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—Ya me has contestado —dijo Jordan.

—No, no es cierto. Mira, tengo un problema con este lugar. Pero es algo que podría superar. Tú lo hiciste.

—Digamos que yo tenía una elección muy restringida. Tu elección es real. Eso es algo que no puedes evitar. No. Lo comprendo. Tus sentimientos tal vez cambien con el tiempo. Pero no mezclemos todo esto con el problema general. Naturalmente, vamos a tener a Ya

—Ser —dijo el guardia.

—Lo lamento —dijo Jordan y suspiró, dirigió a Justin una larga mirada mientras las emociones sombrías jugaban libremente en su rostro.

No están libres aquí, no están libres como aparentan.

Tener éxito y ganar protección con eso; y estar absolutamente protegido y convertirse en un completo prisionero.

Justin sintió un nudo en la garganta, dolor mezclado con pánico. Por un terrible instante tuvo deseos de irse, ahora, rápido, antes de la madrugada. Pero eso era una estupidez.

Él y Jordan tenían poquísimo tiempo. Por eso se habían quedado despiertos y se habían pedido más de lo que podían darse, se habían brindado demasiada honestidad.

Mierda, dejó un niño en Reseune y ahora no estoy seguro de cómo me considera. ¿Como un hombre?¿O como alguien que ya es adulto? Tal vez como una persona a quien ni siquiera conoce.Yo si sé quién es, pero él sabe poquísimo de mí ahora.

Los odio por eso.

No hay forma de recuperar eso. Ni siquiera podemos decirnos las cosas que nos permitirían conocernos. No podemos dejar que estos carceleros sospechen nuestras emociones.

Él desvió la mirada, contempló a Paul, sentado en silencio ante la mesa, y pensó que su vida debía de ser como la suya con Grant, una frustración llena de presión por las cosas que no podían decir.

No es tan distinto a Reseune, pensó. No para Jordan. En realidad no importa lo que estén haciendo. No puede hablar. No se atreve.

Para nosotros nada es diferente de Reseune.

II

—¿Trabajando esta tarde? —preguntó el guardia de Seguridad, de pie en la puerta, y a Grant el corazón le dio un vuelco y empezó a latir enloquecido cuando levantó la vista de su escritorio:

—Sí —respondió.

—¿Ser Warrick no está hoy?

—No.

—¿Está enfermo?

—No.



Administración tenía que saber dónde estaba Justin. Esta era una de las condiciones. Había cosas que él no podía mencionar, y el silencio resultaba irritante para un ser humano. El hombre lo observó de frente un momento, gruñó, frunció el ceño y siguió con sus rondas.

Grant dejó escapar un suspiro, pero la tensión seguía allí, lo que quedaba de un aumento brusco de la adrenalina, el miedo que lo había dominado desde que Justin le había dicho que iría a Planys.

Justin, solo, porque ésa era la segunda condición que había impuesto Administración. Grant había tranquilizado a Justin en su preocupación por él y se había negado a discutir el tema, porque Justin tenía que ir bajo cualquier condición, Justin tenía que ir: Grant no lo dudaba.

Pero tenía miedo, continuamente, un miedo que se intensificó cuando vio que el avión despegaba y volvió solo a Reseune.

En parte, se trataba de una ansiedad normal, se dijo: él confiaba en Justin; no se habían separado desde los incidentes que rodearon la muerte de Ari, y la separación traía malos recuerdos, claro.

Pero legalmente no estaba bajo el control de Justin. Pertenecía a Reseune; y mientras Justin no estuviera allí para interceptar a Administración y usar sus armas para protegerlo, no tenía ni protección ni derechos. Justin estaba en peligro, viajaba en manos de Seguridad de Reseune, lo cual podía ser una excusa para arreglar un incidente; pero era mucho más probable que se llevaran a un azi a un laboratorio donde podían someterlo a psicotest o pasarle cinta, y eso era lo que más le asustaba.

No servía de nada estar aterrorizado, se dijo, porque no había nada que pudiera hacer al respecto, ningún lugar donde ocultarse y nada que los detuviera si eso era lo que pensaban hacerle.

Pero la primera noche, que había pasado solo con todos los pequeños ruidos de un apartamento muy grande y sin ninguna idea de lo que estaba sucediendo al otro lado del mundo, se había inyectado una dosis de adrenalina que Justin y él habían guardado con las dosis de trank en la habitación de entrevistas, y además de todo esto había tomado kat.

Luego, se había sentado con las piernas cruzadas junto a su cama y se había hundido en las divisiones internas que había hecho en sí mismo, alterando las cosas paso por paso en una concentración que le había empapado la piel de sudor y lo había dejado mareado y débil.

No había estado seguro de poder hacerlo; cuando expulsó el mareo de la droga y el esfuerzo, no estaba seguro de que la combinación de adrenalina y catafórico sirviera, pero su corazón latía como un martillo y después de eso, lo único que pudo hacer fue permanecer tendido boca abajo en la cama, contar los latidos del corazón, y esperar que no se hubiera suicidado.

Había que llamar tonto a un diseñador que se metiera en sus propios grupos y empezara a revolverlos.

No era muy distinto, pensó Grant, de lo que hacían los azi de prueba cuando organizaban sus propias divisiones por categorías y controlaban la forma de integrar la nueva cinta. Era cuestión de conocer a fondo el propio mapa mental, conocerlo muy, muy bien.

Desconectó el ordenador, apagó la luz y cerró la puerta de la oficina al salir; avanzó por el pasillo desierto para volver al apartamento vacío y esperar otra noche.

Respuestas azi, confusas, primarias, le decían que fuera a ver a un supervisor. Que buscara ayuda. Que tomara una pastilla. Que no aceptara tensión en niveles profundos. Claro que la primera opción era extremadamente estúpida: no lo tentaba en absoluto. Pero tomar una pastilla y dormir toda la noche bajo sedantes resultaba muy tentador. Si se sedaba profundamente tal vez podría pasar la noche e ir a buscar a Justin por la mañana: parecía razonable, tal vez hasta aconsejable, porque el trank presentaría un problema para cualquiera que viniera a buscarlo, y si pretendían hacerle algo en el último momento...

No, era cuestión de retrasar un avión, una cosa muy simple. Siempre podían conseguir más tiempo, si decidían que lo necesitaban.

En realidad, decidió, no se inyectaba trank porque comprendía que sacaría alguna ventaja si pasaba por aquel trance sin ayuda; y en ese pensamiento, tal vez, no procedía del lado lógico e inferior de su mente, excepto que comprendía la ventaja del aprendizaje endocrino, ventaja que el siéntete-bien-y-toma-cinta no permitía. Si ese hubiera sido un mundo azi, todo sería blanco o negro, y muy claro. Eran los grises del pensamiento contradictorio los que hacían a los seres humanos. Respuestas matizadas en valores matizados, adquiridas bajo inestabilidad endocrinológica.

No le gustaba el dolor. Pero comprendía el beneficio que podía obtener de ese dolor.

También veía el beneficio de tener el trank en el bolsillo, una dosis doble cargada en una jeringa de aerosol, porque si trataban de llevarlo a algún sitio, podía darles una emergencia médica por la cual preocuparse verdaderamente.

III

Nelly, pensaba Ari, todavía tenía problemas.

—Debemos tener cuidado con ella —dijo Ari a Florian y a Catlin, en una reunión en la habitación de Catlin y Florian, mientras Nelly estaba en el comedor ayudando a Seely a limpiar.