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—Los bebés del caballo no servirán para comer —explicó Florian, sentado a su lado—. Es un animal de trabajo. Eso quiere decir que no los convertirán en comida.

Catlin tomó esa noticia como tomaba muchas cosas, sin comentarios, pero él vio que asentía y ésa era la forma en que Catlin expresaba que estaba de acuerdo con algo.

Le gustaba Catlin. Había tardado tiempo en decidirlo porque Catlin era muy reservada, pero habían pasado por la Habitación muchas veces y sólo lo habían Atrapado en una ocasión y eso era porque antes habían Atrapado a Catlin y había habido demasiados Enemigos, todos mayores. A Catlin la habían Atrapado dos veces en total, pero la segunda había gritado que se fuera y le había dado tiempo de volar una puerta y salir. Había sido culpa de él: se movió demasiado lento, así que Catlin Atrapó a todos los Enemigos excepto el que le Atrapó a ella, y Florian Atrapó a ése porque él tenía una granada; el Enemigo no esperaba que la tuviera porque él era un técnico con las manos siempre llenas de cosas. Catlin había estado muy orgullosa de él por eso.

Estaba contento de que sólo fuera un Juego y le dijo al instructor que había sido culpa suya, no de Catlin. Pero el instructor señaló que formaban un equipo y que eso no importaba.

Les dio la mitad del tiempo de Rec.

Y eso bastaba para ir allí. Y esa vez consiguió convencer a Catlin de que fuera con él y conociera a Andy y viera todos los animales.

Estaba seguro de que Andy y Catlin se llevarían bien. Pero Catlin comentó que el caballo era algo especial.

Así que pidió a Andy que mostrara el bebé a Catlin.

—Es hermosa —comentó Catlin cuando vio a la niña caballo que jugaba a escaparse de ellos, la cola toda en un círculo y los cascos golpeando el polvo del establo—. ¡Mira! ¡Mira cómo se mueve!

—Tú compañera es buena también —dijo Andy con un gesto de la cabeza hacia Catlin.

Lo cual era algo, viniendo de Andy. Florian se puso contento, realmente contento porque todas las cosas que quería encajaban cada una en su lugar, Catlin y Andy y todo.

Entonces recordó que tenían que volver antes del toque de queda y eso significaba que debían darse prisa.

—Es hora —dijo, y a Andy—: Volveré en cuanto pueda.

—Adiós —se despidió Andy.

—Adiós —murmuró Florian con una pequeña reverencia.

—Adiós —dijo Catlin, lo cual no era frecuente en ella. Catlin generalmente le dejaba hablar a él cuando trataban con cualquiera que no fuera Seguridad.

Tuvieron que caminar muy rápido. En el camino de ida él había enseñado a Catlin los atajos y a la vuelta ya los sabía. Así era Catlin.

También tenía las piernas más largas que él y podía caminar más rápido. Florian siempre había pensado que los chicos tenían que ser más altos y más fuertes. El instructor le dijo que no era así cuando los niños tenían siete años.

Así que se sintió un poco mejor con eso. Y caminó rápido para seguir el ritmo de Catlin y cuando llegaron a los Barracones Verdes tenía el aliento más agitado que ella.

Pero cuando ficharon la llegada, los dos tenían una orden de dirigirse al mostrador. El azi que estaba allí estudió su máquina y dijo:

—Reportarse al supervisor, sección Blanca. Eso quedaba al otro lado de la ciudad. Era el Hospital. Significaba cinta en lugar de ir a sus habitaciones.

—Sí —dijo Catlin y sacó la tarjeta y se la prendió en la blusa. Él cogió la suya.

—La misma orden para ti —dijo el azi.

—Me pregunto por qué —murmuró él cuando salieron de nuevo al camino, hacía Blanco.

—No tiene sentido preguntarse —zanjó Catlin. Pero estaba preocupada y caminaba rápido. Él la seguía con algún esfuerzo de vez en cuando.

Hacía ya mucho rato que el sol se había puesto detrás de los Acantilados. El cielo estaba rosado ahora y las luces estarían encendidas antes de que pudieran volver. Los caminos y rutas aparecían casi desiertos porque casi todos estaban cenando. Era una hora muy rara para tener que usar cinta. Florian se sintió inquieto.

Cuando llegaron al Hospital, el empleado cogió las dos tarjetas, las leyó e indicó a cada uno adonde debía ir.

Él miró a Catlin mientras ella se iba por su lado. Entonces tuvo miedo y no sabía de qué o por qué, excepto que sentía como si estuviera en peligro y ella también. Si uno hacía cinta, iba al Hospital de día. No a la hora de cenar. Tenía el estómago vacío y se le ocurrió que tal vez era un ejercicio sorpresa: los mayores debían pasarlos, los sacaban de la cama y se les oía por el pasillo en medio de la noche, corriendo tan rápido como podían.

Pero cuando llegaron no les esperaba una Habitación, era realmente el Hospital. No había más remedio que seguir las órdenes y no se pensaba en el Hospital, había que sacarse la camisa y colgarla, luego subirse a la mesa y sentarse tratando de no temblar hasta que el supervisor llegaba para contestar las preguntas.



Era un supervisor que nunca había visto antes. Era un hombre, que conectó el equipo de cinta antes de mirarlo y luego dijo:

—Hola, Florian. ¿Cómo estás?

—Tengo miedo, ser. ¿Por qué nos dan cinta ahora?

—La cinta te lo dirá. No tengas miedo. —Sacó una jeringa, cogió el brazo de Florian y lo inyectó. Florian tembló. Se había puesto nervioso. El supervisor le palmeó el hombro y dejó la hipodérmica. Y lo abrazó ,porque era una inyección muy fuerte: Florian podía sentir cómo trabajaba con rapidez—. Buen chico —dijo el supervisor y sus manos eran amables aunque no hablaba tan amablemente como algunos otros supervisores. No lo soltó, le dio la vuelta y lo ayudó a poner las piernas sobre la mesa y mantuvo la mano siempre allí, bajo sus hombros, bajo sus hombros y sobre su frente—. Va a ser una profunda. Ahora no estás asustado.

—No —dijo él mientras sentía que el miedo desaparecía, pero no la sensación de estar todo abierto.

—Todavía más profundo. Tanto como puedas, Florian. Ve al centro y espérame ahí.

XIII

—No quiero una fiesta —dijo Ari, sentada con indolencia mientras el tío Denys le hablaba—. No quiero ninguna fiesta fea, no me gusta ninguno de los chicos, no quiero tener que ser buena con ellos.

Ya estaba de malas con el tío Denys por haber cogido la tarjeta de Nelly porque ésta, como era Nelly, le había contado al tío Denys y al tío Giraud todo el asunto cuando el tío Denys se lo preguntó. Nelly no quería meterla en problemas. La habían atrapado de todos modos. Nelly se había puesto muy triste. Y el tío Denys tuvo una charla muy seria con ella y con Nelly sobre seguridad y cuidado en el edificio y sobre que no debía vagar por todas partes.

En general lo que dijo fue que estaba muy enfadado con Justin y con Grant por no haberle llamado para decirle que ella no estaba donde se suponía que debía estar, y ellos también se habían metido en líos. El tío Denys le había enviado un mensaje furioso; y ahora se suponía que debían decirle si ella iba allí en lugar de ir por los pasillos que le habían indicado.

Ari estaba muy enfadada con el tío Denys.

—¿No quieres a los demás niños? —dijo el tío Denys, como una pregunta.

—Son estúpidos.

—Bueno, ¿y una fiesta de personas mayores? Tendrás ponche y tarta y todo eso. Y regalos. No vendría toda la Familia. ¿Qué tal el doctor Ivanov y Giraud?

—No me gusta Giraud.

—Ari, eso no está bien. Es mi hermano. Es tu tío. Y ha sido muy bueno contigo.

—No me importa. No me dejas invitar a los que yo quiero.

—Ari...

—No es culpa de Justin que yo cogiera la tarjeta de Nelly.

El tío Denys suspiró.

—Ari...

—No quiero una fiesta de viejos.

—Mira, Ari, no sé si Justin podrá venir.

—Quiero a Justin y quiero a Grant y quiero a Mary.

—¿Quién es Mary?

—Mary es la técnica de los laboratorios.

—Mary es azi, Ari, y se sentiría muy incómoda. Pero si de veras lo deseas, veré qué puedo hacer con Justin. No te lo prometo, ¿entiendes? Está ocupadísimo. Tendré que preguntárselo. Pero puedes enviarle una invitación.