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—¿Cómo estás? —le preguntó Ari.

—No mal del todo —dijo él y apareció una línea entre las dos cejas cuando trató de moverse. Después se rindió—. Todavía estoy un poco mareado. Déjame descansar. No me hables.

A la defensiva. Entonces, no era el momento. Ella le puso una mano sobre el hombro.

—Puedes tratar de despertarte —dijo. Eso también era una intervención, pero benigna—. Todo está bien. Sabía que estabas bien. Y ya he hablado con el tío Denys y le he dicho que dejara tranquilo a Grant, así que Grant estará bien, pero necesito hablar contigo. Mientras tanto, te quedarás en el cuarto de invitados esta noche. No me parece buena idea que vuelvas hasta que estés realmente despierto.

—Puedo irme.

—Sí, claro, cuando puedas discutir, pero no esta noche. Si quieres, haré que Florian se quede ante tu puerta para que todo sea muy decente. Estás en el otro extremo de la casa, lejos de mi habitación. ¿De acuerdo? Apenas puedas caminar, Florian te llevará a la cama.

—A casa —insistió él.

—Lo lamento. Necesito hablarte por la mañana. No quiero que te vayas hasta entonces. Duerme ahora.

Eso, en su estado, era una sugerencia muy fuerte. Los ojos de Justin se cerraron, temblaron y volvieron a cerrarse por completo.

—A la habitación de huéspedes —indicó Ari a Florian—. En cuanto pueda. Y quiero que te quedes con él, para cuidarlo.

IV

Era una cama desconocida, un momento de pánico. Justin volvió la cabeza y vio a Florian boca abajo en la otra cama, vestido, la cara de muchacho inocente bajo el resplandor de la única luz en la pared. Despierto.

Pensó que recordaba haber llegado caminando a esa habitación, por un pasillo que conocía, pero todavía estaba desorientado y sentía una punzada de pánico al pensar en las drogas. Pensó que debería sentirse más perturbado por encontrarse allí, con el umbral bajo del trank. Se quedó quieto, medio dormido, pensando que cuando le desapareciera el mareo, reaccionaría. Todavía estaba vestido, excepto el suéter y los zapatos. Alguien le había puesto una manta encima y una almohada bajo la cabeza.

Gracias a Dios, no era el dormitorio de Ari.

—¿Está despierto, ser?

—Sí —respondió él, y Florian hizo un esfuerzo para sentarse en el borde de su cama.

—Cuidador —dijo en voz alta—, despierta a Ari. Dile que Justin está despierto.

Justin se apoyó en las manos, recuperó el equilibrio, se frotó la cara entumecida.

—¿Qué hora...?

—¿Hora? —preguntó Justin al Cuidador.

0436—dijo el Cuidador.

—Tengo que empezar con el desayuno —dijo Florian—. Es cerca de la hora en que sera se despierta cada día. Hay utensilios para los invitados en el baño, ser. Y una bata si quiere, pero sera seguramente se habrá vestido. ¿Podrá arreglárselas mientras voy a ver cómo está mi compañera?

—Sera está casi lista —anunció Catlin y le sirvió café. Catlin, cuyo cabello rubio estaba suelto esta vez, una sábana pálida sobre los hombros cubiertos de uniforme negro—. ¿Leche?

—No —dijo él—. No, gracias.





Jóvenes, pensó. La situación podría ser muy graciosa, él, a su edad, virtualmente secuestrado, desnudado y finalmente cuidadosamente alimentado en el desayuno por un grupo de chicos.

No era una sensación desagradable, pensó. No tan dura como uno de los viajes de Giraud. Pero estaba agotado, sentía los pulmones demasiado abiertos y los miembros flojos y totalmente inestables.

Claro que estaban inestables, considerando el golpe fisiológico que comportaba una dosis tan alta de catafórico; era por eso que Catlin ponía en un plato la vitamina y el mineral en píldoras y se las daba. Él las tomó con el café sin discutir.

Era un remedio para el momento que seguía al kat, al menos.

Llegó Ari, un suéter azul muy sencillo, pantalones azules, el cabello negro suelto como no lo llevaba casi nunca en esos días. Como Ari-la-niña. Empujó la silla que quedaba a la derecha de Justin y se sentó.

—Buenos días. Gracias, Catlin —dijo cuando Catlin le sirvió el café y le puso leche. Y a él—: ¿Cómo te encuentras? ¿Estás bien?

—Dijiste que tenías algo importante que decirme.

—Sobre Grant —respondió Ari, directamente. Y después—: Podemos prepararte lo que quieras para el desayuno.

—No, gracias. Mierda, Ari, ya basta de juegos.

—No estoy jugando. Quiero que comas algo. Al menos una tostada. Hay miel auténtica.

Él cogió una tostada mientras se controlaba, la untó pacientemente con mantequilla y le puso un poquito de miel. Todo un establecimiento de apicultura de Moreyville, junto con otros comercios florecientes/Peces. Animalitos exóticos. Ranas. Moreyville hablaba de expandirse río arriba, levantar una parte del terreno en el Volga y crear nuevas mesetas para la agricultura.

—La cosa está así —dijo Ari—. Hablé con el tío Denys anoche y él sacó a Seguridad de encima de Grant. Discutimos por eso, pero le dije que no estaría tranquila si había personal de mi ala en manos de gente que no conozco. Se redujo a eso. Así que hicimos un trato. Yo hago mis propios controles de Seguridad y si estoy satisfecha, no se hará nada más. Sólo tienes que aceptar que, en caso de haber problemas, yo haré el psicotest y lo solucionaré.

Él miró el pedazo de tostada que tenía en la mano, sin apetito.

—Eso significa que vas a hacer otro psicotest.

—Justin, espero que no. Pero el asunto de los pacifistas es realmente peligroso. Y se va a poner peor, porque ven que estoy hablando en serio. No hay mucha gente en quien pueda confiar. Tampoco hay mucha gente en quien tú puedas confiar, porque cuando la política se pone tan espesa, corno va a ponerse ahora, ya sabes cómo acaban los inocentes. Debes recordar que me pediste que hiciera algo por tu padre. Bueno, ya lo he hecho: probablemente impedí que lo arrestaran anoche, al menos bajo sospecha, y sé que gracias a mí no sometieron a Grant a un psicotest en Seguridad. Probablemente tu padre no sabe lo cerca que estuvo, y si quieres seguir mi consejo, no se lo digas, por favor. Grant llegará bien a casa. Tu padre está a salvo. Y tú no estás peor hoy que ayer, ¿verdad?

—No lo sé.

Estoy sacudido, mierda, y no estaba así ayer. No lo sé. No lo sé. No lo sé y por otra parte, ¿ qué otra alternativa tengo ?

No quieres tener que enfrentarte a Seguridad —continuó Ari—. Giraud no te quiere, Justin, es evidente que no te quiere. No es necesario ser psiquiatra profesional para darse cuenta. Yo quiero que te quedes; y eso significa que todos en el universo sabrán que tú podrías ser un punto de presión para usar contra mí, podrían presionarte a ti, o a Grant, o a Jordan. Giraud lo hará sin duda y tratará de hacer algo contra ti o tu padre, si no tenemos pruebas que demuestren que estás trabajando para mí. Eso es lo que necesito. Lo necesito de ti y de Grant. Y si lo haces, entonces serás mi amigo, y mi Seguridad trabajará para protegerte. Si no lo haces, tendré que poneros a ti y a Grant fuera, y no podré confiar en ti porque cada uno de mis enemigos pensará en ti y en Grant y en Jordan como armas contra mí. Así está la cosa. Y creo que lo sabes. Por eso me dijiste anoche que esperabas que, al quedarte cerca de mí, podrías hacer que las cosas anduvieran mejor. ¿Recuerdas?

—No. Pero pude haberlo dicho.

—Quiero que estés en mi ala. Quiero que trabajes conmigo, pero estar del lado de mi Seguridad implica que si hay la menor posibilidad de que algo ande mal, tendré que hacer las preguntas. Así está la cosa.

—No me dejas mucha elección, ¿verdad? —Mordió un pedacito de tostada, lo tragó y descubrió que su estómago aceptaba la miel mejor de lo que había supuesto—. ¿Esperas que ordene a Grant que acepte un psicotest de una niña de diecisiete años?

—No quiero que Grant se asuste. Me gustaría que al menos se lo explicaras.