Добавить в цитаты Настройки чтения

Страница 71 из 94

Pero no pienso regodearme en la desgracia. Y tampoco llorar y lamentarme. Casi puedo oír a Sadie: «Cariño, cuando las cosas se tuercen en la vida, alza la barbilla, despliega tu sonrisa más encantadora y prepárate un cóctel.. . »

- ¡Al ataque! -le digo a mi reflejo en el espejo mugriento justo cuando Sanjeev, el portero, entra en el ascensor.

- Perdón -dice.

Despliego mi sonrisa más encantadora (o eso espero, vaya, que sea encantadora, no desquiciada).

- Adiós, Sanjeev. Me marcho. Encantada de conocerle.

- Ah -dice sorprendido-. En fin, buena suerte. ¿Qué piensa hacer ahora?

Ni siquiera hago una pausa para pensarlo.

- Voy a trabajar de cazafantasmas.

- ¿Cazafantasmas? -Me mira perplejo-. ¿Eso es como.. . cazatalentos?

- Más o menos. -Sonrío otra vez y me alejo.

Capítulo 21

¿Dónde estará? ¿Dónde demonios estará?

Esto ya empieza a pasar de castaño oscuro. Llevo días buscando. He recorrido todas las tiendas de época que conozco, susurrando «¿Sadie?» entre los colgadores. He llamado a todas las puertas del edificio y gritado desde el umbral «¡Estoy buscando a mi amiga Sadie!» lo bastante alto para que pudiera oírme. He ido al club Flashlight y he husmeado entre la gente que bailaba en la pista. Pero ni rastro.

Ayer me presenté en casa de Edna aduciendo que se me había perdido el gato y acabamos recorriendo la casa y llamando: «¿Sadie? ¡Gatita, gatita!» Pero no dio resultado. Edna estuvo encantadora y prometió que me llamaría si veía algún gato extraviado por el barrio. Lo cual no es que me sirva de mucho, que digamos.

Buscar fantasmas perdidos es una auténtica lata, la verdad. Nadie los ve. No puedes pegar una foto en un árbol: «Desaparecido fantasma de ojos verdes. Responde por Sadie.» Tampoco puedes andar preguntando a todo el mundo: «¿No ha visto a mi amiga fantasma? Viste en plan años veinte y tiene una voz chillona, ¿le suena?»

Ahora mismo estoy en la Filmoteca. Proyectan un clásico en blanco y negro y, desde la última fila, atisbo las cabezas de los espectadores. Pero es inútil. ¿Cómo voy a ver algo en medio de esta oscuridad?

Me deslizo casi a gachas por el pasillo, mirando a izquierda y derecha los perfiles apenas iluminados.

- ¿Sadie? -cuchicheo.

- ¡Chist!

- ¿Sadie, estás ahí? -susurro-. ¿Sadie?

- ¡Silencio!

Ay, Dios, así no funciona. Sólo me queda una salida. Armándome de valor, me incorporo, inspiro hondo y grito con todas mis fuerzas:

- ¡Sadie! ¡Soy Lara!

- ¡Chissssst!

- ¡Levanta la mano si me oyes! Ya sé que estás enfadada, y lo siento mucho, pero quiero que volvamos a ser amigas.. .

- ¡Silencio! ¡Cállate de una vez! -Hay una oleada de manos levantadas y cabezas vueltas y exclamaciones de protesta, pero Sadie no responde.

- Disculpe. -Ha aparecido un acomodador-. Voy a tener que pedirle que abandone la sala.





- Está bien, perdone. Ya me voy. -Lo sigo por el pasillo hacia la salida, pero me vuelvo de repente para hacer un último intento-. ¿Sadie? ¡Sadie!

- ¡Guarde silencio, por favor! Esto es una sala de cine.

Escruto aún la oscuridad, pero no veo sus brazos esbeltos y pálidos, ni oigo el tintineo de sus collares, ni distingo unas plumas oscilantes por encima de las cabezas.

El acomodador me acompaña hasta la puerta, soltándome advertencias y sermones durante todo el trayecto. Me deja en la acera y yo me siento como un perro expulsado a patadas.

Desanimada, me pongo la chaqueta y echo a andar arrastrando los pies. Tomaré un café para recobrarme un poco. A decir verdad, casi se me han agotado las ideas. Al dirigirme hacia el río, diviso el London Eye, que se eleva en el cielo y sigue girando airosamente, como si nada. Desvío la mirada con tristeza. No quiero ver el London Eye. No quiero que me recuerde aquel día. Sólo a mí se me ocurre tener un recuerdo tan amargo en una de las atracciones más destacadas de Londres. ¿No podría haber escogido al menos un sitio más apartado que ahora pudiese evitar?

Entro en un café, pido un capuchino doble y me desplomo en una silla. Esta búsqueda está acabando conmigo. La adrenalina que me impulsaba al principio se me ha agotado. ¿Y si nunca llego a encontrarla?

Pero no puedo permitirme ningún derrotismo. Debo continuar. En parte porque me niego a aceptar la derrota, en parte porque cuanto más tiempo pasa desde la desaparición de Sadie, más preocupada estoy por ella, y en parte también, en honor a la verdad, porque me aferró a esta búsqueda como a un clavo ardiendo. Mientras trato de encontrarla, es como si todo lo demás quedase en espera. No he de pensar en qué-hago-ahora-con-mi-carrera. Ni en qué-les-digo-a-mis padres. Ni en cómo-he-podido-ser-tan-estúpida-con-Josh.

Sin contar lo de Ed, que me atormenta cada vez que me viene a la cabeza. Así que mejor no pensarlo. Me centro únicamente en Sadie, mi Santo Grial. Ya sé que es absurdo, pero tengo la sensación de que, si logro localizarla, todo lo demás se arreglará por sí solo.

Despliego, pues, mi lista de Ideas para Encontrar a Sadie, aunque la mayoría ya están tachadas. La visita al cine era la más prometedora. Las únicas que me quedan son «probar en otras salas de baile» y «residencia de ancianos».

Considero esta última posibilidad mientras me tomo el café. Sadie no volvería a ese lugar, seguro. Lo detestaba. Ni siquiera quiso entrar la anterior vez. ¿Por qué habría de estar allí ahora?

Aunque por probar no se pierde nada.

Poco me ha faltado para disfrazarme antes de llegar a la residencia Fairside. Me he ido poniendo nerviosa por momentos. O sea, resulta que aquí está la chica que acusó al personal de asesinato, presentándose una vez más como si nada.

¿Sabrán que fui yo? Sigo preguntándomelo mientras llamo. ¿Les habrá dicho la policía: «Fue Lara Lington quien mancilló vuestro buen nombre»? De ser así, voy a pasarlas canutas. Se me echará encima una manada de enfermeras enfurecidas y me patearán con sus zuecos, mientras los ancianos me atizan con los andadores. Me lo tendré bien merecido.

Pero cuando Gi

- ¡Lara! ¡Qué sorpresa! ¿Te ayudo a llevar todo esto?

Vengo cargada con varias cajas y un gran ramo de flores, que casi se me escurre de las manos.

- Gracias -le digo, tendiéndole una caja-. Traigo bombones para todo el mundo.

- ¡Cielos!

- Y también estas flores para el personal.. . -La sigo por el vestíbulo perfumado con cera de abeja y dejo el ramo en una mesa-. Sólo quería darles las gracias a todos por haber cuidado tan bien de mi tía abuela. -Y no por asesinarla, me gustaría añadir. Nunca se me pasó semejante idea por la cabeza.

- ¡Qué amable! ¡Todo el mundo se sentirá conmovido!

- Bueno -digo torpemente-. Mi familia está muy agradecida y lamenta no haberla visitado.. . más a menudo. -O sea, nunca.

Mientras Gi

- ¿Sadie? -susurro-. ¿Estás ahí? -Oteo el descansillo.

- ¿Y esto qué es? -Gi

- No. Son CD y DVD para los residentes.

La abro y saco los CD: Melodías de charlestón, Grandes éxitos de Fred Astaire, 1920-1940.

- He pensado que tal vez les gustaría escuchar la música que bailaban en su juventud -digo tímidamente-. Sobre todo a los más ancianos. Quizá les levante el ánimo.

- ¡Qué detalle, Lara! ¡Vamos a poner uno ahora mismo!

Me conduce hasta la sala de estar, llena de ancianos sentados en sillas y sofás. En el televisor tienen a todo volumen un programa de entrevistas. Busco con la mirada entre las cabezas blancas.