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—Seely, ¿todavía tiene coñac el tío Denys?

—Sí —respondió Seely.

—Tengo trabajo —dijo Denys.

—El coñac no te va a molestar —replicó ella—. Seely.

Seely se fue. Ari tomó a Denys del brazo y lo condujo hasta la mesa del comedor, donde generalmente trabajaba.

—No vas a ganar nada con preocuparte —dijo ella—. No hay nada que puedas hacer. Giraud sabía que se acercaba el fin. Escucha, ya sabes lo que hizo, sabes cómo dispuso las cosas. Ahora él desearía que...

—¡No puedo hacerlo, mierda! —espetó Denys y golpeó con la mano sobre la mesa—. No pienso discutirlo. Lynch será el sustituto. Giraud tal vez se recupere. No hagamos el funeral antes de tiempo, si no te importa.

—Claro que no.

No se enfrenta a la situación. No la acepta.

Por suerte Seely llegó con el coñac mientras Florian y Catlin se acercaban a la puerta, tan discretos como podían.

Ella tomó el vaso y bebió un poco. Denys bebió más que un poco y tembló de arriba abajo.

—No puedo ir a Novgorod —suspiró Denys. Había una fragilidad evidente en la forma de su boca, una palidez temblorosa en su piel a pesar del aire frío de la habitación—. Ya lo sabes.

—Si dedicas toda tu mente al esfuerzo, tú puedes hacer cualquier cosa, tío Denys. Pero no es el momento adecuado para hablar de estas cosas.

—No puedo —insistió Denys, acunando el vaso entre las manos—. Se lo dije a Giraud. Él lo sabe. Usa una cinta, dice. Sabe perfectamente bien que no estoy hecho para ocupar el puesto.

—No hablemos de eso ahora.

—Se está muriendo, mierda. Tú lo sabes tanto como yo. Y sus proyectos acerca de mi viaje a Novgorod, él me conoce, mierda.

—Serías muy hábil.

—No me hagas reír. ¿Yo hablando en público? ¿Como orador? ¿Frente a una conferencia de prensa? No. Nadie menos apto que yo para eso. Detrás de las bambalinas, tal vez, tengo cierta habilidad. Pero soy demasiado viejo para cambiar de trabajo. No soy un hombre público, Ari. Ni lo seré. No hay cinta que pueda modificar eso a mi edad, no hay cinta que pueda convertirme en un orador.

—Giraud no tiene mucha labia, ya lo sabes, pero es un excelente canciller.

—¿Sabes que cuando fui a la unidad AG aquella vez... era la primera vez que dejaba estas paredes desde mi infancia?

—Dios mío, tío Denys...

—¿No te diste cuenta? ¡Qué vergüenza! Fui a ver cómo arriesgaba el cuello mi querida sobrina adoptada, igual que cuando miraba por los controles del aeropuerto mientras tu predecesora venía aullando en ese jet. Odio los desastres. Siempre los esperé. Es mi único acto de valor, ¿entiendes? No me pidas que ofrezca una conferencia de prensa. —Denys meneó la cabeza y apoyó los codos sobre la mesa—. Los jóvenes arriesgáis la vida con toda tranquilidad, y sabéis muy poco lo que valéis.

Ella no dijo nada durante un cuarto de hora, tal vez más; se limitó a permanecer sentada allí mientras Denys vaciaba otro vaso.





Después el Cuidador dijo:

—Mensaje, Abban AA a Base Dos, comunicaciones especiales.

Denys no contestó enseguida. Después dijo:

—Informa.

Ser Denys —dijo la voz de Abban, fría con la distancia y la reproducción del Cuidador—. Giraud acaba de morir. Me encargaré de que lo transporten a casa como él dejó establecido. Pidió que usted fusione su Base con la de él

Denys bajó la cabeza hasta apoyarla en una mano.

—Abban —dijo Seely—. Soy Seely SA. Ser te da las gracias. El resto de los detalles son cosa mía.

Ari se quedó allí sentada mucho tiempo, esperando, hasta que Denys se secó las lágrimas y respiró una vez, una respiración grave y difícil.

—Lynch —dijo—. Alguien tiene que avisar a Lynch. Dile a Abban que se ocupe. Tiene que ser el sustituto. Tiene que presentarse para la elección. Inmediatamente.

III

La Familia llegaba ya al Jardín del Este, en parejas y pequeños grupos, con chaquetas y abrigos bajo el aire frío del mediodía otoñal.

Con ausencias notorias, ausencias que hicieron dudar a Ari de su posición al frente de la Familia, a los dieciocho años, inmaculada en su vestido de luto y correcta como ella sabía serlo, con el broche de topacio en el cuello del vestido, el broche que le había regalado Giraud. Algo que sea solamente tuyo.

El funeral era otra de esas obligaciones que ella habría deseado evitar.

Porque Denys lo había complicado todo. Denys se había derrumbado. Había rehusado a que lo nombraran canciller de Ciencias y se había negado a asistir al funeral. Denys estaba en el Ala Uno, supervisando la recuperación e implantación deun grupo genético CIUD 684-044-5567, precisamente en este momento, y aunque Ari sentía compasión por sus razones, tembló levemente de asco al pensarlo.

Así que quedaba ella, sobrina adoptiva, como familiar más próximo, ni siquiera relacionada directamente con Giraud, pero en el rango de familiar directo, por encima de Emily y Julia Carnath-Nye y de Amy. Se sentía incómoda en ese papel, a pesar de que sabía que Julia se había acercado a Giraud más por ambición que por los lazos de sangre. A la mierda con Julia; aquel papel significaba prestigio y ella odiaba sacar a Amy de su sitio, eso era lo más incómodo. Los Carnath-Nye estaban de pie, un grupo pequeño y muy heterogéneo de lazos sanguíneos que no mantenía buenas relaciones en esos días; Amy había traído a Quentin como ella a Florian y a Catlin por un problema de seguridad personal en un momento muy delicado, no para exponerlo ante la Familia y a la desaprobación de su madre; pero Julia Carnath no lo consideraba bajo el mismo punto de vista.

A Julia y a su padre Emil no les gustaba tener a Abban junto a ellos y lo ignoraban cuidadosamente, a ese hombre que en muchos sentidos había estado más cerca de Giraud que ninguno de sus parientes, ni siquiera Denys, mierda; ese hombre que había sostenido la mano de Giraud mientras agonizaba y se había ocupado de las notificaciones con una eficiencia silenciosa cuando no había nadie de la Familia que se hiciera cargo.

Esa actitud desaparecería, desde luego: ella había tomado nota y había escandalizado a los viejos en otros momentos. Hacerles saber lo que haría cuando tuviera el poder en la Casa, a la mierda con sus sentimientos ofendidos.

Amy estaba allí; Maddy Strassen en la primera fila, con la tía Victoria, la hermana de mamá, que a sus ciento cincuenta y cuatro años era una de las personas vivas más ancianas, aparte de los que vivían en el espacio. La rejuv no parecía fallarle a Victoria Strassen: en lugar de eso se estaba desvaneciendo como el hielo bajo la luz del sol, más delgada y frágil a medida que transcurrían los años hasta que ahora parecía ser pura energía en lugar de un ser de carne y hueso. Ahora llevaba un bastón: la imagen afectó a Ari hasta la médula. Mamá sería así de vieja ahora. Mamá sería así de frágil.Evitó mirar a Victoria, y no solamente porque aquella mujer la odiara y la considerara culpable del exilio de Julia Strassen en Fargone.

El clan Whitely estaba allí: Sam y su madre, los Ivanov, los Edward, Ya

Justin y Grant no estaban. Justin había enviado una excusa muy elegante, considerando las circunstancias, y le había ahorrado una situación muy comprometida. Era la única actitud piadosa que había recibido de la Familia o de los extraños. Los periodistas se habían reunido en el área de prensa del aeropuerto durante media hora aquella misma mañana, una cita para una entrevista esa tarde, ciento veinte solicitudes frustradas de entrevistas con Denys.

Lo siento, había dicho ella en privado y frente a las cámaras. Incluso los que trabajamos toda la vida con la psicología sentimos dolor personal.Con frialdad, con precisión, dejando entrever su preocupación lo suficiente como para mostrar lo que Giraud llamaba el aspecto humano de Reseune. Mi tío Denys estaba muy unido a su hermano, y él tampoco es joven. Ha dejado el puesto de sustituto en manos de Lynch por razones de salud. No, claro que no. Reseune nunca se ha considerado la dueña exclusiva del sillón de Ciencias. Como institución científica y la más antigua de Cyteen hacemos nuestra aportación, claro, y estoy segura de que habrá otros candidatos de Reseune, pero, por el momento, nadie piensa presentarse. Después de todo, el doctor Nye no estaba obligado a nombrar al secretario Lynch, podría haber nombrado a cualquiera en Ciencias. El secretario Lynch es un líder muy respetado, muy calificado en el Departamento por sus propios méritos.