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II

Ari leyó el problema, pensó en lo que sabía por las cintas y preguntó a mamá:

—¿Importa cuántos son niños y cuántos niñas? Mamá lo pensó un momento.

—En realidad, sí. Pero puedes resolverlo como si no importara.

—¿Por qué?

—Porque, y escúchame bien, determinadas cosas son menos importantes en algunos problemas, y cuando estás aprendiendo cómo resolver uno, no importa dejar algunas cosas de lado si te ayuda a recordar qué es lo importante. En este problema, todo es importante, niños y niñas, el clima, si hay suficiente comida o no, si hay animales que los pueden comer a ellos, pero ahora sólo debes fijarte en los genes. Cuando puedas resolver todos esos problemas, entonces estas respuestas te dirán cómo trabajar en todas las demás cuestiones. Otra cosa. No les gusta decirte que lo sabes todo. Tal vez haya algo en lo que nadie ha pensado antes. Y si tú crees que te lo dicen todo, tal vez te estés engañando. Así que empiezan con las cosas simples y luego agregan si son niños o niñas. ¿Me has entendido?

—Importa —insistió Ari, tozuda—, porque los peces niños se pelean unos contra otros. Si nadie se come a nadie, habrá veinticuatro azules. Pero se los comerán, porque los azules son fáciles de ver y no pueden esconderse. Y si los pones con peces grandes no habrá ningún pez azul.

—¿Sabes si un pez ve los colores?

—¿Los ven?

—Dejemos eso por ahora. ¿Y si las hembras prefieren a los azules?

—¿Por qué?

—Supón que los prefieren. Llévalo una generación más adelante.

—¿Cuánto más los prefieren?

—Un veinticinco por ciento.

—Todos esos bebés azules van a hacer que los peces grandes se pongan gordos y ellos también tendrán más y más pececitos. Esto se está complicando mucho.

Mamá puso esa cara rara de cuando iba a estornudar o a reírse o a ponerse nerviosa. Y luego puso otra cara rara que no era divertida. Y la cogió por los brazos y la abrazó fuerte.

Mamá hacía mucho eso últimamente. Ari pensaba que debería sentirse contenta, más contenta de lo que estaba. Nunca había tenido a su mamá tanto tiempo para ella sola. Ni a Ollie.

Pero había una sensación de peligro.

Mamá no era feliz. Ollie tampoco. Ollie se portaba como un azi todo el día y mamá y Ollie no se gritaban mutuamente. Ya no. Mamá no le gritaba a nadie ahora. Nelly siempre parecía confundida. Fedra se portaba como una azi también.

Ari estaba asustada y quería preguntar a mamá por qué, pero tenía miedo de que mamá se echara a llorar. Mamá siempre ponía esa cara últimamente. Y a Ari le dolía cuando mamá lloraba.

Así que ahora se aferró a mamá.

A la mañana siguiente fue a la escuela de juegos. Ya era mayor y podía ir sola. Mamá la abrazó en la puerta. Ollie se acercó y la abrazó también. No lo había hecho desde hacía mucho tiempo.

Ella se volvió un poco más adelante y la puerta ya estaba cerrada. Le pareció raro. Pero se fue a la escuela.

III

RESEUNE UNO despegó y Jane se aferró a los brazos de cuero del asiento. Y no miró por la ventanilla. No quería ver cómo desaparecía Reseune. Se mordió los labios, cerró los ojos y sintió que la cara se le humedecía mientras la suave aceleración la empujaba contra el asiento.

Se giró hacia Ollie cuando llegaron a la altura de crucero.

—Ollie, prepárame un trago. Doble.

—Sí, será —dijo Ollie y se desabrochó el cinturón.

Fedra, sentada frente a Jane y Ollie, había dado la vuelta al asiento para mirarla por encima de la mesita.

—¿Puedo hacer algo por usted, sera? Dios mío, ¿lo necesita, eh? Fedra tiene miedo.

Quiero que hagas una lista de compras. Cosas que puedan ser necesarias en una nave. Tendrás que ordenar algunas cuando lleguemos a la estación. Hay un librito de orientación en el bolsillo exterior. Yo te controlaré.



—Sí, sera.

Eso remediaba en parte los problemas de Fedra. Ollie se sentía herido. Le había pedido cinta. Él, había pedido cinta, de azi a supervisor, y ella se la había negado.

—Ollie —había dicho—. Eres demasiado CIUD. Necesito que lo seas. ¿Entiendes lo que te digo?

—Sí —había respondido él. Y lo aguantó mejor que ella.

—Uno para ti también —gritó Jane por encima del ruido de los motores. El se dio la vuelta y asintió, para demostrarle que había oído—. ¡Y para Fedra!

Peggy llegó hasta Ollie, en el bar, se tambaleó cuando el avión pasó por un pequeño remolino de aire y luego se agachó y tomó un par de vasos.

Para Julia. Atrás, Julia y Gloria.

—¡Me has destrozado la vida! —le había gritado Julia en la terminal. Justo ante Denys, los azi y la Familia, que había ido a despedirlos. Mientras la pobre Gloria se quedaba allí, con la barbilla temblorosa y los ojos llenos de lágrimas. No era mala. Una niña que había tenido demasiado de casi todo, demasiado poco de las cosas importantes, y que miraba a la abuela que casi no había visto nunca y que probablemente buscaba señales de maldad en su persona. Gloria no tenía ni idea de cómo era el mundo al que se dirigía. No tenía ni idea de lo que significaba la disciplina de una nave o el cerrado mundo de acero de una estación de trabajo.

—Hola, Gloria —la había saludado ella, dominándose, tratando de no... Dios, nunca, no compararla con Ari, que tal vez oiría despegar un avión y lo identificaría con RESEUNE UNO. Nada más que eso.

Gloria había corrido al lado de su madre, que estaba a punto de desmayarse. Julia había conseguido que la partida tuviera un aire ridículo. Probablemente era bueno que viajaran con Seguridad de Reseune. No se podía confiar en que Julia no se escapara en Novgorod.

Irracionalmente aterrorizada por el transbordador, el vacío, los saltos, todas las cosas que involucraban la física que Julia nunca se había preocupado por aprender y que ahora consideraba poco seguras.

Lo lamento, cariño, ojalá pudiera construir una burbuja para ti donde las cosas fueran como tú deseas. Siento que esto se te venga encima.

Lo he hecho desde que naciste. Lo lamento, hija. De veras que lo siento.

Siento que vengas conmigo.

Ollie trajo las bebidas. Estaba pálido, pero se portaba bien, teniendo en cuenta las circunstancias. Jane consiguió sonreírle cuando él le dio la copa y él la miró fijamente mientras se sentaba a su lado con la suya en la mano.

Jane se tomó la mitad de la copa sin darse cuenta.

—Estaré bien —dijo y levantó el vaso—. Salud, Ollie. De vuelta al sitio de donde procedo. Por fin volvemos a casa.

Y luego, después de su segundo doble:

—Me siento como si tuviera veinte años de nuevo, Ollie, como si Reseune no hubiera existido.

O tal vez era que había conseguido olvidar esa parte de su vida.

IV

Fedra no estaba en la escuela de juegos. Nelly sí. Nelly era fácil de manejar. Sam pudo empujarla bien alto en el columpio. Nelly se preocupó, pero no iba a detenerlos porque sabía que entonces Ari se enfadaría, y Nelly no quería eso.

Así que Sam la columpió y ella columpió a Sam. Y treparon por la estructura metálica. Finalmente, Jan fue a buscar a Sam. Nelly estaba llevándola a casa cuando Denys fue al encuentro de los dos en el pasillo.

—Nelly —dijo Denys—. Seguridad quiere hablar contigo.

—¿Por qué? —preguntó Ari. De pronto, el miedo la asaltó denuevo. Seguridad y Nelly estaban tan lejos el uno del otro. Era como todo lo que sucedía últimamente. Había algo que no encajaba.

—Nelly —insistió Denys—. Haz lo que te digo.

—Sí, ser.

Y Denys, grandote, se arrodilló sobre una pierna y cogió a Ari de las manos, mientras Nelly se iba.

—Ari —le dijo—, ha sucedido algo grave. Tu mamá ha tenido que ir a hacerse cargo de una cosa. Ha tenido que irse.