparaban desde las ventanas, arrojaban bombas a los viandantes y a los automóviles. Los edificios gubernamentales estaban abandonados, vacíos. El portalón del Ministerio de la Guerra estaba abierto de par en par, sin centinelas; todas las puertas del interior también estaban abiertas, todas las lámparas encendidas, había mapas sobre las mesas, sin que se viera una alma en ninguna parte, como en un reino encantado,y sólo dos viejos servidores estaban sentados tranquilamente, esperando que sonara un timbre y los llamara el jefe, lo mismo daba cuál...
Pero en el Madrid indefenso, en el instante mismo en que se extinguían unas fuerzas y las posibilidades de su defensa, nacían impetuosamente otras fuerzas, nuevas. El Ministerio de la Guerra estaba vacío, pero los locales de las organizaciones obreras, los comités del Partido Comunista, en aquella noche de noviembre, estaban llenos de madrileños. Ahí no dormían, ahí se armaban, ahí reunían fuerzas y las distribuían. La «última noche» del Madrid de noviembre se convirtió en la primera noche de su gloriosa epopeya. Lo que era considerado como el fin, resultó ser el comienzo. Cuando por la mañana del 7 de noviembre llegaron al desierto edificio del ministerio los dirigentes de la defensa de Madrid, de reciente nombramiento, las organizaciones obreras pudieron poner ya a su disposición varias unidades constituidas por los milicianos del Quinto Regimiento y por la juventud madrileña.
Miles y miles de obreros abrían trincheras, construían barricadas, obstruían los pasos de las calles. Un oficial fascista, adelantándose a los acontecimientos, se metió demasiado adentro de Madrid, fue muerto, y se le encontró la orden de Franco sobre la disposición de las unidades para efectuar su entrada en la capital; aprovechando esta orden, los defensores de Madrid fortificaron, ante todo, los sectores por los que los facciosos tenían la intención de atacar en primer término.
Después —todos lo recordamos— hubo la batalla en los puentes del Manzanares, el combate en la Casa de Campo, la llegada de la Brigada Internacional, los veinte días de combate en la Ciudad Universitaria, entre los edificios de las facultades y de los institutos, los contraataques republicanos en Carabanchel, los monstruosos bombardeos de la aviación fascista y su interrupción después de que la aviación republicana rechazó a los piratas del aire y se adueñó del cielo de Madrid.