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—En otras palabras, mintió al Departamento.

—No tuvo más remedio. Iban a arrojar a sus propios azi a un mundo aislado yestaban diciendo a su propio equipo de psicología que quebrantaran la ley y trataran de hacerles una intervención en los grupos profundos. El personal de psicología de los mismos militares dijo que era una estupidez, y algunos de ellos amenazaron con hablar en el Concejo, pero el almirante Azov le dijo a uno de ellos que podía terminar en Gehe

»No podía dar marcha atrás y hacerles un lavado de cerebro a todos los azi y empezar de nuevo. Ésa era otra sugerencia insensata de los militares. Reseune no tenía suficiente lugar físico. Y la gente no se recupera tan fácilmente del lavado de cerebro como para que después pudieran dejarlos allí tirados a su suerte, sin ayuda psicológica. Así que ella no podía trabajar con los grupos profundos. Los estudió todos y decidió algo muy simple: les dijo a los azi que aquel planeta les pertenecía y que debían cuidarlo y sobrevivir, y transmitir a sus hijos los conocimientos importantes. Lo más positivo y simple que pudo. Porque no sabía cuánto tiempo estaría perdido Gehe

»Y éste es el peligro. Las generaciones son muy cortas en Gehe

»Hay demasiada gente a quien deberían someter a un lavado de cerebro, miles y miles. Tendrían que borrarlo hasta el fondo, y eso significa mucho trabajo psíquico, y no tienen una Reseune. El canciller Nye les puede decir los recursos que deberían tener para...

—Habría que tener un lugar del tamaño de Reseune —intervino Giraud— dedicado solamente a eso al menos durante diez años; y la reinserción de tantos individuos sometidos a un lavado de cerebro en la sociedad normal involucraría todo lo que tuviéramos. Estamos hablando de treinta mil individuos. O más. Todavía están tratando de calcular la cifra. Nadie tiene un lugar adecuado donde dispersarlos, y seguirían reuniéndose. Una unión de ese tipo significa comunidad y una comunidad comporta una identidad cultural. La Alianza no cuenta con una base de población que pueda absorverlos. Nosotros tampoco. Ni siquiera debemos mencionar la idea de dejarlos sueltos en la Tierra.

—Además, probablemente no puedan encontrarlos a todos —continuó Ari—. Así que no pueden evacuarlos. Siempre serán diferentes; y siempre constituirán un problema. Son una población azi. No son CIUD, no se parecen a los CIUD. Si se los juzga según el pensamiento CIUD, enloquecerán. Enseñar a sus hijos forma parte de su grupo mental; y si uno los trae al siglo xxv, que es otro medio, eso afectará el programa y provocará más y más cambios. Eso es lo que dice Emory. Si fuera la segunda generación, podríamos volver a integrarlos, pero están en la cuarta. Cuando se llega a la cuarta, dijo ella, el resultado es algo totalmente diferente. Y ellos no tienen rejuvenecimiento. Los mayores mueren antes de los cien años. Por lo que me han dicho, más bien mueren cerca de los cuarenta o cincuenta. Eso no les da tiempo para vivir con sus hijos ni de enseñarles gran cosa acerca de lo que significa ser adultos. Ya son más diferentes de lo que nosotros lo somos de los de la Tierra. Eso es lo que dijo Emory.

—No tengo más preguntas —dijo Chávez.

—Vamos a hacer un descanso para almorzar —declaró Harad—. Y después veremos las preguntas de Tien. ¿Puede seguir, joven sera?

—Estoy bien —respondió ella—. Después del almuerzo. Gracias, ser.

—Estoy muy preocupado, sera —dijo Tien, desde el estrado donde se sentaban los Nueve. Hablaba con mucha calma, con mucha amabilidad, como siempre—. Debo decirle que me preocupa el acceso de seguridad que le ha concedido el Departamento de Ciencias. Ya sé que es usted una jovencita muy madura. Pero estamos manejando informaciones que pueden significar la paz o la guerra, y todo esto ha caído en sus manos de forma prematura. ¿Alguna vez habla con sus amigos sobre estas cosas?

—No ser, nunca. Jamás. —Era una pregunta justa. Hasta el momento, Tien se había mostrado justo con ella.

—¿Entiende la importancia de no contar a los periodistas todo esto?

—Sí, ser. Lo entiendo bien. He hablado de esto con Denys Nye, Giraud Nye y el Concejo. Nadie más. Y mis azi, pero ellos no lo saben todo y no están en la habitación cuando trabajo con el sistema. Y no hablan. Pertenecen a Seguridad de Reseune y su psicogrupo les impide discutir nada que tenga que ver conmigo, ni siquiera trivialidades o detalles ínfimos.

—Entendemos eso. ¿Puede estimar cuánta información se está guardando? Ah. Muy buena pregunta.

—Mi predecesora tenía algunas teorías sobre lo que pasaría en Gehe





—¿Se los va a dar a usted?

—Ser, a quienquiera que esté trabajando en el proyecto, pero seguramente a mí, ser, sí, ya que soy quien tiene las notas de mi predecesora.

—Tiempo —dijo Harad—. Almirante Khalid.

—Hablemos de las notas —empezó Khalid—. Y de por qué las notas, si es que existen, no están en manos de un investigador competente.

—Técnicamente, Ari es supervisora de Ala —dijo Giraud—. Y es competente.

—No tiene nada que hacer con las notas —espetó Khalid—. ¿O debemos creer que Reseune está en manos de una niña de quince años y de una mujer muerta? Eso cuestiona más la competencia de la Administración de Reseune que la de ella. No tengo nada contra la niña. Pero tengo bastante contra Reseune. Y encuentro pruebas de una mala administración muy grave. Muy grave. Creo que tengo evidencias más que suficientes para extender esta investigación a los actos de Reseune que han creado esta situación.

—Si quiere, puede hacerlo —replicó Giraud—. Pero con eso no va a conseguir las notas.

El martillo golpeó sobre el estrado. Muchas veces.

—Joven sera —dijo Khalid—. Puedo demandarla por desobediencia de una orden del Concejo. Y a su administrador y a otros que la apoyan.

Ari tomó un trago de agua. Cuando todo se calmó, subrayó:

—Usted puede arrestar a quien quiera, pero lo que quiere saber pertenece al ámbito de la ciencia, y para entenderlo tiene que preguntar a los científicos. Nosotros somos científicos. Los laboratorios no tienen a nadie que pueda leerlas. Ni Defensa. Yo le estoy diciendo lo que hay en esas notas y lo que va a encontrar si pone a un científico para descifrarlas. Si no me cree ahora, ¿por qué me creería entonces? El martillo volvió a golpear.

—Canciller. Sera. Por favor. Canciller Khalid.

—Estamos tratando con una chica inmadura —aseveró Khalid—, que se ha visto empujada a adoptar esta postura desde la Administración Reseune. Repito. Lo que tenemos que hacer es ampliar esta investigación hasta que consigamos individuos que actúen con responsabilidad. Es una cuestión de seguridad nacional. La Ley de Secreto Militar...

—El canciller transgrede las normas —señaló Giraud.

—... requiere una investigación para cualquier mal manejo de información secreta. El manejo que permitió que una niña de quince años dejara escapar información frente a las cámaras, información que nunca debió haber llegado al público...