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Esto es todo lo que hay, dulzura.

Gusano. Maestra en psiquiatría. Ella fue la mejor de todos los tiempos.

Placer y dolor.Lazos profundos.

El corazón de Justin latió una vez, con dolor. Pero podía adaptarse a eso como se adaptaba a todo, siempre. La vida seguía, nada más. Había que vivir.

Incluso sabiendo que lo peor que le habían hecho en el pasado no era sexual. El sexo había sido solamente un instrumento.

Aprendizaje endocrino y contradicción, aplicado con toda la fuerza, el tipo de movimiento que podía captar a un chico asustado, vulnerable, y desviarlo hacia otra investigación, darle otro camino a su existencia.

Ella se encargó de que yo naciera.

Podía seguir viviendo. Incluso mientras el suelo desaparecía bajo sus pies. Incluso con el espacio vacío alrededor.

—¿Qué te hizo? —le preguntó Grant, una voz cuerda, preocupada a través de la oscuridad mental, una presión a su alrededor, detrás de su cuello—. ¿Justin?

—Me dio las claves hace mucho tiempo —murmuró él—. Yo sabía, mierda, sabía... debería haberme dado cuenta...

Entonces las cosas empezaron a centrarse. Volvió la visión, el borde del hombro de Grant, la habitación desnuda, negra y blanca, que no era su hogar; la idea de que, seguramente, no volverían al apartamento amistoso, familiar, de piedra marrón, ni al pequeño lugar para tomar el desayuno que siempre les había parecido seguro a pesar de lo que sabían sobre la vigilancia de Seguridad.

—Ella sabía que se estaba muriendo, Grant. Era la mejor analista, podía captar a un sujeto como nadie que yo haya conocido. ¿Crees que no conocía a Giraud?

—¿Ari senior? —preguntó Grant.

—Ari. Sabía que Giraud no era un genio. Sabía quién la sucedería. ¿Crees que no lo conocía mejor que nosotros? Ari dijo que yo era el único que podía enseñarle. El único. Que necesitaba mi trabajo. Y está trabajando con las notas de Ari, haciendo lo que Ari le dijo que hiciera, desde el principio.

Grant lo empujó para separarse. Él miró la cara preocupada de Grant como la hubiera mirado un extraño, de una forma objetiva, y nunca había observado a Grant así. Grant, la perfección improbable... también obra de Ari, desde los grupos genéticos al psicogrupo.

Todo encajaba, todo. Ya no tenía sentido luchar contra ese diseño. Incluso Grant formaba parte de la estrategia.

Estaba atrapado, siempre lo había estado.

Quería a Jordan. Jordan le falló. Entonces se ocupó de que me crearan. Diseñó a Grant.

Me implantó una obsesión con ella. En un golpe terrible.

Todo está relacionado.

Campo demasiado amplio, campo demasiado amplio...

—¿Justin?

Dios, ¿es Ari tan hábil en realidad? ¿Sabe lo que me está haciendo?

¿Qué mano controla la situación ahora?¿La mano de qué Ari?

¿Importa en realidad, que una hubiera fijado el camino con tanta segundad, que la otra pudiera continuar, seguirlo donde lo había dejado la primera y... ?

Grant le cogió la cabeza entre las manos y le propinó una bofetada.

—¡Justin!

Lo estoy aterrorizando. Pero yo no estoy asustado. Solamente...

Frío como el hielo. Tranquilo. Es útil averiguar la verdad, ¿no?

Estoy bien. Es sólo que... me he mareado un poco.

—Palmeó el hombro de Grant, se alejó unos pasos y contempló el vestíbulo, el vestíbulo que no era el de su casa, un vestíbulo extraño—. Como si me hubiera despertado. Como sí por un momento pudiera sacarme todos los problemas de encima. Pensar más allá de todo eso. —Sintió la mano de Grant sobre el hombro y le devolvió el gesto con algo de presión, asustado de nuevo, porque estaba solo allí, y Grant quería seguir con él pero no estaba seguro de que eso fuera posible, de que nadie pudiera alcanzarlo, nunca. Y Ari estaba muy lejos, adelante, en un territorio que le pertenecía a ella y a su predecesora, en un lugar adonde él no llegaría.

Un sitio al que Jordan nunca había llegado.





La última soledad.

—Nuestra pobre chica —murmuró— es Ari. Mierda, es Ari. Nadie la ha alcanzado nunca. Está marchando hacia ese lugar adonde nadie puede llegar ni hablarle. Eso es lo que le espera. Ya me pasa a mí... a veces.

—Parpadeó y trató de volver. De ver las luces de nuevo. El maldito y gélido decorado. El comedor blanco y negro en el otro extremo del vestíbulo—. Señor, Mantenimiento debe de tener un florero rojo o algo parecido, ¿no? Almohadones. Pinturas. Algo.

—¿De qué estás hablando? —preguntó Grant.

El entrenamiento de supervisor trato de tomar el control. Tranquilo. Lo estás asustando.

—Contradicción. No hay nada humano en este apartamento. Hasta que pongamos algunas cosas del nuestro. Cosas con color. Cosas que nos identifiquen. Dios, este lugar es como una ducha de agua helada.

—¿Es eso lo que te molesta?

—Más o menos. —Parpadeó con rapidez, tratando de aclararse los ojos y enfocarlos en algo cercano—. Tal vez pensaba que éste es el lugar donde habríamos terminado si... si Ari hubiera vivido un poco más. Esto nos habría pertenecido.

—Justin, ¿de qué mierda estás hablando?

—Sentido común. Ari no quería destruir a Jordan. Necesitaba sus habilidades. Se estaba muriendo. Sabía que los Nye eran unos pragmáticos hijos de perra. Conservadores como el demonio. Ella no. Y ellos iban a educar a su sucesora. ¿No crees que este hecho la preocupaba? Y si hubiera vivido dos años más, tal vez incluso seis meses, creo... estoy seguro, de que yo no habría sido el mismo que llegó a su apartamento. Tal vez habría sido capaz de luchar contra Giraud. Tal vez habría tenido mucho más que decir en la educación de Ari. Tal vez estaría en Administración, o más arriba, en el Departamento, quizás ahora ocuparía el sillón de Peterson, ¿quién sabe?

Ahora... no soy esa persona.

Pero Ari está siguiendo el programa de su predecesora. Sigue sus notas.

Es un camino peligroso para ella. Si Ari no tiene la perspectiva suficiente para darse cuenta de eso, para entenderme a mí, es muy peligroso.

No porque yo quiera hacerle daño.

Porque no puedo evitarlo. Tengo lazos que... que no puedo dejar de lado.

No quiero hacerle daño, Grant.

—¿Crees que podrías hacérselo?

No podía responder a eso. Era demasiado. Ari habíajurado que no había monitores, pero eso era solamente la verdad que ella deseaba, su capacidad para impedirlo era otra cosa. Ari mentiría diciendo lo que deseaba en lugar de lo que hacía, se lo había confesado una vez y esa confesión era otra forma de manipular, tan retorcida como todo lo que hacía. Nunca me tomes por tonta... en nada.

No —le contestó a Grant—. No de forma intencionada.

¿Estás escuchando, Ari?

¿Oyes lo que te digo?

XI

—Mensaje—anunció el Cuidador, despertando a Ari y a Florian—. Código privado, Base Tres.

Giraud.

Giraud estaba en Novgorod. O había estado allí cuando ella se fue a dormir.

—Mierda —masculló. Salió de la cama y buscó las zapatillas y la bata.

—¿Me levanto, sera?

—No, duerme un poco más —dijo ella—. Es Giraud, que viene en camino. ¿Qué esperaba yo? Probablemente un mensaje de Denys también.

Buscó una zapatilla y la otra mientras metía las manos en las mangas, encontró los botones y los abrochó.

—Un poco de luz, mierda, Cuidador. Ocho segundos. En el vestíbulo.

La luz de la habitación se encendió un poco, lo suficiente para que ella viera dónde estaba la puerta mientras, al mirar hacia atrás, vio cómo Florian se cubría la cabeza con las sábanas y se removía en la oscuridad. Ocho segundos. Abrió la puerta hacia el exterior mientras parpadeaba contra la luz un poco más fuerte y se frotaba los ojos. La luz que había a sus espaldas se apagó.