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– No lo sé -contestó Hardy, cuya voz fue apenas un susurro.

– Pues claro que lo sabes. Jason creía estar entregando su prueba… al FBI. En las películas, al menos, todos los agentes del FBI llevan gafas de sol, y a los tipos a los que contrataste para que representaran el papel de agentes del FBI les tuvo que haber gustado mucho ir al cine. No podías limitarte a matar a Jason. Tenías que ganarte su confianza, asegurarte de que no le había dicho nada a nadie. La máxima prioridad era recuperar todas las pruebas de que disponía. La videocinta del intercambio tenía que presentarse en perfectas condiciones, porque ya sabías que nos la entregarías a nosotros como prueba de la culpabilidad de Jason. Sólo disponías de una ocasión para filmarla bien. Pero Archer seguía mostrándose receloso. Por eso conservó una copia de la información en otro disquete, que más tarde le envió a su esposa. ¿Le dijiste que recibiría una gran recompensa del gobierno? ¿Fue eso? Probablemente le dijiste que se trataba del éxito más grande conseguido nunca por el FBI.

Hardy permaneció en silencio. Sawyer miró a su antiguo compañero.

– Pero, sin que tú lo supieras, Frank, Gamble tenía su propio y gran problema. Él problema era que Arthur Lieberman estaba a punto de echarlo todo a rodar. Así que no se le ocurrió otra cosa que contratar a Riker para que saboteara el avión de Lieberman. Estoy seguro de que no conocías esa parte del plan. Dispusiste las cosas para que Archer recibiera un billete en el vuelo a Los Ángeles, y luego le hiciste cambiar para que subiera al avión con destino a Seattle, de modo que pudieras filmar tu pequeña videocinta del intercambio. Rich Lucas, un ex agente de la CIA, tenía probablemente muchos lazos con antiguos miembros operativos de los países europeos orientales, con hombres sin familia y sin pasado. Nadie echaría de menos al hombre que se estrelló en lugar de Archer. No tenías ni idea de que Lieberman estaba en ese vuelo a Los Ángeles, ni de que Gamble iba a matarlo. Pero Gamble sabía que ésa era la única forma de que la culpa por la muerte de Lieberman recayera sobre los hombros de Archer. Y, de ese modo, Gamble creía estar matando dos pájaros de un tiro: Archer y Lieberman. Me trajiste el vídeo y yo concentré todos mis esfuerzos en atrapar a Jason, y me olvidé por completo del pobre y viejo Arthur Lieberman. De no haber sido por el hecho de que Ed Page entró en la función, no creo que hubiera retomado nunca el hilo de Lieberman.

»Y no nos olvidemos de la vieja RTG, a la que se le achacó la culpa de todo, mientras que la Tritón terminaba convenientemente con la CyberCom. Te dije que Brophy estaba en Nueva Orleans. Descubriste que estaba realmente conectado con la RTG y que ellos podían conseguir lo que pretendías que hiciera Jason: trabajar para la RTG. De modo que hiciste seguir a Brophy y a Goldman y, en cuanto se te presentó la oportunidad, te libraste de ellos e hiciste que la culpa recayera sobre Sidney Archer. ¿Por qué no? Al fin y al cabo, ya habías hecho lo mismo con su marido. -Sawyer hizo una pausa-. Eso supone un tremendo cambio, Frank. Un agente del FBI que participa en una conspiración criminal masiva. Quizá debiera llevarte a hacer una visita al lugar donde se estrelló el avión. ¿Te gustaría?

– Yo no tuve nada que ver con el atentado contra el avión, te lo juro -gritó Hardy.

– Lo sé. Pero estuviste implicado en un aspecto. -Sawyer se quitó las gafas de sol-. Mataste al que cometió el atentado.

– ¿Cómo podrías demostrarlo? -preguntó Hardy, mirándolo con ojos encendidos.

– Tú mismo me lo dijiste, Frank. -La expresión de Hardy se quedó petrificada-. Allá, en el garaje que Goldman y Brophy investigaron. El lugar estaba helado. A mí me preocupaba la descomposición de los cuerpos, que las temperaturas tan bajas pudieran hacer imposible el afirmar con toda seguridad el momento exacto de la muerte. ¿Recuerdas lo que me dijiste, Frank? Me dijiste que había ocurrido el mismo problema con el que cometió el atentado. El aire acondicionado hizo que el apartamento se congelara del mismo modo que el aire exterior había hecho con el garaje.

– ¿Y qué?

– No te dije en ningún momento que el aire acondicionado estaba encendido en el apartamento de Riker. De hecho, volví a poner la calefacción en cuanto descubrimos el cuerpo. En ninguno de los informes se mencionó que estuviera puesto el aire acondicionado, aunque, de todos modos, tú tampoco habrías tenido acceso a ellos. -El rostro de Hardy se había puesto ceniciento-. Tú lo sabías, Frank, sencillamente porque fuiste tú mismo quien puso en marcha el aire acondicionado. Cuando descubriste lo del atentado, te diste cuenta de que Gamble te había utilizado. Demonios, quizá tuvieron la intención de asesinar a Riker desde el principio. Pero tú estuviste más que dispuesto a hacer los honores. No se me ocurrió pensarlo hasta que me encontré con el trasero helado en una furgoneta de la policía, mientras nos dirigíamos hacia aquí.

Sawyer se adelantó un paso.

– Doce disparos, Frank. Admito que eso me extrañó realmente. Tuviste que sentirte tan furioso con aquel tipo que perdiste un poco el control y vaciaste sobre él todo el cargador. Supongo que todavía quedaba en ti un poco del policía que fuiste. Pero ahora, todo ha terminado.

Hardy tragó saliva con dificultad e hizo esfuerzos por controlar sus nervios.

– Mira, Lee, todo el mundo que sabía algo sobre mi implicación está muerto.

– ¿Qué me dices de Jason Archer?

Hardy se echó a reír.

– Jason Archer fue un estúpido. Quería el dinero, como todos nosotros. Pero él no tenía estómago, como lo tenemos tú y yo. Seguía sufriendo pesadillas. -Hardy avanzó hacia un lado-. Puedes mirar hacia otra parte, Lee. Eso es todo lo que te pido. Y al mes que viene puedes empezar a trabajar para mi empresa. Un millón de dólares al año. Opciones sobre las acciones y trabajo. Tendrás las cosas solucionadas durante el resto de tu vida.

Sawyer arrojó el cigarrillo.

– Frank, permíteme que te deje una cosa bien clara. No me gusta pedir la comida en idiomas extranjeros, y no reconocería una condenada acción bursátil aunque me la encontrara de frente y se me pegara justamente en las pelotas. -Sawyer levantó el arma-. El lugar adonde vas, las únicas opciones que realmente te quedan son a lo más alto o a lo más bajo.

Hardy se echó a reír.

– Nada de eso, viejo amigo. -Extrajo entonces el disquete de su bolsillo-. Si quieres esto, deja el arma.

– Tienes que estar bromeando…

– Deja el arma -gritó Hardy-, o arrojo al Atlántico todo el caso. Si me dejas marchar, te lo enviaré por correo desde lugares desconocidos.

En el rostro de Hardy apareció una sonrisa cuando Sawyer bajó el arma. Entonces, cuando Sawyer vio aquella sonrisa, volvió a sostener bruscamente la pistola en su posición original.

– Antes quiero saber la respuesta a una pregunta. Y la quiero saber ahora.

– ¿De qué se trata?

Sawyer se adelantó, con el dedo tenso sobre el gatillo.

– ¿Qué le ocurrió a Jason Archer?

– Mira, Lee, ¿qué importa eso…?

– ¿Dónde está Jason Archer? -rugió Sawyer por encima del estruendo de las olas-. Porque eso es exactamente lo que quiere saber la mujer que espera en esa casa y, maldita sea, me lo vas a decir, Frank. Y, a propósito, puedes arrojar ese disquete todo lo lejos que quieras, porque Rich Lucas está vivo -mintió Sawyer, que había visto muerto a Lucas en medio del campo de batalla en que se había convertido aquella habitación en la mansión. El silencioso centinela había guardado silencio para siempre-. ¿Quieres apostar lo ansioso que está por declarar todo lo que sabe sobre ti?

La expresión del rostro de Hardy se hizo tan fría como la piedra al darse cuenta de que su única vía de escape acababa de evaporarse.

– Llévame a la casa, Lee. Quiero hablar con mi abogado.

Hardy se dispuso a avanzar, pero se detuvo en seco al observar la postura de Sawyer, que parecía dispuesto a disparar en cualquier momento.