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Finalmente, en la cartera encuentro una carta. Por lo visto, el general Fok la recibió antes de llegar a Quinto. Dice:

«16 de julio de 1937.

¡Querido hermano jefe, Anatoli Vladímirovich! Por fin me dispongo a escribirte y comunicarte cómo me he colocado y también quiero preguntarte cómo estáis, tú y toda nuestra hermandad.

»Por lo que a mí se refiere, estoy muy contento. Me han recibido cordialmente, y el primer día el jefe de la compañía me ha comunicado que ahora yo recibiría tres pesetas diarias, y las recibo. La comida, aquí, es muy buena. Me apresuro a concretar que recibo las tres pesetas sin descuentos, limpias. Hace ya una semana que estoy de servicio en el parapeto, en el de mayor responsabilidad. Tenemos aquí una ametralladora Maxim, que he arreglado, de otro modo no habría podido disparar más de doscientas balas y habría podido dejar de funcionar por completo. Los oficiales, aquí, no están divididos por sectores, de modo que no sé cuál es mi situación, pero el jefe ha dicho que me nombraría comandante en uno de los parapetos.

»¿Ha venido Rashevski y ha logrado reparar mis gemelos? Me hacen mucha falta, pues el enemigo está a cuatro kilómetros de nosotros y gemelos, aquí, no hay más que unos, de teatro, con los que no se ve nada.

»¿Hay cartas de París, de Shinkarenko, y, en general, qué novedades hay? Aquí me aburro bastante. Estos últimos días dicen que a nuestra compañía la mandarán a descansar a Zaragoza. Saludos para todos los nuestros, así como para el jefe del batallón y para todos los oficiales. Ya. Polujin.»

En la cartera de bolsillo, no hay nada más. Ni hace falta. Todo está claro.

Está claro que en la retaguardia de Franco existe un centro especial de reclutamiento de guardias blancos rusos, en el que hace y deshace (o lo hacía) el general Fok. Ahí va llegando, desde el extranjero, «toda nuestra hermandad».

Está claro que en París se ocupa de este reclutamiento la «Unión Nacional Rusa de participantes en la guerra», organización fascista de guardias blancos dirigida por el general Turkul. Está claro que lo hace con toda tranquilidad y metódicamente, a despecho de la piadosa «no intervención» francesa... No se ve que al general blanco Fok le fuera muy dulce la vida al lado del negro general Franco. iY la que le espera ahora, por haber perdido, los documentos, al huir lleno de pánico!

Tres pesetas recibía el capitán Polujin. «¡Limpias!»

¡Desgraciada escoria de la humanidad! En el año 1917, era ya un superviviente de sí mismo. Después de esto, ha necesitado aún pasar veinte años vagando errante, fusilando, matando, apuntando con una ametralladora contra el pueblo para morir, al fin, por tres pesetas, en una lejana tierra extraña, al servicio de unos desconocidos verdugos...

18 de septiembre

Barcelona, bañada por el sol, refrescada por el viento otoñal del mar, es grande, hermosa, viva.

Hoy, las amplias avenidas están llenas de gente y empavesadas de banderas. Los gallardetes azules con estrellas blancas, son de la «izquierda catalana»; las banderas rojinegras ondean sobre las columnas de los anarquistas; los sindicatos socialistas y comunistas van bajo la bandera roja con la hoz y el martillo. Sobre todas dominan las telas color naranja con franjas rojas: la bandera oficial de Cataluña; a su lado, en los edificios gubernamentales, se ha izado la bandera de la República española.





Con orquestas y cánticos, centenares de miles de manifestantes desfilan lentamente a travesando por la plaza, por delante del monumento a Rafael Casanova, patriota catalán fusilado el 11 de septiembre de 1714. Este día, fecha memorable del heroico levantamiento del pueblo catalán contra la dominación madrileña, se conmemora cada año, cada vez con mayor solemnidad e importancia.

El presidente Companys sube a la tribuna. Es acogido con aplausos. Habla de los enemigos y de los amigos de la independencia catalana.

Las personas que siempre habían perseguido y oprimido a los patriotas catalanes son las mismas que han empezado la sublevación en España y que han inundado el país de tropas extranjeras. Los que han prohibido la lengua catalana obligan ahora al pueblo español a obedecer la voz de mando en lenguas extranjeras. Son lógicos a su modo: quien odia la libertad del hombre, desprecia los derechos y la libertad de pueblos enteros... La República ha reconocido la autonomía de Cataluña, y hoy, agrupados en torno a la República, todos los pueblos de la península en las filas de un solo ejército, luchan por la independencia espiritual y territorial de la España republicana.

Companys habla —y las ovaciones le interrumpen— de los grandes esfuerzos que ha de realizar el pueblo catalán en la presente guerra, de los esfuerzos decisivos, de los que depende la victoria. Habla de los derrotistas, de los cuales hay que limpiar la retaguardia, habla de los fascistas y reaccionarios que, habiéndose aún mantenido en la

Cataluña republicana, han cambiado de color, se han emboscado y disimuladamente siembran el pánico, el descontento y las provocaciones.

—¡Cuidado, señores! No creáis que hemos olvidado vuestras fisonomías fascistas. Os reconoceremos y os cortaremos las alas. Vuestro tiempo ha pasado. Acabó para siempre en los históricos combates del 18 de julio del año 36. Nos mantenemos vigilantes y con todas las fuerzas del pueblo catalán cerraremos el camino a las maquinaciones de la reacción.

Le responde una tempestad de aplausos de la plaza y de cuantos escuchan en las calles el discurso, radiado. Las mujeres agitan los pañuelos, los hombres arrojan al aire sombreros y boinas. Los catalanes apoyan a su presidente. Barcelona ofrece un aspecto seguro, alegre orgulloso, aunque en exceso despreocupado.

El pueblo español mira con esperanza a Cataluña. A medida que se ha ido reduciendo el territorio de la España antifascista que se defiende, el peso específico que corresponde a Cataluña, ya sin esto muy grande, aumenta cada vez más.

Ahora Cataluña constituye más de la tercera parte del territorio republicano libre. Su industria representa las dos terceras partes de toda la industria que ha quedado en manos de la República. Aquí viven los dos tercios de todo el proletariado español no aplastado por los fascistas, entre ellos ochenta y cinco mil metalúrgicos, más de un cuarto de millón de tejedores, decenas de miles de obreros del transporte, ebanistas, curtidores, químicos.

Cataluña posee una potente agricultura con tendencia a la exportación: almendras, avellanas, aceite de oliva de la mejor clase, frutas, vino, corcho. Hay, aquí, riquezas minerales: potasa, zinc, estaño, un poco de carbón de piedra.

Aquí hay un gran tráfico portuario, con el puerto de Barcelona, de importancia mundial. Por aquí pasan tres grandes líneas de ferrocarril.

Sólo a través de Cataluña, la España republicana se halla ahora enlazada por tierra con el mundo exterior. En pocas palabras: Cataluña puede sostener la guerra en el aspecto técnico, financiero y político-geográfico.