Добавить в цитаты Настройки чтения

Страница 50 из 94

Esta noche, de todos modos, me siento más segura. Para empezar, todo el mundo irá de punta en blanco. Y aunque protesté un poco por el gorro, creo secretamente que tengo una pinta guay. Glamurosa y retro a la vez.

Sadie también se ha emperifollado: un vestido de flecos turquesa y verde y un chal de plumas de pavo real. Lleva unos diez collares y el tocado más ridículo que he visto en mi vida, con una cascada de strass que le cae por encima de la oreja. No para de abrir y cerrar su bolsito y parece poseída por un frenesí. Está así, en realidad, desde que me contó su triste historia de amor. He intentado sonsacarle un poco más, pero se aleja por el aire, o se esfuma o cambia de tema. Así que lo he dejado estar.

- ¡Vamos! -No cesa de mover nerviosamente las piernas-. ¡Ardo en deseos de bailar!

Madre mía, está lanzada. Pero si cree que voy a bailar otra vez con Ed, está muy equivocada.

- ¡Escucha, Sadie! -le digo con firmeza-. Es una cena de negocios. No habrá baile. Yo he venido a trabajar.

- Ya encontraremos algo -responde, confiada-. Siempre hay baile en algún lado.

Vale. Como quiera.

Al bajarme del taxi, veo gente engalanada por todas partes, saludándose, riendo y posando para las cámaras. A muchos los reconozco de los reportajes de Business People. Los nervios intentan jugarme una mala pasada, pero entonces miro a Sadie y alzo la barbilla, desafiante, como hace ella. ¿Y qué, si son importantes? Yo no soy menos que ellos. Soy socia de mi propia empresa (aunque sólo consista en dos personas y una cafetera más bien chunga).

- Hola, Lara.

Es la voz de Ed, a mi espalda. Me doy la vuelta y ahí está, tan impecable y atractivo como cabía esperar. El esmoquin le sienta perfecto y lleva su pelo oscuro pulcramente peinado hacia atrás. Josh nunca se pone esmoquin. Siempre lleva algo inusual, como una chaqueta Nehru con tejanos, por ejemplo. Pero, claro, Josh es superguay.

- Hola. -Le tiendo la mano antes de que se le ocurra darme un beso, aunque no creo que lo hiciera. Está examinando mi conjunto con aire perplejo.

- Tienes un aspecto totalmente.. . años veinte.

Menuda puntería, Einstein.

- Sí, bueno. -Me encojo de hombros-. Me gusta la ropa de esa época.

- No me digas.. . -murmura socarrón.

- ¡Tú estás delicioso! -le dice Sadie alegremente. Se abalanza sobre él por detrás, le rodea el pecho con los brazos y le frota la nuca con la nariz.

Por Dios, ¿es que piensa comportarse así toda la noche?

Nos acercamos a un grupo de fotógrafos. Una mujer con un auricular en el oído le hace una seña a Ed, que se detiene y pone los ojos en blanco.

- Perdona, me temo que me han pillado.

- ¡Joder! -exclamo mientras me ciegan los flashes-. ¿Qué hago?

- Ponte un poquito de lado -murmura tranquilizador-. Levanta la barbilla y sonríe. No te preocupes, es normal alucinar. Yo hice un curso especial para enfrentarme a los medios. La primera vez estaba tan rígido como una marioneta de Guardianes del Espacio. ¿Te acuerdas? Aquel programa de naves espaciales hecho con muñecos.

Se me escapa una sonrisa. De hecho, sí se parece a una de aquellas marionetas con esas cejas oscuras y ese maxilar tan cuadrado.

- Ya sé lo que estás pensando -dice mientras siguen destellando los flashes-. Que parezco una marioneta de todos modos. Está bien. Tengo que aceptarlo.

- ¡Qué va! -replico, pero no cuela.

Avanzamos hacia otro grupo de fotógrafos.

- ¿Y cómo es que ves Guardianes del Espacio?

- ¿Bromeas? Lo veía de niño. Yo quería ser Scott Tracy, el piloto de la nave.

- Y yo lady Penelope, la agente secreta -admito, mirándolo a los ojos-. Bueno, veo que por lo menos te interesa alguna cosa de la cultura británica.

No estoy muy segura de que un programa infantil cuente como «cultura», pero en fin. Ed parece sorprendido y toma aliento para replicar, pero entonces aparece la mujer del auricular para escoltarnos.

Mientras nos dirigimos hacia las puertas del hotel, miro alrededor para ver a todo el mundo, por si descubro a algún candidato adecuado para Leonidas Sports. He de moverme deprisa, antes de que la gente se siente a cenar.

Entretanto, Sadie se ha pegado a Ed y no deja de acariciarle el pelo, frotarse la mejilla contra la suya y pasarle la mano por el pecho. Cuando hacemos un alto frente a la mesa de recepción, se desmelena todavía más y mete la cabeza en la chaqueta del esmoquin. Me quedo tan desconcertada que casi doy un salto.





- ¡Sadie! -mascullo a espaldas de Ed-. ¿Qué haces?

- Echar un vistazo a sus cosas -responde, incorporándose-. No hay nada interesante, sólo unos papeles y tarjetas. Me gustaría saber qué lleva en los bolsillos del pantalón.. . Hummm.. . -Observa su entrepierna y casi veo cómo le salen chiribitas por los ojos.

- ¡Sadie!-siseo-. ¡No!

- ¡Señor Harrison! -Una mujer de vestido azul marino se ha lanzado en picado sobre Ed-. Soy Sonia Taylor, directora de relaciones públicas de Dewhurst Publishing. Esperamos con mucha ilusión su discurso.

- Me alegro de estar aquí -dice él-. Permítame que le presente a Lara Lington, mi.. . -me mira indeciso- acompañante.

- Hola, Lara. -Me ofrece una cálida sonrisa-. ¿En qué sector debo ubicarla?

¡Hala! La jefa de relaciones públicas de Dewhurst Publishing.

- Encantada, Sonia. -Le doy la mano con mi estilo más profesional-. Estoy en selección de ejecutivos. Permítame que le deje mi tarjeta.. . ¡No! -se me escapa un grito de horror. Sadie acaba de meter la cabeza en el bolsillo de los pantalones de Ed.

- ¿Se encuentra bien?

- ¡Muy bien! -Procuro mirar a cualquier lado para no ver lo que sucede ante mis narices-. Perfectamente, gracias.

- Estupendo. -Me echa una mirada extraña-. Voy a buscar sus placas de identificación.

Sadie asoma la cabeza un instante y vuelve a sumergirse de nuevo. ¿Qué está haciendo ahí abajo?

- Lara, ¿pasa algo? -Ed me observa con ceño.

- Eh.. . no. Todo bien.

- ¡Cielos! -Es Sadie, que sale a la superficie por fin-. Hay buenas vistas ahí abajo.

Me llevo una mano a la boca. Ed sigue mirándome suspicaz.

- Perdón -digo-. Es una tos rebelde.

- ¡Aquí están! -Sonia vuelve y nos entrega una placa a cada uno-. Ed, ¿podemos hablar un minuto para repasar el orden de intervenciones? -Me sonríe rígidamente y se lo lleva aparte.

Saco el móvil para camuflarme y me giro en redondo.

- ¡No vuelvas a hacer eso! -le digo a Sadie-. ¡Ha sido espantoso! ¡No sabía adónde mirar!

Ella arquea una ceja con aire travieso.

- Sólo quería satisfacer mi curiosidad.

No pienso preguntarle a qué se refiere.

- Pues para ya. Esa mujer habrá pensado que soy un bicho raro. Ni siquiera se ha quedado mi tarjeta.

- ¿Y qué? -Se encoge de hombros-. ¿Qué importa lo que ella piense?

Pero bueno, ¿no sabe lo desesperada que estoy? ¿Acaso no nos ha visto a Kate y a mí trabajando catorce horas diarias?

- ¡A mí sí me importa! -le suelto, y ella retrocede-. Sadie, ¿para qué crees que he venido? ¡Intento salvar mi empresa! ¡Trato de conocer a gente importante! -Hago un gesto, abarcando el vestíbulo abarrotado-. ¡He de encontrar esta noche un candidato para Leonidas Sports! O eso o nos vamos a la ruina. Prácticamente ya lo estamos. Llevo días enloquecida y a ti parece que te dé igual. Ni siquiera te has dado cuenta. -La voz empieza temblarme, quizá por todos los cafés que he tomado hoy-. En fin, no importa. Haz lo que quieras. Pero sal de mi vista.

- Lara.. . -empieza.

Pero la dejo plantada y me dirijo a las puertas dobles del salón principal del banquete. Al entrar, veo que Ed y Sonia han subido al podio y que ella está explicándole cómo funciona el micrófono. Las mesas van llenándose de hombres y mujeres de aspecto dinámico. Oigo retazos de conversación sobre la situación de los mercados, áreas comerciales y campañas de televisión.