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No me dejaré intimidar, me digo con firmeza. Es sólo una casa. Y él, una persona como cualquier otra.

Pero, oh Dios, resulta todo tan imponente.. . Hay césped por todas partes, y surtidores, y jardineros recortando los setos, y cuando nos acercamos a la entrada, un tipo alto con traje oscuro, gafas de sol y un discreto auricular en el oído, baja los inmaculados escalones para recibirme.

- Lara. -Me estrecha la mano como si fuésemos viejos amigos-. Me llamo Damian. Trabajo para Bill. Tiene muchas ganas de verte. Voy a acompañarte al ala de oficinas. -Echamos a andar por la gravilla crujiente y añade en plan informal-: ¿De qué querías hablar exactamente con él? Nadie parece tenerlo muy claro.

- Hummm.. . es un tema privado. Perdona.

- No te preocupes. -Me sonríe-. Estupendo. Ya casi estamos. Sarah -dice por el micrófono.

El edificio anexo es tan impresionante como la casa, aunque de un estilo distinto: cristal, arte moderno y cascadas de acero inoxidable. Como en un mecanismo de relojería, sale a recibirnos una chica, también de impecable traje oscuro.

- Hola, Lara. Bienvenida. Soy Sarah.

- Te dejo aquí, Lara. -Damian me muestra otra vez su dentadura y se aleja por el sendero.

- ¡Es todo un honor conocer a la sobrina de Bill! -dice Sarah mientras me hace pasar.

- Gracias.

- No sé si ya te habrá dicho algo Damian -me indica un asiento y se sienta enfrente-, pero nos gustaría saber de qué temas quieres tratar con Bill. Siempre se lo preguntamos a las visitas. Para poder prepararlo, reunir la documentación necesaria.. . En fin, facilita mucho las cosas.

- Ya me lo ha comentado Damian. Pero es un asunto privado. Lo siento.

Su sonrisa afable no flaquea.

- Pero si pudieras indicarnos aproximadamente la temática.. . darnos una idea.. .

- Prefiero no entrar en ello. -Noto que estoy sonrojándome-. Lo siento. Es una especie de.. . asunto familiar.

- Claro. Perfecto. Disculpa un momento.

Se aleja hacia un rincón del vestíbulo y la veo murmurar en su micrófono. Sadie planea junto a ella uno o dos minutos y luego reaparece a mi lado.

Para mi sorpresa, se está mondando de risa.

- ¿Qué pasa? -susurro-. ¿Qué decía?

- Que no le pareces violenta, pero que de todos modos quizá habría que pedir refuerzos de seguridad.

- ¿Cómo? -exclamo. Sarah se gira sobre los talones-. Perdón. -Le hago un gesto jovial-. Sólo.. . un estornudo rebelde. ¿Qué más ha dicho? -le cuchicheo a Sadie.

- Que por lo visto estás resentida con Bill. Algo de un trabajo que no te dio o algo así.. .

¿Resentida? La miro pasmada, hasta que caigo en la cuenta. El funeral. Claro.

- La última vez que me vio tío Bill fue cuando anuncié en medio del funeral que se había cometido un asesinato. ¡Debe de haberle dicho a todo el mundo que soy una psicópata!

- ¡Es tronchante! -Sadie suelta una carcajada.

- ¡No tiene ninguna gracia! Seguramente temen que haya venido a asesinarlo o algo así. ¿Eres consciente de que todo es por tu culpa? -Me callo bruscamente cuando Sarah se acerca otra vez.

- Bueno, Lara. -Detecto cierta tensión en su voz-. Una persona del equipo de Bill se sentará con vosotros durante el encuentro, sólo para tomar notas. ¿Te importa?

- Escucha, Sarah -replico con tono sosegado-. No soy una chiflada, ni estoy resentida con nadie. No hace falta que nadie tome notas. Sólo quiero mantener una charla con mi tío. A solas. Cinco minutos. Nada más.

Otro silencio. Sarah todavía tiene la sonrisa pegada a la cara, pero sus ojos no cesan de volverse hacia la puerta.





- Muy bien, Lara -dice al fin-. Lo haremos a tu manera.

Al sentarse, se ajusta el auricular como para tranquilizarse.

- Bueno, ¿y cómo está la tía Trudy? -le digo para darle palique-. ¿Está en casa?

- Trudy se ha ido unos días a la casa de Francia.

- ¿Y Diamanté? Quizá podríamos tomar un café o algo así. -No es que me apetezca tomar un café con ella; sólo quiero demostrarle lo simpática y normal que soy.

- ¿Quieres ver a Diamanté? -Sus ojos parecen enloquecer todavía más-. ¿Ahora?

- Sólo un café. Si es que anda por aquí.. .

- Voy a llamar a su secretaria. -Se levanta de un brinco, corre al rincón y cuchichea por el auricular. Regresa enseguida-. Me temo que Diamanté está haciéndose la manicura ahora mismo. Dice que quizá la próxima vez, si te parece.

Sí, ya. Ni siquiera le han pasado la llamada. Empieza a darme pena esta pobre Sarah, la verdad. Está histérica, como si fuese la encargada de cambiarle los pañales a un león. Me dan ganas de gritar «¡Manos arriba!» para ver cómo se echa a temblar.

- Me encanta tu pulsera -le digo en cambio-. Es muy original.

- Ya. -Extiende el brazo con cautela y sacude los dos pequeños discos plateados que cuelgan de la cadenita-. ¿No los habías visto? Son de la nueva línea Dos Pequeñas Monedas. Habrá un expositor en cada café Lingtons a partir de enero. Seguro que Bill te regala una. Hay un colgante también, y camisetas, y estuches de regalo con dos pequeñas monedas en un cofre.. .

- Fantástico -digo con educación-. Será un éxito.

- Dos Pequeñas Monedas es un proyecto espectacular -asegura, muy seria-. Será una marca de tanta envergadura como Lingtons. ¿Sabes que va a convertirse en una película de Hollywood?

- Ajá -asiento-. Con Pierce Brosnan en el papel del tío Bill, según me han dicho.

- Y por supuesto el reality show también será una cosa sonada. Es un mensaje muy potente. Quiero decir.. . todo el mundo puede seguir el ejemplo de Bill. -Los ojos le brillan y ya parece haber olvidado los motivos para temerme-. Cualquiera puede coger dos monedas y decidir cambiar su futuro. Y eso puedes aplicarlo a la familia, a los negocios, a la economía.. . Desde que salió el libro, muchos políticos de alto nivel han llamado a Bill, ¿sabes? En plan: Oye, Bill, ¿cómo podríamos aplicar tu secreto a nuestro país? -Baja la voz con aire reverente-. Incluido el presidente de Estados Unidos.

- ¿El presidente llamó a mi tío? -Estoy impresionada, mal que me pese.

- Su gente. -Se encoge de hombros y sacude la pulsera-. Todos creemos que Bill debería meterse en política. Tiene tanto que ofrecer al mundo.. . Es un privilegio trabajar con él.

Está totalmente entregada al culto. Le echo un vistazo a Sadie, que no para de bostezar.

- Voy a explorar un poco -me anuncia, y se aleja sin más.

- De acuerdo. -Sarah habla por el micro-. Vamos allá. Bill ya puede recibirte, Lara.

Se levanta y me indica que la siga. Cruzamos un pasillo engalanado con cuadros que tienen todo el aire de auténticos Picasso. Nos detenemos en otro vestíbulo más reducido. Me estiro la falda y respiro hondo varias veces. Es absurdo ponerse nerviosa. Vamos, es mi tío. Tengo derecho a verlo. No debería sentirme rara, sólo relajada.. .

Pero no puedo evitarlo. Me tiemblan las piernas.

Creo que es porque las puertas son demasiado grandes. No parecen puertas normales. Son bloques de madera clara y pulida que se elevan hasta el techo y se abren de vez en cuando con sorprendente sigilo.

- ¿Ése es el despacho de mi tío? -digo, señalando la puerta.

- El antedespacho. -Sarah sonríe-. Te reunirás con él en su despacho personal. -Presta atención al auricular y luego murmura-. Entrando con ella.

Empuja una hoja de la enorme puerta y me conduce a través de una espaciosa oficina con paredes de cristal y un par de tipos de aspecto guay sentados ante ordenadores, uno de los cuales lleva una camiseta Dos Pequeñas Monedas. Ambos levantan la vista y sonríen con educación, aunque sin dejar de teclear. Nos detenemos ante otra doble puerta gigantesca. Sarah consulta su reloj y sólo entonces, como si estuviera todo cronometrado al segundo, da un golpecito y abre la puerta.

Es una vasta y luminosa estancia de techo abovedado, con una escultura de cristal en un podio y una zona para sentarse situada en un nivel inferior. Seis tipos trajeados se levantan de las sillas, como si acabaran de concluir una reunión. Y allí, tras un escritorio descomunal, veo al tío Bill con un jersey gris de cuello alto y unos tejanos que le dan aire deportivo. Está más bronceado que en el funeral, con el pelo de un negro lustroso, y sostiene en la mano una taza de Lingtons.