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Ella no entendía por qué estaba mal, pero Valery había llorado y ella también. Sera Schwartz se había enfadado mucho con ella. Y Ari se dio cuenta aunque sera Schwartz fue amable con ella y le decía que iba a echarla de menos.

Mamá la había llevado de vuelta a casa y ella había llorado hasta que se había quedado dormida. Pero mamá estaba muy enfadada por algo y le decía que dejara de llorar. Ella la obedeció durante un rato. Pero después de eso, se pasaba días y días llorando. Y mamá decía que basta, y ella paraba, porque mamá estaba mal y las cosas se estaban poniendo desagradables en el departamento, desagradables era la única palabra que podía usar. Eso hacía que todo fuera horrible. Sabía que estaba haciéndole daño a mamá.

A veces tenía miedo. No sabía por qué.

Estaba triste por Amy, y trataba de portarse bien con Sam y Tommy cuando venían, pero pensaba que si le devolvían a Amy, le pegaría de nuevo.

Hubiese pegado a Tommy y a Sam también, pero si lo hacía ya no tendría a nadie. Fedra le había dicho que tenía que ser buena, que se estaba quedando sin amiguitos.

III

—Ésta es la habitación —dijo el instructor.

—Sí, ser —dijo Catlin. Estaba nerviosa e impaciente al mismo tiempo. Había oído hablar de la habitación. Los mayores hablaban de eso. Sabía las cosas que hacían allí, como apagar y encender las luces y a veces tiraban agua en el suelo. Pero su instructor siempre tenía la verdad. Su instructor le dijo que tenía que atravesar un túnel y que debía hacerlo rápido.

—¿Estás lista?

—Sí, ser.

Él abrió la puerta. Era una pequeña habitacioncilla con otra puerta. La que estaba tras ella se cerró y las luces se apagaron.

Ella se movió; ni siquiera estaba segura de dónde estaba el túnel y de si ya se encontraba en él o no.

—¡Alto! —aulló una voz. Y una lucecita roja iluminó la pared y estalló.

Era un disparo. Ella lo sabía. Su cuerpo sabía qué hacer; tropezaba y quería rodar y cubrirse, pero el suelo se derrumbó y ella siguió rodando como por un tubo y, zas, al agua fría. Catlin se sacudió y se puso en pie con el agua hasta las rodillas. No había que confiar nunca en Seguridad. Alguien había disparado. Debía correr y ponerse a cubierto.

Pero: Atraviesa el túnel,había dicho el instructor. Tan rápido como puedas.

Así que se puso en pie, tan rápido como pudo, hasta que tropezó con una pared y la siguió, hacia arriba, hacia el suelo seco de nuevo. En un lugar que resonaba bajo sus pies. El ruido era malo. Estaba oscuro y ella era fácilmente visible en la oscuridad por su cabello claro y su piel pálida. No sabía si debía deslizarse sigilosamente o correr, pero «rápido» era «rápido», y eso era lo que había dicho el instructor.

Corría rápida y fácilmente, una mano apoyada sobre la pared para orientarse en la oscuridad y la otra hacia delante para no tropezar con nada.

El túnel giró. Ella empezó a subir una cuesta y luego de nuevo abajo sobre hormigón, y todavía estaba muy oscuro.

¡Algo...!pensó ella, justo antes de entrar y de que la emboscada la atrapara.

Ella le dio un codazo y se retorció y, cuando sintió que la aferraba supo que era un Enemigo, pero sólo consiguió aferraría por la ropa y se retorció hasta lograr zafarse, rápido, rápido, tan rápido como pudiera correr, con el corazón palpitándole en el pecho.

Golpeó la pared en el ángulo, ¡bang!, y casi se quedó fría, pero se levantó y siguió adelante, adelante...

La puerta se abrió, blanca, cegadora.

Algo la hizo agacharse y atravesarla y aterrizó en el suelo de la pequeña habitación, con el gusto de la sangre en la boca, el labio partido y la nariz sangrando.

Una puerta se cerró y se abrió la otra, y el hombre que estaba allí no era el instructor. Tenía las cejas de un Enemigo y llevaba un arma.



Ella trató de darle una patada, pero él la atrapó, ella oyó el ruido.

La puerta se cerró de nuevo y se abrió mientras ella se ponía en pie, furiosa y avergonzada.

Pero esta vez era el instructor.

—El Enemigo nunca juega limpio —dijo—. Vamos a ver qué hiciste bien y qué hiciste mal.

Catlin se frotó la nariz. Le dolía bastante. Todavía estaba furiosa y avergonzada. Había pasado. Deseaba haber atrapado al hombre al final. Pero era un mayor. Eso tampoco era justo. Y la nariz no había dejado de sangrarle.

El instructor consiguió una tela fría y se la puso en el cuello. Dijo que el médico le examinaría la nariz y la boca. Mientras tanto, abrió el Anotador le pidió que le contara lo que había hecho y le dijo que la mayoría de los de seis no lograba atravesar el túnel.

—Eres excepcionalmente buena —la felicitó.

Y con eso, ella se sintió mucho, mucho mejor. Pero no iba a olvidarse de ese Enemigo al final. Aquí te Atrapaban hasta cuando ya había terminado la lección. Ésa era la Regla. Y Catlin odiaba que la Atraparan. Lo odiaba. Sabía que cuando creciera, el hecho de que la Atraparan significaría la muerte. Sabía lo que era la muerte. Llevaron a los de seis al matadero para que vieran cómo mataban a un cerdo. Fue rápido, y muy pronto el cerdo ya no era un cerdo. Lo levantaron y lo cortaron, y todos entendieron lo que significaba morir: uno se detenía ahí mismo y después de eso, sólo se era carne. No había una segunda oportunidad cuando uno estaba muerto, y había que Atrapar al Enemigo primero y convertirlo en muerto lo más rápido posible.

Ella era buena. Pero el Enemigo no jugaba limpio. Eso era algo que daba miedo aprender. Ella empezó a temblar. Trató de controlarse, pero el instructor se dio cuenta de todos modos y dijo que era mejor que la viera el doctor.

—Sí, ser —dijo ella. La nariz todavía le sangraba y tenía la tela empapada en sangre. Se secó con ella y sintió que le temblaban las rodillas cuando caminaba, pero se fue andando, sola.

El doctor explicó que no tenía la nariz rota. Tenía un diente flojo pero estaba bien, se arreglaría todo.

El instructor dijo que iba a empezar a aprender a disparar. Afirmó que sería buena en eso porque su genotipo lo decía. Se esperaba que le fuera muy bien en la habitación. Todos los que tenían su genotipo eran así. Dijo que los genotipos a veces mejoraban. Comentó que ésa era la meta; que ésa era la meta de todos los azi. Incluso si ella nunca había visto a otro AC-7892.

Consiguió un buena nota ese día. No podía decírselo a nadie. Se suponía que no debía hablar con nadie de eso nunca. No podía hablar del túnel. El instructor se lo dijo. Era la Regla.

Lo único que la preocupaba era el último Enemigo. El instructor le explicó que un arma la habría ayudado y el tamaño también habría ayudado, pero sin eso, no era mucho lo que podía hacer. No había estado mal rodar al final, aunque la había lanzado al suelo cuando se abrió la puerta.

—Podría haber corrido, sorprenderlo y escaparme —aventuró ella.

—Te habría disparado en la espalda —afirmó el instructor—. Incluso en el pasillo.

Ella reflexionó sobre ello durante mucho rato.

IV

—Fuera vídeo —dijo Justin y el Cuidador lo cortó. El se sentó en su bata sobre el sillón. Grant se acercó lentamente, en bata también, con el cabello envuelto en una toalla.

—¿Qué novedades hay esta noche? —preguntó Grant.

—Hay algún tipo de conmoción en Novgorod. Algo sobre una estrella llamada Gehe

—¿Dónde queda? —No había ninguna estrella llamada Gehe

—Cerca de la Alianza. Más allá del Viking. —El informe no había sido preciso—. Por lo visto hay un planeta allí. Con seres humanos. Parece que la Unión lo colonizó sin decírselo a nadie. Hace sesenta años.