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¿Es quizá un caso único el de este capitán obrero Parra con sus dos hijos en el frente y su edificación en Madrid?

Intento ver cómo se crean los nuevos grandes proyectores. El pedido se ha distribuido entre quince empresas distintas y en todas partes se trabaja con ahínco, en todas partes se respira entusiasmo, aunque sea con el estómago vacío.

Entre las cuatro paredes de un parque de automóviles sin una máquina, el obrero —también con insignias de capitán—Jesús Barreira Sánchez ha creado una fábrica de guerra completamente nueva. ¡De dónde no ha traído aquí máquinas! En un barrio populoso de Madrid, una empresa quedó en la primera línea de fuego, a doscientos metros de las trincheras fascistas. Desde luego, un obús había hundido el techo, había agujereado las paredes. Barreira decidió evacuar de allí los tornos y los depósitos de cobres. Con el cobre las dificultades no fueron excesivas: por la noche lo transportaban en borricos, por las mismas trincheras. Pero con las máquinas, ¡la que se armó! Cuando la brigada, de noche, empezó a dar golpes de martillo, los facciosos se imaginaron que se preparaba un gran ataque y cubrieron literalmente de obuses el edificio de la fábrica. Jamás podían figurarse que aquellos locos hubieran acudido a llevarse unas máquinas... Y a pesar de todo, los locos se salieron con la suya. Los tornos están fuera de peligro. Sus correas giran.

Barreira muestra su empresa, obra de cuatro meses. Cómo no: participa en la preparación de los proyectores. Pero, además de los proyectores, tiene qué mostrar. Aquí construye carros blindados: tiene preparados una docena entera. Y además algunos otros juguetitos... Piensa en el día de mañana —arriba, hay una escuela fabril, con adolescentes que aprenden el oficio de cerrajero y de mecánico—. Y ahí —bajamos al subterráneo—, ahí se ha abierto ni más ni menos que un túnel de cien metros, cubierto con cemento armado; sirve de tiro para probar los disparos de los carros blindados y, al mismo tiempo, de refugio antiaéreo para todos los trabajadores de la empresa. Ha sido construido en seis semanas.

Otra vez estamos en la planta superior. Barreira nos muestra el comedor, duchas y baños para los trabajadores, el club. Al despedirse, señala enfrente, al otro lado de la calle, una gran casa de seis pisos, aún no terminada del todo.

—Pensamos ocuparla y darla a los trabajadores para vivienda. Nosotros mismos, claro está, la estucaremos, la terminaremos. ¿Qué le parece a usted?

No tengo derecho a aconsejar nada a Barreira. Está claro que él y sus camaradas la ocuparán, sin que necesiten para ello consejo alguno. El antiguo propietario, probablemente, está lejos, al otro lado de las trincheras. Y en la España democrática, antifascista, difícilmente habrá quien discuta esa casa a unos obreros que, frente a ella, sin recursos ni inversiones, a base de desechos, han creado una potente fábrica de guerra y proporcionan al Estado una producción industrial de guerra que vale muchos millones.

... Después de un largo recorrido por fábricas y talleres, llegamos al montaje y expedición de los proyectores. En los grandes talleres ferroviarios, viejos obreros, temporalmente separados de su trabajo habitual, con mucho cuidado y cariño, embellecen las grandes máquinas luminosas.

La carne de aluminio de los rapaces Junkers derribados se ha convertido en monturas para enormes espejos, que ayudarán a rechazar y derribar a otros pájaros fascistas.

Con decenas de proyectores madrileños se defiende ya el cielo de Valencia y de Barcelona.





1 de octubre

La apertura de la sesión ordinaria de las Cortes ha ido precedida de no poco ruido tanto en el campo de Franco como en el extranjero. Los facciosos han declarado infatigablemente en la prensa y por radio que el Parlamento español ha dejado de existir hace tiempo, que una parte de él apoya al poder de Burgos, otra parte ha huido al extranjero, un tercer grupo ha sido muerto y del cuarto grupo, del «rojo», hay que hacer caso omiso. Por otra parte, el Parlamento lleva ya mucho tiempo sin reunirse, el gobierno no le rinde cuentas y aunque esto sucediera, la aprobación del gobierno por parte del Parlamento carece de toda fuerza legal.

Todo esto es pura falacia. Sabido es que el gobierno del Frente Popular ascendió al poder precisamente porque el país eligió un Parlamento cuya aplastante mayoría era democrática y de izquierdas, y en el que los fascistas constituían un puñado de unas decenas de individuos. Excepción hecha de ese puñado, literalmente todos los miembros del Parlamento de la República española, independientemente de las contradicciones políticas entre los partidos, mantiene el punto de vista de su competencia y legalidad, incluidos varios diputados moderados de los partidos de derecha. Algunos de ellos, como por ejemplo el ex presidente del Consejo de Ministros, Pórtela Valladares, han venido incluso del extranjero para asistir a la sesión del Parlamento para subrayar que considera constitucional el régimen de la España de hoy. Algunos han mandado telegramas justificando su ausencia por enfermedad o —como los asturianos— por la imposibilidad física de trasladarse a Valencia. Dichos telegramas contienen también saludos al Parlamento y al gobierno. Y las Cortes se han reunido exactamente en el plazo previsto por la Constitución.

Desde la mañana, en torno al edificio de la antigua Lonja, se reúne una enorme muchedumbre. Los diputados y ministros populares son acogidos con clamorosas ovaciones y vítores; a los que no son populares o que acaban de llegar de la emigración, los rodea una curiosidad fría, pero atenta. Nadie los ataca, nadie se dispone a despedazarlos, como afirmaba la prensa fascista intentando convencerlos de que no acudieran a Valencia. En el palco diplomático, representantes de Gran Bretaña, Francia, Estados Unidos, URSS, Bélgica, Suecia, Checoslovaquia y Argentina, la delegación parlamentaria británica y otros invitados de honor.

Desde la mañana, por los pasillos se habla mucho del gran discurso de oposición que, al parecer, ha preparado para hoy Largo Caballero. Pero al iniciarse la sesión se pone en claro que Caballero hoy no va a hacer uso de la palabra. Tiene otras preocupaciones. Hoy debía reunirse el Comité Nacional de la Unión General de Trabajadores. Los miembros del comité pensaban condenar la actuación de Caballero —que ha carcomido la organización— y destituirle del puesto de secretario general.

Al terco y enfurecido viejo no se le ha ocurrido nada mejor que encerrarse en el local del secretariado y no dejar entrar a nadie. El Comité Nacional se ha reunido en otro lugar y al atardecer ha destituido a Largo Caballero del puesto de secretario general.

Al abrir la sesión de las Cortes, su presidente, Martínez Barrio, dirige las primeras palabras al ejército republicano que por tierra, mar y aire heroica y tenazmente defiende la independencia y la libertad de España.

17 de octubre

De nuevo se libran batallas duras, encarnizadas, en los accesos a la Zaragoza fascista. Veinte veces hemos hablado ya de batallas «duras, encarnizadas». Pero no nos repetimos en lo más mínimo. Cada nueva etapa de la guerra de España aporta un mayor encarnizamiento en la lucha, una mayor densidad de fuego y de maquinaria bélica, un número mayor de víctimas.