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PARTE TRES

24

23 de agosto de 2006

Banco de la Natividad

Si entre tanto desastre el huracán Lizzie había hecho algo bueno, era que había barrido el légamo marrón que cubría el banco de la Natividad. El agua en el arrecife de coral había recuperado el color verde azulado, y la visibilidad era de casi sesenta metros. Junto con el agua clara, los peces habían vuelto al entorno como si no hubiese pasado nada.

Otro barco de investigación científica reemplazó al Sea Sprite en el estudio de la estructura sumergida. Construido y diseñado específicamente para actuar como base de las exploraciones submarinas en aguas poco profundas, el Sea Yesteryear pocas veces trabajaba fuera de la vista de la costa. Entre los proyectos en los que había participado figuraban las ruinas de la biblioteca de Alejandría en Egipto, la flota china hundida por un tifón frente a la costa japonesa, los pecios de barcos mercantes suecos y rusos en el Báltico y otros muchos de gran importancia histórica.

Disponía de cuatro puntos de amarre y configuraciones de buceo tanto de saturación como de gas en superficie y aire. La piscina en el centro del casco tenía todo lo necesario para las operaciones de buceo, el lanzamiento y recuperación de vehículos no tripulados, y maquinaria para recuperar artefactos del fondo marino. Un laboratorio de grandes dimensiones ocupaba toda la sección de proa y estaba dotado con el más moderno instrumental científico para analizar y conservar los objetos antiguos encontrados.

Con una eslora de cincuenta metros, era un poco corto para lo habitual entre los barcos de investigación oceánica, pero la manga de quince metros le permitía ofrecer mucho espacio y comodidad. Dos potentes motores diesel le daban una velocidad de veinte nudos, y llevaba una tripulación de cuatro hombres y un equipo de diez científicos. Quienes servían a bordo del Sea Yesteryear estaban orgullosos de las muchas veces que habían reescrito la historia marítima, y, a medida que progresaban las exploraciones en el banco de la Natividad aumentaba su convencimiento de que se encontraban muy cerca de hacer un gran descubrimiento.

En un primer momento, los arqueólogos marinos que habían visitado las habitaciones de piedra ni siquiera tenían la seguridad de que las estructuras hubiesen sido construidas por el hombre. Tampoco encontraron muchos objetos. Más allá del contenido del caldero y las cosas que había sobre la cama de piedra, solo encontraron los utensilios de la cocina. Pero, a medida que continuaba la investigación, fueron encontrando nuevos y más increíbles tesoros arqueológicos.

Una de las cosas que los geólogos del equipo descubrieron fue que la estructura había estado una vez al aire libre, en lo alto de una pequeña colina. Esto salió a la luz cuando limpiaron cuidadosamente las incrustaciones en un trozo de poco más de un palmo en la pared del dormitorio y vieron que las habitaciones no habían sido excavadas en la roca sino que las habían levantado colocando piedra sobre piedra cuando el banco de la Natividad era una isla que se elevaba por encima del agua.

Dirk estaba en el laboratorio con su hermana, ocupados en examinar los objetos que se habían transportado cuidadosamente hasta el laboratorio del barco para después sumergirlos en cubetas de agua salada como paso previo al largo proceso de conservación. Recogió delicadamente un hermoso cordón de oro trenzado que habían encontrado en el lecho de piedra.

– Todas las reliquias que hemos.recogido de la cama y el caldero pertenecieron a una mujer.

– Es de una fabricación mucho más complicada que la de las joyas actuales -comentó Summer mientras admiraba el collar, que reflejaba el sol que entraba por los ojos de buey.

– Hasta que pueda hacer una comparación con los registros arqueológicos de los archivos europeos, tendré que datarlo como perteneciente a la era media del bronce.

La voz era suave y pausada, como un chubasco de verano sobre un techo metálico. Pertenecía al doctor Jeffrey Parks, que se movía como un lobo desconfiado, con la cabeza gacha y adelantada. Medía más de dos metros y se agachaba constantemente desde la estratósfera. Estrella del baloncesto universitario, había tenido que abandonar el deporte debido a una grave lesión en la rodilla. Así que había estudiado arqueología marina, y su tesis de doctorado había versado sobre las antiguas ciudades sumergidas. El almirante Sandecker lo había invitado a participar de la expedición precisamente por ser algo que entraba de lleno en su especialidad.

Parks pasó junto a la larga mesa con las cubetas donde estaban las reliquias y se detuvo delante de un tablero de grandes dimensiones colocado en uno de los mamparos, donde se exhibían más de cincuenta fotos del edificio sumergido. Hizo una pausa y con un lápiz señaló un montaje fotográfico de la planta.

– Esto que tenemos aquí no es una ciudad o una fortaleza. No aparece ninguna estructura más allá de las habitaciones que vosotros descubristeis en la primera visita. Podríamos considerar que en aquel entonces fue una mansión o un pequeño palacio, que se convirtió en la tumba de una mujer de clase alta. Quizá una reina o una gran sacerdotisa adinerada que encargaba sus propias joyas.

– Es una pena que no quedara nada de ella -comentó Summer-. Ni la más mínima huella del cráneo. Han desaparecido hasta los dientes.

En el rostro de Parks apareció la sombra de una sonrisa.

– Sus huesos desaparecieron hace muchos siglos, junto con todas las prendas, poco después de que el mar cubriera la estructura.

Pasó a otra foto de gran tamaño, tomada antes de que retiraran los objetos de la cama de piedra; apoyó la goma del lápiz en un primer plano de la coraza de bronce.

– Tuvo que ser una guerrera que lideraba a los hombres en la batalla. La coraza de la foto parece estar hecha de una sola pieza y tenía que ponérsela por la cabeza, como un suéter de metal.

Summer intentó imaginarse cómo le quedaría la coraza. Había leído que los celtas eran personas grandes para la época, pero la coraza parecía demasiado pequeña para su torso.

– ¿Cómo es posible que pudiera llegar hasta aquí?

– No tengo la menor idea -admitió Parks-. Siendo un arqueólogo de la línea tradicional, que supuestamente no cree en la difusión, en los contactos entre el continente americano y otras partes del mundo antes de Colón, estoy obligado a decir que esto es una farsa preparada por los españoles en algún momento posterior al siglo quince.

Summer frunció el entrecejo.

– No es posible que crea en esa explicación.

– La verdad es que no. -Parks sonrió-. Menos todavía después de ver todo esto. Pero hasta que no podamos demostrar fehacientemente cómo llegaron estos objetos al banco de la Natividad, la controversia sacudirá la historia del mundo antiguo.





– No se discute la posibilidad de que los antiguos navegantes cruzaran los mares.

– Nadie dice que sea imposible. Hay quienes han cruzado el Atlántico y el Pacífico en toda clase de embarcaciones: desde botes hechos con pieles a veleros de dos metros de eslora. Es concebible que pescadores de Japón o de Irlanda se vieran sorprendidos por una tormenta y acabaron arrastrados hasta América. Los arqueólogos admiten que hay muchas pistas que sugieren la influencia asiática y europea en el arte y la arquitectura centro y sudamericana. En cambio, no se ha encontrado allí ningún objeto de este lado del charco.

– Nuestro padre encontró pruebas de la presencia de los vikingos en Estados Unidos -señaló Summer.

– Él y Al Giordino descubrieron objetos de la biblioteca de Alejandría en Texas -añadió Dirk.

El arqueólogo se encogió de hombros.

– Así y todo, aún está pendiente que en las excavaciones que se realizan en Europa y África aparezca algún objeto que proceda del continente americano.

– Ah -exclamó Summer, que jugó su carta de triunfo-. ¿Qué me dices de los rastros de nicotina y cocaína que se han encontrado en las momias egipcias? El tabaco y la coca son dos productos exclusivamente americanos.

– Esperaba que lo mencionaras -reconoció Parks. Exhaló un suspiro-. Los egiptólogos todavía están intentando desentrañar el misterio.

– ¿Las respuestas podrían estar en estas habitaciones? -preguntó Summer pensativamente.

– Quizá -dijo Parks-. Los biólogos marinos están realizando pruebas de las incrustaciones encontradas en las paredes, y los fitoquímicos analizan los restos de la vida vegetal para tratar de determinar cuánto tiempo lleva cubierto por el agua el edificio.

Summer se abstrajo en sus pensamientos durante unos instantes.

– ¿Podría haber alguna inscripción debajo de las incrustraciones, algo que los arqueólogos hubieran pasado por alto?

Parks se echó a reír.

– Los primitivos celtas no dejaron ninguna representación artística ni escritos que hablaran de su cultura. Encontrar inscripciones talladas es del todo imposible, a menos que estemos equivocados al datar la construcción de Navinia.

– ¿Navinia?

Parks miró la ilustración que reproducía el edificio sumergido según la representación virtual hecha por el ordenador.

– Es un nombre tan bueno como cualquier otro.

– Un nombre tan bueno como cualquier otro -repitió Dirk. Miró a su hermana-. ¿Qué te parece si tú y yo bajamos mañana a primera hora y buscamos inscripciones en las paredes? Creo que debemos presentarle nuestros últimos respetos a la suma sacerdotisa.

– No os demoréis demasiado -dijo Parks-. El capitán ha ordenado levar anclas al mediodía. Quiere llevar los objetos a Fort Lauderdale lo antes posible.

Cuando salieron del laboratorio, Summer miró a Dirk sin disimular la curiosidad.

– ¿Desde cuándo te dejas llevar por la nostalgia?

– Hay una razón práctica para mi nostalgia.

– ¿Sí? ¿Se puede saber cuál es? -preguntó Summer con tono desabrido.

Dirk le devolvió la mirada con otra donde brillaba la picardía.

– Tengo la impresión de que han pasado por alto algo muy importante.

Sabiendo ya dónde continuar la búsqueda, nadaron directamente a la antesala. Las antiguas habitaciones habían quedado vacías. Hasta el día anterior habían tenido el aspecto de la sala de espera de un aeropuerto. Los científicos del barco habían buscado en todas las grietas y rincones y, tras recoger los objetos y muestras y guardarlos adecuadamente a bordo del Sea Yesteryear , comenzaban a evaluar los hallazgos. Dirk y Summer tenían las habitaciones para ellos solos. Sin la presencia de los arqueólogos que los vigilaran, no tenían ningún motivo para tratar las paredes con guantes de terciopelo.