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Tal como habían planeado, iniciaron la búsqueda en la cámara de entrada. Summer se encargó de una pared y Dirk de la otra. Rasparon las incrustaciones con cuchillos hasta dejar la piedra desnuda, conscientes de que estaban cometiendo un sacrilegio a los ojos de los arqueólogos. Fueron recorriendo todas las paredes, en largas franjas horizontales, a una altura entre el metro veinte y el metro cincuenta. Como la estatura media de los seres humanos tres mil años atrás era unos cuantos centímetros menor, el nivel de sus ojos tenía que ser más bajo. Dirk y Summer se basaron en este hecho histórico para delimitar el área de búsqueda.

Era un trabajo lento. Después de una hora de esfuerzos inútiles, volvieron al Sea Yesteryear para cambiar las botellas de aire. Si bien todos los barcos de apoyo a las operaciones submarinas de la NUMA contaban con cámaras hiperbáricas, Dirk comprobaba meticulosamente las tablas de inmersión en el ordenador para evitarse los problemas de la descompresión.

Llevaban ya veinte minutos en la segunda inmersión, y habían pasado de la antecámara al largo pasillo, cuando Summer golpeó en la pared con el mango del cuchillo para llamar la atención de Dirk, que se acercó rápidamente y miró la sección de la pared que había raspado y que ahora le señalaba, presa de la más viva excitación.

Summer había escrito la palabra PICTOGRAMAS en las incrustaciones.

Dirk asintió al tiempo que levantaba el pulgar, entusiasmado. Juntos, se pusieron a limpiar febrilmente las piedras frotándolas con los guantes, aunque con la cautela necesaria para no estropear la preciosa reliquia que comenzaba a aparecer lentamente en la penumbra. Al cabo de unos pocos minutos, las figuras talladas en la piedra quedaron al descubierto. Los hermanos se sentían orgullosos de haber aventajado a los profesionales y saber que estaban mirando lo que nadie había visto en tres mil años.

Los pictogramas ofrecían la tan buscada pista para resolver el enigma de la casa sumergida. Dirk alumbró las figuras desde un lado, para resaltar los detalles. Las investigaciones posteriores revelarían que las imágenes recorrían ambos lados del pasillo en dos franjas de sesenta centímetros de ancho y a un metro cincuenta del suelo. El patrón era similar al tapiz de Bayona, que representaba la batalla de Hastings librada en el año 1066.

Dirk y Summer flotaron en el agua mientras contemplaban con admiración y respeto las figuras, que mostraban hombres a bordo de naves. Eran de apariencia extraña, con grandes ojos redondos y luengas barbas. Sus armas consistían en dagas de hoja larga, espadas cortas y hachas de combate con el filo curvo. Había soldados que conducían carros, pero la mayoría eran infantes.

Las escenas de batalla mostraban grandes carnicerías. Parecían representar diversos combates de una guerra lejana. También había imágenes de mujeres con los pechos desnudos que arrojaban lanzas contra el enemigo.

Summer pasó delicadamente una mano sobre las figuras de las guerreras. Miró a Dirk y le sonrió con una expresión de superioridad femenina.

Las escenas comenzaban con la partida de unas naves que abandonaban una ciudad incendiada. Más allá, aparecían azotadas por una tormenta, y luego una serie de batallas terrestres contra unas criaturas de extraño aspecto. Muy cerca de la parte inferior estaba la única nave de la flota que se había salvado, tras la destrucción de todas las demás. A continuación aparecía la misma nave, que se hundía en mitad de una tempestad. En uno de los últimos cuadros, un hombre y una mujer se abrazaban antes de que él partiera en lo que parecía ser una balsa con una vela.

Habían encontrado una crónica clásica tallada en la piedra por un antiguo artesano, que había permanecido oculta a los ojos de los hombres debajo del mar durante miles de años. Dirk y Summer se miraron a través de las máscaras con profundo entusiasmo, porque nunca habían imaginado que llegarían a descubrir algo tan increíble y extraordinario.

Dirk señaló el portal que daba al arrecife. Apagó la linterna y nadaron hacia la superficie. Atrás quedaba un precioso tesoro para quienes fueran a fotografiarlo y así exhibir al resto del mundo la fabulosa historia que contaban los pictogramas.

25

El Poco Bonito atravesó la boca del río Colorado a primera hora de la tarde. El agua, libre ya del légamo marrón, mostraba un color verde alga. Unos nubarrones blancos salpicaban el azul del cielo, y dejaban caer algún ligero chubasco cuando tapaban el sol. La tripulación de la NUMA saludaba desde la cubierta a la flotilla de pequeñas embarcaciones pesqueras que pasaban junto a ellos con los motores fuera de borda zumbando como abejorros, y los pescadores exhibían orgullosos los tarpones, los róbalos y las barracudas que habían capturado. Los tripulantes de una de las lanchas los saludaron levantando botellas de cerveza. Dos de ellos levantaron un tarpón que debía de pesar más de cincuenta kilos.

Gu

– Parece un lugar paradisíaco -comentó Renée, contemplando la exuberante belleza de la selva tropical que rodeaba la casa, construida con roca volcánica y techada con hojas de palma.

– El paraíso del pescador -afirmó Gu

Pitt saltó al embarcadero, cogió los cabos que le arrojó Giordino y los amarró a los norayes. Para cumplir con la ley, permanecieron en el embarcadero hasta que se presentó la policía aduanera. Los agentes se sorprendieron al ver el estado del Poco Bonito . Renée utilizó su español para contarles un fantástico relato sobre cómo habían escapado de una flotilla de piratas traficantes de drogas, tan sanguinarios como sus antepasados, que habían saqueado las ciudades costeras.

Dado que el incidente se había producido en aguas territoriales nicaragüenses, los policías no les pidieron una declaración por escrito. Rita Anderson, en cambio, podía plantearles problemas. No tenía documentos, y dado que Pitt y Gu

Dodge esperó a que se marcharan los agentes para dirigirse a Pitt.

– ¿Por qué tratamos a la señora Anderson como si fuese una criminal y la tenemos prisionera? A su marido lo asesinaron y los piratas se hicieron con su yate.

– Esa mujer no es lo que crees -le respondió Renée escuetamente.

Pitt observó a los agentes mientras subían a un Land Rover y salían del embarcadero para seguir por un camino enfangado por ía lluvia.





– Renée tiene razón. La señora Anderson no es una víctima. Está metida hasta las orejas en asuntos a cuál más turbio. El almirante Sandecker se ha puesto en contacto con las autoridades de Costa Rica, quienes han aceptado ponerla bajo custodia y realizar una investigación. Llegarán en cualquier momento.

Renée se acercó a la escalerilla para ir al camarote.

– Será mejor que prepare a la princesa para que la encarcelen.

No había acabado de desaparecer de la vista cuando un hombre se acercó caminando con paso enérgico. Jack McGee era un hombre de rostro rubicundo a punto de cumplir los cincuenta. No había una sola cana en sus cabellos rubios, ni en su bigote a lo Wyatt Earp. Los ojos color castaño rojizo, muy separados, le daban el aspecto de un animal siempre atento a la presencia de un depredador. Vestía un pantalón corto azul marino, una camisa estampada y una vieja gorra de oficial que parecía de la Segunda Guerra Mundial.

Gu

– Jack, muchacho, pareces diez años más viejo cada vez que nos encontramos.

– Eso es porque nos vemos cada diez años -replicó McGee, con voz de bajo.

Gu

– Le queda por conocer a alguien más de la tripulación: Renée Ford. Ahora mismo está ocupada con un pequeño asunto.

McGee sonrió con aire comprensivo.

– ¿La visitante inesperada?

– Así es -dijo Gu

– El inspector Gabriel Ortega es un viejo amigo. Os pedirá que vayáis a la comisaría para hacer una declaración, pero creo que será tan cortés y considerado como de costumbre.

– ¿Tenéis piratas en estas aguas? -preguntó Pitt.

McGee se echó a reír al tiempo que sacudía la cabeza vigorosamente.

– No los hay en Costa Rica, pero crecen como la mala hierba hacia el norte, en Nicaragua.

– ¿Por qué allí y no aquí?

– Costa Rica es el país que más destaca en Centroamérica. Su nivel de vida está por encima de la mayoría de las otras naciones hispanoamericanas. Aunque su economía es en gran parte agrícola, el turismo es una industria en constante crecimiento, y además exporta artículos de electrónica y microprocesadores. En cambio, Nicaragua ha pasado por una etapa revolucionaria de treinta años que dejó en ruinas las infraestructuras. Cuando finalmente consiguieron un gobierno estable, la mayoría de los rebeldes, que no tenían más arte y oficio que el de la guerra de guerrillas, se negaron a convertirse en agricultores o a desempeñar otros trabajos de menor categoría. Descubrieron que era mucho más rentable dedicarse al narcotráfico. Eso los llevó a convertirse en piratas, dado que tuvieron que construir una flota de barcos para transportar la cocaína.

– ¿Has escuchado algún rumor referente al légamo marrón?

McGee sacudió la cabeza para expresar su negativa.

– Solo que aparece al norte y al este en el Caribe. Entre los piratas, los barcos desaparecidos y la contaminación, la industria pesquera nicaragüense se ha hundido. -McGee se interrumpió y se quitó la gorra cuando un oficial de policía bajó desde la casa y entró en el embarcadero-. Ah, Gabriel, ya estás aquí.