Добавить в цитаты Настройки чтения

Страница 49 из 94

- ¿Nunca pensaste en largarte a Francia con Stephen? -pregunto.

- Tenía mi orgullo. -Me mira con expresión mordaz.

Me entran ganas de espetarle: «Al menos, yo he recuperado a mi chico.»

- ¿Conservaste algún dibujo? -Me empeño en encontrar algo positivo en toda esta historia.

- Los escondí. Y también un cuadro grande. Me lo trajo de tapadillo antes de marcharse a Francia y lo escondí en la bodega. Mis padres no tenían ni idea. Pero luego se quemó la casa y lo perdí todo.

- Vaya por Dios. Qué pena.

- No tanto. A mí me daba igual. ¿Por qué tendría que haberme importado?

La observo mientras se retuerce la falda obsesivamente, con los ojos preñados de recuerdos.

- Quizá nunca recibió tus cartas -aventuro.

- Seguro que las recibió. Yo misma las sacaba a escondidas y las echaba en el buzón.

Qué espanto. ¡Tener que echar cartas a escondidas, por el amor de Dios! ¿Por qué no habría teléfono móvil en los años veinte? ¡Cuántos malentendidos se habrían evitado en el mundo! El archiduque de Austria podría haber enviado un mensaje de texto a su gente: «Creo que me está siguiendo un tipo muy raro», y no habría sido asesinado. La Gran Guerra no habría estallado. Y Sadie podría haber llamado a Stephen para hablarlo todo.. .

- ¿Todavía vive? -Me aferró a una esperanza irracional-. ¡Quizá podamos localizarlo! ¡Buscarlo en Google o ir a Francia! ¡Apuesto a que lo encontramos.. . !

- Murió joven -dice con voz distante-. Doce años después de salir de Inglaterra. Trajeron sus restos y celebraron el funeral en el pueblo. Yo ya estaba viviendo fuera, y tampoco me invitaron. En cualquier caso, no habría asistido.

Estoy tan horrorizada que no respondo. No sólo la abandonó: encima se murió. Esta historia es nefasta y tiene un final horrible. Ojalá no hubiese preguntado.

Sadie mira por la ventana con aire desencajado. Tiene el semblante más pálido que nunca y una sombra oscura bajo los ojos. Con su vestidito plateado parece una chica desvalida y vulnerable. Noto lágrimas en los ojos. Amaba a su pintor. Más allá de sus bravatas y su insolencia, lo amó de verdad. Toda su vida, seguramente.

¿Cómo es posible que él no la amara a su vez? Menudo cabrón. Si viviera aún, iría a buscarlo y le daría una buena tunda. Aunque fuera un anciano tembloroso con más de veinte nietos.

- Es triste. -Me froto la nariz-. Muy triste.

- No es para tanto -contesta, recuperando su ligereza habitual-. Así son las cosas. Hay otros hombres, otros países, otras vidas que vivir. Por eso sé lo que sé. -Se vuelve bruscamente hacia mí-. Sé de qué hablo, y debes creerme.

- ¿Qué sabes? -Ahora no la sigo-. ¿Qué debo creer?

- Nunca lograrás arreglar las cosas con ese chico.

- ¿Por qué? -Era de esperar que volviera a sacar el tema.

- Porque tú puedes querer y querer -se vuelve otra vez, abrazándose las rodillas; a través del vestido, distingo la silueta huesuda de su columna-, pero, si él no te ama, ya puedes olvidarte. Será lo mismo que si quisieras la luna.

Capítulo 15

No siento pánico. Aunque sea miércoles y no tenga ninguna solución y Janet Grady esté en pie de guerra.

Estoy más allá del pánico, en un estado de conciencia alterado, como un yogui.

He rehuido las llamadas de Janet todo el día. Kate le ha dicho que estaba en el lavabo, que estaba almorzando, que me había quedado encerrada en el lavabo.. . Al final, desesperada, le dijo: «No puedo molestarla, de veras que no puedo.. . Janet, no sé quién es el candidato. Janet, no me amenaces, por favor.. . »





Ha colgado temblando. Por lo visto, Janet está hecha una fiera. Creo que ha acabado obsesionándose con la lista definitiva. A mí me pasa igual. Los currículos desfilan ante mis ojos como en una pesadilla, y me parece tener el teléfono pegado a la oreja.

Ayer me vino una súbita inspiración, al menos eso me pareció. Quizá era desesperación. ¡Tonya! Ella sí que es dura, y tiene mano de hierro y todas esas cualidades terroríficas. Se entendería a la perfección con Janet Grady.

Así que la llamé y le pregunté si había pensado en volver a trabajar, ahora que los gemelos ya han cumplido dos años. ¿No le apetecía probar en marketing, por ejemplo? Tonya tenía un puesto de bastante categoría en la Shell antes de que nacieran los niños. Estoy segura de que su currículo es impresionante.

- Pero ahora estoy en un paréntesis de mi carrera -objetó de entrada-, ¡Magda! ¡Esos palitos de pescado no! Busca en el fondo del congelador.. .

- Ya has descansado bastante. Una mujer con tu talento.. . Debes de estar loca por volver.

- No tanto.

- Pero ¡se te va a reblandecer el cerebro!

- Nada de eso. -Pareció ofenderse-. Los niños y yo estudiamos música con el método Suzuki todas las semanas, ¿sabes? Es estimulante tanto para los niños como para los padres, y allí he conocido a otras mamás fantásticas.

- ¿Me estás diciendo que prefieres la música y tomar capuchinos con las mamás que ser directora de marketing de alto nivel? -Procuré introducir un matiz de incredulidad, aunque yo misma preferiría mil veces la música y los capuchinos antes que lidiar con todo esto.

- Pues sí -afirmó con rotundidad-. Lo prefiero. Pero ¿por qué me haces propuestas a mí, Lara? ¿Qué pasa? ¿Tienes algún problema? A mí puedes contármelo, ya lo sabes.. .

Ay, Dios. Esa compasión fingida no, por favor.

- No hay ningún problema. Sólo trataba de hacerle un favor a mi hermanita mayor. -Hice una pausa antes de preguntarle en plan informal-. Y entre esas mamás de las clases de música, ¿no habrá ninguna ex directora de marketing?

Tampoco habría sido tan raro que en un grupo de mamás ex ejecutivas y profesionales hubiera alguna directora de marketing con experiencia en ventas ansiosa por reincorporarse de inmediato.

En fin, ya se ve de qué me sirvió mi gran idea. Todas mis ideas, para ser exactos. La única posibilidad que he encontrado es un tipo de Birmingham que quizá estaría dispuesto a cambiar de empresa si Leonidas Sports le pagara un helicóptero para trasladarse cada semana. Estoy perdida, he de admitirlo.

Bien mirado, éste no sería el mejor momento para acicalarse y salir de fiesta. Sin embargo, aquí estoy: metida en un taxi, acicalada y camino de una fiesta.

- ¡Ya hemos llegado! ¡Park Lane! -anuncia Sadie, mirando por la ventanilla-. ¡Paga al taxista y vamos!

Los flashes de las cámaras iluminan el interior del taxi y ya oigo el alboroto de los invitados, que van llegando y se saludan efusivamente. Veo a un grupo con traje de noche que cruza la alfombra roja y se dirige a la entrada del hotel Spencer, donde tiene lugar la cena de Business People. Según el Financial Times, esta noche se reúnen aquí cuatrocientas personalidades del mundo de los negocios.

Aunque yo sea una de esas personalidades, estaba casi decidida a no acudir por múltiples razones:

1. Ahora que he vuelto con Josh, no debería asistir a una cena con otro hombre.

2. Estoy demasiado estresada.

3. Estresada de verdad.

4. Janet Grady podría estar aquí y montarme el numerito.

5. Clive Hoxton, ídem.

Eso sin contar con que:

6. Tendré que hablar toda la noche con el americano ceñudo.

En ésas estaba. Pero entonces pensé: cuatrocientos personajes del mundo de los negocios reunidos en el mismo sitio. Algunos tendrán que ser ejecutivos de marketing de alto nivel, ¿no? Y algunos querrán cambiar de trabajo. Sin duda.

Así que éste es mi último recurso. Estoy dispuesta a encontrar un candidato para Leonidas Sports durante la cena.

Compruebo que llevo en el bolso un montón de tarjetas y me echo un vistazo en el reflejo de la ventanilla. Ni que decir tiene: Sadie se ha encargado otra vez de mi conjunto. Luzco un vestido años veinte negro: un modelo de lentejuelas, con flecos en las mangas y medallones estilo egipcio en los hombros. Y encima una capa. Tengo los ojos perfilados con gruesos trazos negros, llevo un brazalete de serpiente dorado e incluso un par de medias como las que Sadie solía ponerse, por lo visto. Y también un gorro de malla de strass que encontró en un mercadillo.