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—Dios mío —murmuró Grant.

—El embajador de la Alianza llegó a la estación con una protesta oficial. Tienen una sesión de emergencia en el Concejo. Parece que hemos violado el tratado. Una docena de artículos, como mínimo.

—¿Una colonia de qué tamaño? —preguntó Grant, acertando justo en el blanco.

—No lo saben. O no quieren decirlo.

—Y nadie estaba al corriente de esto. ¿Es alguna base de Defensa?

—Tal vez. Tal vez, sí. Pero no ahora. Por lo visto han vuelto a la vida primitiva.

Grant emitió un sonido suave con la garganta, como una serpiente.

—Un mundo habitable.

—A la fuerza. No estamos hablando de una bola de piedra. El servicio informativo ha planteado la posibilidad de que haya algo en los documentos secretos de los años de la Guerra.

Grant se quedó en silencio un momento, con los codos sobre las rodillas.

La Guerra era un hecho de la generación anterior. Nadie deseaba repetirlo, pero la amenaza siempre estaba allí. Los comerciantes de la Alianza iban y venían. Sol había explorado el otro sector del espacio y se había quemado los dedos con algo muy peligroso. Ahora Sol jugaba desesperadamente con la política entre la Alianza y la Unión, tratando de no caer bajo el régimen de la Alianza y de caminar sobre la cuerda floja para seguir siendo independiente de las naves de la Alianza sin empujar a ésta a defender las prerrogativas conseguidas por el tratado o hacer que sus intereses se enfrentaran a los de la Unión. Las cosas estaban muy delicadas. Y la situación había mejorado gradualmente.

Toda una generación había crecido pensando que estaba resolviendo el problema.

Pero los viejos misiles que las naves de guerra habían disparado hacía ya cien años todavía representaban un peligro para la navegación. A veces, el pasado volvía a las noticias del día como una venganza.

Y aparecían viejas enemistades, como fantasmas, agitando un presente en el que los seres humanos sabían que no estaban solos.

—No parece ser cosa de dos o tres supervivientes —continuó Justin—. Dicen «colonia ilegal» y admiten que es nuestra.

—¿Todavía funciona? ¿Organizada?

—No se sabe nada a ciencia cierta. Otro momento de silencio. Grant se sentó y recordó secarse el cabello para que no le quedara despeinado.

—Maldito lío. ¿Han dicho si los van a sacar, o si ya los han evacuado? ¿Han dicho lo que van a hacer?

—No sé nada todavía.

—Bueno, podemos adivinar dónde estará Giraud durante esta semana, ¿no?

V

Ari estaba aburrida en las oficinas. Veía entrar y salir a las personas. Se sentó en un escritorio al fondo y cortó papel doblado en formas que después desplegó. Tomó un papel y dibujó un pez con una cola larga.

Finalmente, se puso en pie y se escapó cuando Kyle no la vigilaba, mientras mamá hacía algo largo y aburrido en la oficina interior; y parecía que mamá estaría hablando durante muchísimo rato.

Eso significaba que no le importaría si paseaba por el pasillo. Sólo eran oficinas. Es decir, ningún negocio ni juguetes, nada que mirar y ningún vídeo. A ella le gustaba estar sentada y dibujar. Pero las oficinas de mamá eran mejores porque había una ventana para poder mirar hacia el exterior.

Allí no había nada, sólo puertas en todos lados. El suelo tenía rayas de metal y ella caminó por una mientras miraba las oficinas que estaban abiertas. En realidad, la mayoría lo estaba.

Así fue como vio a Justin.

Estaba en un escritorio, trabajando en un teclado, muy serio.

Ella se quedó en el umbral y lo miró. Y esperó, mirándolo, a que él la descubriera.

Siempre era diferente del resto de la gente. Ella lo recordaba de un lugar brillante, con Grant. Lo veía sólo a veces, y cuando le preguntaba a mamá por qué la gente se disgustaba con Justin, ella decía que estaba imaginando cosas.

Sabía que no era así. Era una sensación de peligro y de preocupación. Ella sabía que no debía molestarlo. Pero se estaba bien en aquel pasillo, donde había gente que pasaba constantemente. Y ella sólo quería mirarlo, pero no entrar.

Cambió el peso de un pie a otro y entonces él la vio.



—Hola —saludó Ari.

Y volvió a sentir aquella sensación de miedo. La de él, cuando la vio. Y la de ella, cuando pensó que tal vez mamá se enojaría.

—Hola —respondió él, nervioso.

Siempre era así cuando estaba cerca de Justin. La sensación de tensión lo acompañaba siempre y aumentaba cuando estaba cerca de él. Todos transmitían el mismo sentimiento. Era un acertijo que no podía resolver, y por la forma en que mamá se callaba cuando ella le preguntaba sobre Justin presentía que él era un acertijo que mamá no aprobaba. Ollie tampoco. Justin asistía a fiestas y ella lo veía desde el otro lado de la sala, pero mamá siempre aparecía y se la llevaba si quería ir a saludarlo. Así que Ari pensaba que Justin se había metido en graves problemas por algo, y tal vez había algo malo con él, como que no estuvieran seguros de que fuera a portarse bien. A veces los azi eran así. A veces los CIUD también. Mamá lo decía. Y resultaba más difícil arreglar a los CIUD y más fácil desequilibrar a un azi. Así que ella no debía burlarse de los azi. Excepto de Ollie, que se lo tomaba muy bien.

Justin tenía todas las trazas de un «azi», pero ella sabía que no lo era. Era sólo Justin. Y era un acertijo que iba y venía, y nadie quería que los chicos se le acercaran.

—Mamá está allí con Peterson —informó ella, en tono de conversación y también porque quería que él supiera que no estaba metiéndose donde no debía.

Así que ésa era la oficina de Justin. Era diminuta. Había papeles por todas partes. Ella se inclinó demasiado y tuvo que agarrarse de la puerta para no caerse. Tonta, diría mamá. Estate quieta. Ponte recta. No estés dando vueltas. Pero Justin nunca lo decía. Dejaba que todo lo dijera ella.

—¿Dónde está Grant?

—En la biblioteca.

—Ahora ya tengo seis años.

—Lo sé.

—¿Cómo lo sabes? Justin pareció incómodo.

—¿No te estará buscando tu mamá?

—Mamá tiene una reunión. Estoy cansada de estar allí. —Iba a ignorarla, iba a volver a su trabajo. No iba a permitir que le diera la espalda de esta manera. Entró y se dirigió a la silla cerca del escritorio. Se inclinó sobre el brazo de la silla y lo miró, allá arriba—. Ollie siempre está trabajando.

—Y yo también. Estoy ocupado, Ari. Vete ya.

—¿Qué estás haciendo?

—Trabajo.

Ella sabía cuándo la estaban echando. Pero no estaba obligada a obedecer a Justin. Así que se apoyó sobre los brazos, frunció el ceño e intentó un nuevo acercamiento.

—Voy a estudio con cinta. Ya puedo leer esto. Dice: Matriz sub... —Se retorció porque en la pantalla aparecía una palabra muy larga—. Matriz sub-li-mi-nal.

Él apagó la pantalla, se dio la vuelta y frunció el ceño.

Ella pensó que tal vez había ido demasiado lejos, que no debía estar allí inclinada sobre los codos y tan cerca de él. Pero retroceder no le gustaba nada. Hizo una mueca con el labio inferior.

—Vete con mamá, Ari. Seguro que te está buscando.

—No quiero. ¿Qué es una matriz subliminal?

—Un grupo de cosas. Una disposición especial de un grupo de cosas. —Justin empujó la silla hacia atrás y se puso en pie, así que ella lo imitó y se enderezó—. Tengo una cita. Tengo que cerrar la oficina. Vete con tu madre.

—No quiero. —Él era muy alto. Como Ollie. Y no era tan seguro como Ollie. La estaba empujando, la estaba echando. Ella se quedó firme en su sitio.

—Fuera —exclamó él en la puerta, señalando el pasillo.

Ella salió. Justin salió también y cerró la puerta. Ari lo esperó. Ya lo había pensado. Cuando él salió al pasillo, Ari salió con él.

—Vete —replicó él, de pie en el mismo sitio, señalando hacia la oficina de mamá.

Ari le sonrió, pero era una expresión traviesa.