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– ¿Qué está haciendo nuestro gobierno al respecto?

– Nada, que yo sepa. El presidente Clinton ha dado carta blanca a los chinos para poner a América central dentro de su área de influencia. -Loren sacudió la cabeza y añadió-: Otra cosa sorprendente de la Odyssey es que casi todos los cargos directivos los ocupan mujeres.

– Specter debe de ser un ídolo del movimiento feminista -comentó Pitt con una sonrisa.

Dirk y Summer se reunieron con ellos para almorzar antes de ir al despacho de Sandecker. Esta vez, Pitt condujo uno de los Navigator turquesa que pertenecían a la flota de vehículos de la NUMA. Primero dejó a Loren en su casa.

– ¿Cenarás conmigo esta noche? -le preguntó.

– ¿Vendrán Dirk y Summer?

– Quizá consiga convencer a los chicos -respondió Pitt-, pero solo si tú insistes.

– Insisto.

Loren le apretó la mano y descendió del Navigator con mucha elegancia, cruzó la acera con paso ágil y subió los escalones que conducían hasta la puerta.

El edificio de treinta pisos que albergaba el cuartel general de la NUMA se elevaba en una colina junto al río Potomac, y disfrutaba de una impresionante vista de la ciudad. Sandecker en persona había escogido el solar cuando el Congreso le había dado los fondos para construirlo. Era mucho más lujoso de lo que estaba previsto y se había excedido en varios millones de dólares del presupuesto original. Debido a que estaba en el lado este del río, fuera del distrito de Columbia, el proyecto no se vio afectado por las leyes urbanísticas referentes a la altura y el almirante había podido levantar una imponente estructura tubular de cristal verde que se veía desde kilómetros a la redonda.

Pitt entró en el atestado aparcamiento subterráneo y estacionó el coche en su plaza privada. Subieron en el ascensor hasta el último piso, donde estaba el despacho de Sandecker. Entraron en una antesala con las paredes revestidas con listones de teca que habían pertenecido a la cubierta de viejos barcos naufragados. La secretaria del almirante les preguntó si no les importaría esperar unos minutos, dado que Sandecker se encontraba en una reunión.

No había acabado de decirlo, cuando se abrió la puerta del despacho del almirante y salieron dos de sus viejos amigos: Kurt Austin, con los cabellos prematuramente blancos -que era la contraparte de Pitt como director de proyectos especiales-, y Joe Zavala, el atlético ingeniero que colaboraba a menudo con Giordino en el diseño y construcción de vehículos sumergibles. Ambos se adelantaron para estrecharles la mano.

– ¿Adonde os envía esta vez el viejo carcamal? -preguntó Giordino.

– Al norte de Canadá. Corre el rumor de que han aparecido peces mutantes en algunos de los lagos. El almirante quiere que comprobemos si hay algo de verdad.

– Nos enteramos del rescate del Ocean Wanderer en pleno huracán -dijo Zavala-. No esperaba veros tan pronto enganchados de nuevo al carro.

– La palabra descanso no existe en el vocabulario de Sandecker -replicó Pitt con una sonrisa.

Austin señaló con un gesto a Dirk y Summer.

– Un día de estos te invitaré a ti y a los chicos a una barbacoa en casa.

– Será un placer -manifestó Pitt-. Siempre he querido ver tu colección de armas antiguas.

– Pues yo espero ver tu colección de coches.

– ¿Qué te parece si combinamos las dos cosas? Podemos tomar el aperitivo en mi casa y después ir a la tuya para la barbacoa.

– Hecho.

– El almirante os recibirá ahora -anunció la secretaria.

Se despidieron y, mientras Austin y Zavala iban hacia el ascensor, el grupo de Pitt entró en el despacho de Sandecker, donde el almirante los esperaba sentado detrás de una mesa de grandes dimensiones hecha con la puerta de una escotilla que había pertenecido a una nave confederada hundida durante la guerra de Secesión.

Sandecker, que era un caballero de la vieja escuela, se levantó al ver a Summer y le señaló una de las sillas. Cosa sorprendente, Giordino había llegado temprano. Vestía un pantalón deportivo y una camisa estampada. Rudi Gu

Sandecker fue directamente al grano.

– Tenemos que ocuparnos de dos asuntos, a cuál más misterioso. El más importante es la aparición del légamo marrón que se está extendiendo por el Caribe. Ya lo discutiremos a fondo. -Observó con una mirada penetrante, primero a Summer y después a Dirk-. Habéis abierto la caja de Pandora con vuestros descubrimientos en el banco de la Natividad.

– No sé nada del resultado de los análisis que le hicieron al ánfora después de que el capitán Barnum la enviara al laboratorio.

– Todavía está en proceso de limpieza -le aclaró Gu

Sandecker se anticipó a la pregunta de Summer.

– Hiram dató el ánfora en algún momento anterior al mil cien antes de Cristo. También la identificó como fabricada por celtas.

– ¿Celtas? -repitió Summer-. ¿Está seguro?

– Concuerda con la técnica y el material de todas las otras ánforas conocidas fabricadas por los antiguos celtas, tres mil años atrás.

– ¿Qué hay del peine que fotografiamos? -preguntó Summer.





– Sin tener el objeto físico -contestó el almirante-, el ordenador de Hiram solo pudo dar una fecha orientativa. Sin embargo, también corresponde a tres mil años atrás.

– ¿Qué explicación propone Yaeger para que el objeto apareciera donde lo encontraron? -intervino Pitt.

– Dado que los celtas no eran un pueblo marinero y no hay constancia de que cruzaran el Atlántico hasta el Nuevo Mundo, tuvo que ser arrojado desde algún barco que pasaba.

– No hay capitán que decida llevar su barco al banco de la Natividad a menos que desee ver cómo el coral le destroza el casco y presentar una reclamación fraudulenta a la compañía de seguros -señaló Pitt-. La única posibilidad es que el barco se viera arrastrado hacia el banco por una tormenta.

Gu

– Según los registros de naufragios, un viejo vapor llamado Vandalia naufragó en el arrecife.

– Yo visité el pecio -dijo Summer. Miró a su hermano con una expresión expectante.

Dirk asintió al tiempo que sonreía.

– El ánfora no fue la única cosa que encontramos.

– Dirk se refiere a que también encontramos un laberinto de cuevas o habitaciones excavadas en la roca, que ahora están cubiertas por el coral. -Metió la mano en el bolso y sacó la cámara digital-. Sacamos fotos de las habitaciones y de un gran caldero, con imágenes de antiguos guerreros. Estaba lleno de pequeños objetos comunes.

Sandecker la miró con una expresión incrédula.

– ¿Una ciudad sumergida en el hemisferio occidental antes de que aparecieran los olmecas, los mayas y los incas? No parece posible.

– No tendremos respuestas hasta que se realice una exploración a fondo. -Summer levantó la cámara como si fuese una valiosa joya-. La estructura que vimos parecía corresponder a un templo.

El almirante se volvió hacia Gu

– Rudi…

Gu

Había un total de treinta imágenes, que comenzaban con el arco de la entrada y los escalones que conducían hasta el interior, donde había algo que parecía una cama. El caldero con los objetos de uso cotidiano estaba en otra habitación.

Dirk y Summer hicieron de narradores mientras Gu

– Creo que deberíamos consultar con Julien Perlmutter.

– Julien no es arqueólogo -puntualizó Gu

– Es verdad, pero seguramente conocerá o sabrá dónde buscar alguna referencia sobre los primitivos navegantes que pudieron llegar a este lado del océano hace tres mil años.

– Vale la pena probarlo -opinó Sandecker. Miró a Dirk y Summer-. Esa será vuestra investigación durante las próximas dos semanas. Encontrad respuestas. Lo podéis considerar como unas vacaciones del trabajo. -Giró el sillón para mirar a Pitt y Giordino-. Ahora pasemos al tema del légamo marrón.

»Todo lo que sabemos hasta el momento es que no está relacionado con una diatomea ni con ninguna otra especie de alga. Tampoco es una biotoxina vinculada con el fenómeno de la marea roja. En cambio, sabemos a ciencia cierta que está dejando un rastro de destrucción a medida que va hacia mar abierto y vira hacia el norte, empujado por la corriente ecuatorial sur hacia el golfo de México y Florida. Los oceanógrafos creen que el légamo ya está en las aguas territoriales de Estados Unidos. Los informes que envían desde Key West hablan de bancos de esponjas que se están destruyendo por obra de un agente desconocido.

– Lamento que los recipientes con las muestras de agua y los ejemplares muertos se rompieran cuando las olas arrastraron al Pisces al fondo del cañón -dijo Summer.

– No te lamentes. Tenemos muestras y especímenes que nos envían todos los días desde cincuenta lugares diferentes por todo el mar de las Antillas.

– ¿Hay alguna pista del lugar donde se origina el légamo? -preguntó Pitt.

Gu

– Nada concreto. Los científicos han analizado las muestras de agua, y han intentado calcularlo introduciendo en el ordenador los datos de las corrientes y los vientos, además de las coordenadas suministradas por los satélites y los avistamientos comunicados por los barcos. Dicen que el légamo podría tener su origen en algún lugar frente a las costas de Nicaragua, pero carecen de pruebas.

– ¿Podría tratarse de algún vertido químico en un río? -sugirió Dirk.

Sandecker hizo girar uno de sus grandes puros entre los dedos sin encenderlo.

– Es posible, pero nos falta descubrir un rastro que nos lleve hasta su origen.

– Aquí está pasando algo muy extraño -opinó Gu