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—No estar aquí, eso es todo.

—¿Muertos? —preguntó Catlin.

El corazón de Ari le dio un brinco en el pecho. Meneó la cabeza, con fuerza.

—No, Desaparecen, eso es todo. A Fargone o a alguna otra parte. —Lo que seguía era difícil de poner en palabras. Les advirtió con un gesto que se quedaran bien callados o ella se enojaría, porque no iba a hablar de Nelly—. Mi mamá y su azi Desaparecieron. Ella no quería. El tío Denys dice que tenía cosas importantes que hacer en Fargone. Tal vez sea cierto. Tal vez no. A lo mejor es lo que me dicen porque soy pequeña. Muchos niños Desaparecieron también. Por eso tengo mucho cuidado. Vosotros también debéis tener cuidado.

—Si alguien nos Desapareciera —dijo Catlin—, volveríamos.

Típico de Catlin. Catlin volvería, claro, pensó Ari, o al menos ella y Florian harían mucho daño.

—Mi mamá es muy inteligente —continuó Ari—, y Ollie es muy fuerte, y no estoy segura de que se limiten a agarrarte por el brazo. Tal vez te Trabajan, ya sabéis, o te engañan con psicología.

—¿Quién es nuestro Enemigo? —preguntó Florian.

Era su forma de pensar. El corazón de Ari latió con fuerza. Nunca había hablado así con nadie. Nunca había pensado como lo haría un azi, sin estar en medio de todo. Las cosas cobraban sentido de pronto cuando uno pensaba como ellos, eran claras, simples, sin problemas. Y cuando uno pensaba: ¿ysi realmente hay un Enemigo? Se sentó y trató de pensar en quién podría hacer cosas como raptar gente y convencer a otros y hacer desaparecer gente mayor y fuerte sin que ellos pudieran evitarlo.

Aferró a Florian y lo acercó bien a ella y le murmuró directamente en el oído entre las dos manos, como se hace cuando uno quiere que algo sea realmente secreto, por el Cuidador, y si hablaban de un Enemigo, uno no podía saber dónde estaba a salvo.

—Creo que puede ser Giraud. Pero él no es un Enemigo corriente. Puede darnos órdenes. Da las órdenes de Seguridad.

Florian la miró realmente preocupado. Catlin le dio un codazo y él se inclinó hacia ella y le murmuró en el oído.

Entonces Catlin pareció asustada, y eso no era frecuente en Catlin.

Ari aferró a Catlin y murmuró:

—Es el único que puede haber Atrapado a mi mamá. Catlin le murmuró también:

—Entonces, tienes que Atraparlo a él primero.

—Tal vez no sea él —murmuró Ari. Y se sentó y pensó mientras Catlin se lo repetía a Florian. Florian dijo algo y luego se inclinó y le dijo a Ari:

—No deberíamos estar hablando de esto ahora. Ella miró a Florian, asustada.

—Un mayor es muy peligroso —continuó Florian. Y en un murmullo aún más débil—: Por favor, sera. Mañana. Fuera.

La entendían, entonces. La creían, no sólo porque fuera azi. Lo que ella decía tenía sentido para ellos. Ella se abrazó las piernas y se sintió temblorosa y estúpida y enfadada consigo misma; y al mismo tiempo pensó que no había entendido muchas cosas porque no les había encontrado el sentido. Había pensado que las cosas pasaban porque sí, porque siempre habían pasado y porque el mundo era así. Pero eso era una estupidez. Las cosas no pasaban sin más, la gente hacía que pasaran, y Florian y Catlin lo sabían como lo habría sabido ella si no hubiera estado ahí, frente a sus ojos, siempre.

¿Qué es raro?era un juego que acostumbraban a jugar. Florian o Catlin decían: ¿qué es raro en la sala? Y medían el tiempo para ver cuánto tardaba en encontrarlo. Una o dos veces ella ganó a Catlin y una vez ganó a Florian; una o dos veces puso las cosas tan bien que ellos tuvieron que darse por vencidos. No era estúpida con esas cosas. Pero se sentía tonta con respecto al Enemigo.

Lo tonto era pensar que las cosas tenían que ser como eran.

Lo tonto era que cuando mamá se fue, ella había pensado que alguien debía de haberla obligado, pero luego lo había organizado todo para que eso careciera de importancia; si mamá no había podido llevarla, era porque Ari era una niña y el viaje entrañaba peligros. Y esoera lo que había estado mirando todo el tiempo mientras la Cosa Rara estaba ahí, directamente frente a sus ojos.

Lo tonto era que ahora tampoco quería pensarlo hasta las últimas consecuencias, no quería pensar que si había un Enemigo y había Atrapado a mamá, en realidad era posible que mamá no estuviera bien; y tenía miedo de pensar eso.

Recordaba haber discutido con el tío Denys sobre la fiesta el año anterior. Ella no quería que Giraud asistiera, y el tío Denys había dicho: Eso no está bien, Ari. Es mi hermano.

Aquello también la asustaba.

La asustaba porque el tío Giraud tal vez Atraparía al tío Denys y lo Trabajaría para obligarlo a hacer cosas. El tío Giraud tenía a Seguridad; y ellos tal vez podían quedarse con sus cartas. Tal vez no dejarían que las cartas llegaran a mamá.

Y eso deshacía todo el plan.

Tonta. Tonta.

De pronto se sintió mareada, enferma. Y no podía preguntar la verdad al tío Denys. Denys sólo le diría: Es mi hermano.

IV

Giraud se sirvió más agua y bebió, mientras hojeaba los informes, aburrido, y los tutores discutían los méritos relativos de dos ensayos, uno sacado de los archivos y el otro, actual.

Denys, Peterson, Edwards, Ivanov y Morley: todos alrededor de la mesa, discutiendo la importancia de la elección de vocabulario en los niños de ocho años. No era el campo de Giraud. Era el de Peterson, y que Dios ayudara a los demás.

—El desarrollo verbal —dijo Peterson con aquel murmullo idiotizante que era su personalidad en todo su apoyo— es el punto siete, la anomalía significativa en los Desarrollos de Go

—No veo ningún motivo de preocupación —le interrumpió Denys—. La diferencia radica en Jane y Olga, no en Ari y Ari.

—Claro que se puede argumentar que la batería Go

Seguía y seguía. Giraud dibujó cuadraditos en la agenda. Peterson hacía un buen trabajo. Cuando se le hacía una pregunta, se obtenía una conferencia previamente grabada. La deformación profesional de los maestros. Los colegas y los desconocidos obtenían de ellos lo mismo que los jóvenes a quienes enseñaban.

—En suma —concluyó Giraud finalmente, cuando el agua de su vaso se redujo a la mitad y tuvo el papel lleno de cuadrados—, en pocas palabras, usted opina que la diferencia radica en Olga.

—El artículo de Poling...

—Sí. Claro. Y no considera necesario aplicar cinta correctiva.

—Las otras notas implican una correspondencia sustancial...

—Lo que quiere decir John —intervino Edwards— es que ella tiene una buena comprensión, conoce las palabras, pero como gran parte de su desarrollo fue precoz, desarrolló un vocabulario interno que ahora funciona como una especie de lenguaje telegráfico.

—Tal vez haya un efecto secundario si insistimos en que modifique vocabulario —dijo Denys—. Posiblemente su vocabulario no describe el mundo que la rodea. Simplemente prefiere la jerga social y su propia jerga interna, y yo no he tratado de impedírselo. Comprende las palabras, las pruebas son concluyentes al respecto. Además, no estoy seguro de que estemos analizando el asunto desde todos los ángulos. Prefiero decir que se está resistiendo a alguna de las pruebas.

—¿Por qué?

—Jane —respondió Denys—. La niña no la ha olvidado. Esperaba que las cartas nos dieran un margen de tiempo. Esperaba que los azi le proporcionaran algo en qué pensar.

—No cree —dijo Edwards— que la forma en que se manejó el asunto la hizo aferrarse a esa etapa; quiero decir, un énfasis inconsciente en ese estadio de su vida, un aferrarse a esos recuerdos, un negarse a abandonar esa etapa, una especie de espera.

—Una teoría interesante —comentó Giraud, inclinado hacia delante sobre los brazos—. ¿Hay una razón en particular?

—La cantidad de veces que dice: «Mi mamá decía...» El tono de voz.