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– No pintas un cuadro muy alentador -manifestó Pitt.

– Hay que encontrar la fuente y la forma de contrarrestarlo -declaró Sandecker-. Allí es donde entráis tú y Al. Vuestra misión será investigar las aguas frente a la costa este de Nicaragua. Dispondréis de una nave de exploración de la NUMA, de la clase Neptuno. No es necesario que os diga que es pequeña y solo lleva una tripulación de cinco hombres, pero está provista con lo último en equipos de búsqueda e instrumentos para proyectos especializados como éstos. A diferencia de cualquiera de nuestros otros barcos, es la embarcación más rápida que surca los mares, y le sobra potencia.

– ¿Como el Calliope que nos vimos obligados a destruir en el río Níger hace algunos años? -preguntó Pitt, mientras tomaba notas en una libreta.

– Me arrepiento de no haber descontado de vuestros sueldos lo que valía.

– Si no tiene inconveniente, almirante, Al y yo preferiríamos no llamar tanto la atención esta vez.

– No lo haréis -prometió Sandecker. Se despreocupó de los no fumadores y encendió el puro-. El Poco Bonito es la niña de mis ojos. Mide veinticinco metros de eslora y su apariencia engaña. A nadie le llamará la atención porque el casco, la cubierta y la caseta del timón están basados en el típico pesquero de arrastre escocés.

Pitt siempre se asombraba ante la fascinación de Sandecker por los barcos raros.

– Un barco de exploración oceánica disfrazado como un pesquero. Bueno, siempre tiene que haber una primera vez.

– Un típico pesquero de arrastre escocés destacará en el mar de las Antillas como un vagabundo en un baile de gala -opinó Giordino.

– No te preocupes -lo tranquilizó el almirante-. La superestructura del Poco Bonito está diseñada electrónicamente para cambiar de aspecto de forma automática y encajar en cualquier flota pesquera del mundo.

Pitt miró la alfombra mientras intentaba imaginarse el barco.

– Si no he olvidado el español que aprendí en el Instituto, Poco Bonito significa “feo”.

– Me pareció muy apropiado -admitió Sandecker.

– ¿A qué vienen tantos subterfugios? -preguntó Pitt-. No vamos a entrar en una zona de guerra.

Sandecker le dirigió una mirada precavida que Pitt conocía muy bien.

– Nunca se sabe cuándo te puedes cruzar con una nave fantasma tripulada por espectros piratas.

Pitt y Giordino miraron al almirante como si hubiese acabado de anunciar que había volado ida y vuelta a Marte.

– Una nave fantasma -repitió Pitt con tono burlón.

– ¿Nunca has escuchado hablar de la leyenda del bucanero errante?

– No que yo recuerde.

– Leigh Hunt era un contrabandista y un pirata sin escrúpulos que aterrorizó a las Antillas a finales del siglo XVII. Atacaba a todas las naves que encontraba a su paso, fueran españolas, inglesas o francesas. Era un gigante; Barba Negra a su lado era un pigmeo. Los relatos de sus barbaridades se escuchaban por todo el Caribe. Las tripulaciones de los barcos mercantes que capturaba preferían suicidarse antes que rendirse a Hunt. Su pasatiempo favorito era arrastrar a los desgraciados cautivos detrás de su nave para que se los comieran los tiburones.

– Se parece mucho a otro tipo que conozco -murmuró Giordino.

Sandecker continuó con el relato sin hacer caso del comentario.

– El reinado de terror de Hunt duró quince años, hasta que intentó abordar un navío de guerra inglés disfrazado como una indefensa nave mercante. Engañado, Hunt izó la bandera negra con la calavera y las tibias cruzadas y disparó un cañonazo por delante de la proa de los ingleses. Después, cuando se amuró para el abordaje, los ingleses levantaron las tapas de las troneras y comenzaron a descargar su artillería contra la nave pirata, que se llamaba Scourge . Tras una furiosa batalla, una compañía de infantes abordó el barco y acabó rápidamente con los tripulantes.

– ¿Hunt salió con vida de la batalla?

– Desgraciadamente para él, sí.

– ¿Los británicos le pagaron con la misma moneda y lo arrastraron detrás de su navio? -preguntó el joven.

– No -respondió Sandecker-. Hunt había matado a un hermano del capitán dos años antes, así que estaba dispuesto a vengarse. Ordenó que le amputaran los pies. Luego lo ataron de las muñecas y lo bajaron por la borda hasta que los muñones estuvieron a un palmo del agua. Solo fue una cuestión de tiempo que aparecieran los tiburones, atraídos por el olor de la sangre. Comenzaron a saltar fuera del agua con las mandíbulas abiertas hasta que solo quedaron las manos y los brazos de Hunt atados al cabo.

En el hermoso rostro de Summer apareció una expresión de asco.

– Me parece repugnante.





– Pues a mí me parece que recibió lo que se merecía.

– No acabo de entenderlo, almirante -dijo Giordino, que luchaba para no dormirse-. ¿Qué tiene que ver aquel pirata con lo nuestro?

Sandecker le dedicó una sonrisa retorcida.

– Como el Holandés Errante, Leigh Hunt y su tripulación de piratas sanguinarios todavía rondan por las aguas donde tenéis que trabajar.

– ¿Quién lo dice?

– A lo largo de los últimos tres años, barcos mercantes, yates y pesqueros han informado de avistamientos. Algunos transmitieron que los estaba atacando un barco fantasma tripulado por espectros, antes de desaparecer con todas las personas a bordo.

– Está usted de broma -afirmó Pitt.

– De ninguna manera. -El tono del almirante no podía ser más sincero-. Puesto que tienes dudas, te enviaré los informes.

– Me ocuparé de llevar una buena carga de estacas de madera y balas de plata -manifestó Giordino.

– Un navio fantasma con una tripulación de esqueletos, que navega por un mar de légamo marrón… -Pitt miró pensativamente a través de la ventana el río Potomac. Después se encogió de hombros, resignado-. Esa es una visión que lo puede acompañar a uno hasta la tumba.

16

Pitt decidió llevarlos a todos al restaurante en el viejo Marmon. La noche era cálida, así que los tres hombres se sentaron en el asiento delantero abierto mientras que las mujeres ocupaban la cabina para proteger sus peinados del viento. Los hombres vestían americanas livianas y pantalones deportivos. Las mujeres habían optado por una variedad de vestidos veraniegos.

Giordino llevó a una amiga, Micky Levy, que trabajaba para una compañía minera con sede en Washington. Morena, de facciones agraciadas y grandes ojos castaños, llevaba un pimpollo de hibisco detrás de la oreja izquierda. Hablaba con voz suave, con un muy ligero acento israelí.

– ¡Qué coche tan bonito! -comentó, después de que Giordino hiciera las presentaciones. Subió a la cabina y se sentó junto a Summer.

– Tendrás que tener paciencia con mi amigo -manifestó Giordino antes de cerrar la puerta-. Es incapaz de ir a ninguna parte sin pompa y ceremonia.

– Lo siento, hoy no hay trompetas ni redoble de tambores -replicó Pitt-. Les ha dado la noche libre a los músicos.

Con la ventanilla que separaba los asientos levantada para evitar la brisa, las mujeres mantuvieron una animada conversación mientras iban hacia el restaurante. Loren y Summer se enteraron de que Micky había nacido y crecido en Jerusalén y que se había licenciado en la Colorado School of Mines .

– Así que eres geóloga -dijo Summer.

– Soy geóloga estructural -puntualizó Micky-. Mi especialidad es hacer análisis para los ingenieros que preparan excavaciones. Investigo las filtraciones de agua y los canales subterráneos en lugares profundos y los acuíferos, para que puedan prevenir las inundaciones que podrían producirse mientras perforan los túneles.

– No parece un trabajo divertido -comentó Loren, sin el menor ánimo de crítica-. Asistí a un curso de geología para completar el programa de la licenciatura de economía social. Me pareció que sería interesante… Menudo error; la geología es tan aburrida como la contabilidad.

Micky se echó a reír.

– Afortunadamente, el trabajo de campo no tiene nada de banal.

– ¿Papá dijo algo del restaurante donde vamos a cenar? -preguntó Summer.

– A mí no me ha dicho ni una palabra -contestó Loren.

Veinticinco minutos más tarde, Pitt cruzó la verja de entrada de L'Auberge Chez Frangois en Great Falls, Virginia. La arquitectura alsaciana y la decoración interior creaban una atmósfera muy acogedora. Aparcó el coche y entraron por la puerta principal. En la recepción, uno de los miembros de la familia propietaria del restaurante buscó el nombre de Pitt en la lista de reservas y los acompañó a una mesa para seis en un reservado.

Pitt vio a unos viejos amigos -Clyde Smith y su encantadora esposa, Paula- y se detuvo a saludarlos. Smith llevaba en la NUMA casi tanto tiempo como Pitt, pero en la sección financiera de la agencia. Cuando todos estuvieron sentados, se presentó el camarero y les informó de las especialidades del día. Pitt descartó los cócteles y pasó directamente al vino. Pidió un Sparr Pinot Noir, y como entrada un surtido de carnes de caza donde había ciervo, antílope, pechuga de faisán, conejo y codornices, con un acompañamiento de setas y nueces.

Mientras saboreaban el vino y la magnífica variedad de carnes, Loren les habló de los últimos rumores políticos. Todos la escuchaban como embobados, por tener la oportunidad de enterarse de los cotilleos de boca de un miembro del Congreso. Luego Dirk y Summer relataron el descubrimiento del antiguo templo y los objetos que contenía, y acabaron con la terrible experiencia que casi les había costado la vida en el banco de la Natividad. Pitt les dijo que había llamado a Julien Perlmutter para avisarle que sus hijos irían a hacerle una visita porque necesitaban de sus vastos conocimientos de la historia de la navegación y el mar.

Los segundos platos eran de lo mejor de la cocina francesa. Pitt pidió riñones y setas, con una salsa de jerez y mostaza. En el menú también había sesos de ternera y un exótico plato de lengua, pero a las mujeres no les apeteció. Giordino y Micky compartieron una corona de costillas de cordero mientras que Dirk y Summer probaron la choucroute garnie , consistente en col fermentada en salmuera, salchichas, faisán, gelatina de pato, pichón y foie gras , que era la especialidad de la casa. Loren se decidió por la petite choucroute , que llevaba col, trucha ahumada, salmón, rape y camarones.

Las tres parejas compartieron los postres seguidos por una copa de oporto. A continuación, votaron por unanimidad que al día siguiente se pondrían a dieta. Mientras se relajaban después de la opípara comida, Summer le preguntó a Micky a qué lugares del mundo la habían llevado sus expediciones geológicas. La joven les describió inmensas cavernas de Brasil y México y lo difícil que resultaba en ocasiones llegar hasta la parte más profunda.