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Le tembló la mano, en la mesa, frente a él, tembló cuando se la llevó a la boca para tratar de serenarse.

—Grant... salió bien de todo. Estable como siempre. Está bien. En serio. No sé lo que hubiera hecho sin él. ¿Y tú? ¿Cómo has estado?

—Mal al principio. Pero aquí hay poco personal, estamos muy unidos. Los hombres van y vienen, claro, y saben cuál es mi condición aquí, pero es muy diferente... sí, muy diferente...

Ah, ten cuidado, por Dios. Cualquier cosa que digas, cualquier necesidad que admitas pueden usarla contra ti. Cuidado con lo que dices.

—...nos cuidamos unos a otros. Llevamos el peso entre todos, a veces. Creo que es el desierto que hay allí fuera. O te vuelve loco y te sacan, o te seduce esta tranquilidad. Hasta Seguridad es razonable. ¿No es cierto, Jim?

Uno de los guardias se había sentado en una silla en un rincón. Rió ahora y se reclinó con los tobillos cruzados.

No era un azi. Un CIUD.

—Casi siempre —dijo Jim, el guarda.

—Es mi hogar —continuó Jordan—. Ya es mi hogar. Tienes que comprender la mentalidad que hay aquí. Tenemos noticias y mucha música que nos llegan desde la estación. Estamos muy al día en cuanto a novedades. La ropa, los libros, las cintas de entretenimiento, todo eso; llegan cuando ellos quieren, y los libros y las cintas no entran a la biblioteca hasta que Seguridad los examina. Así que el personal hace muchas tonterías, hay que divertirse de alguna forma; y la cinta E nueva, el gran éxito es Ecos.Eso te dará una idea de la situación. Hacía tres años que había salido esa cinta.

—Mierda, pude haberte traído unas cuantas.

—Escucha, cualquier cosa que puedas hacer por nuestra biblioteca será muy bien recibida. Ya he presentado quejas. Todo el personal se ha quejado. El cuartel se queda con todo. Prioridad militar. Y ellos registran el equipaje. No pude prevenirte. Espero que no tengas nada en tu equipo que sea necesario aquí, porque tienen un número censurado de soldados en la base que están realmente desesperados por censurado, censurado y censurado. Por no hablar del papel higiénico. Así que no somos los únicos.

Justin rió porque Jordan se estaba riendo y Paul se reía y Jim-el-guardia se reía, porque era gracioso, desesperadamente gracioso, desoladoramente gracioso pensar en eso, cuando había tanto que no era gracioso en aquella soledad; porque era un alivio inmenso conocer Planys finalmente, y ver que no era un exilio totalmente desnudo, sino un lugar donde la humanidad y el humor tenían valor.

Hablaron y discutieron acerca de teoría hasta que se quedaron afónicos. Fueron al laboratorio y Jordan lo presentó al personal que nunca había conocido, siempre con Jim y su compañero azi E

Justin no pensaba dormir. Tampoco Jordan ni Paul. Les habían dado una determinada cantidad de horas para verse y Justin siempre podía dormir en el avión de vuelta.

Jim y E

—Señor —dijo Justin cerca de las 0400 de la madrugada, en un descanso, los tres afónicos y charlando todavía—. Si pudiéramos comentar los asuntos siempre, si tú estuvieras allá o yo aquí...

—Estás volviendo a un territorio conocido —dijo Jordan—, pero yo no lo llamaría un callejón sin salida. No sé, ¿comprendes? No digo esas palabras con mucha frecuencia, aunque tenga que pedir perdón por mi arrogancia. Pienso que vale la pena seguir en esta dirección, no creo que llegues a donde te has propuesto, pero siento curiosidad.

—Eres mi padre. Ya

—Entonces, Ari también lo estaba.



Justin miró a Jordan con los ojos muy abiertos. Y se le hizo un nudo en el estómago al oír cómo Jordan nombraba a la muerta sin rencor.

—Cuando la acusé de haber falsificado las Aptitudes, con tacto, claro —dijo Jordan—, ella me dijo que fue tu pregunta de ensayo la que lo hizo. Yo imaginé que se trataba de ese tipo de respuestas insinuantes que ella tenía. Ahora no estoy tan seguro, ahora que veo a donde te condujo. ¿Te ayudó con esto?

—Con éste no. Los primeros... —Casi dijo «los primeros que hice». Hasta que murió. Hasta que la mataron. La asesinaron. Tembló con el recuerdo—. Entonces no me tomaste en serio.

—Hijo, era bastante brillante para un jovencito. Evidentemente, Ari vio algo que a mí me pasó desapercibido. Ya

—¿Ya

—Me escribió una carta. Una carta bastante larga. Me contaba en qué estabas trabajando. Comentaba que estabas loco, pero que estabas avanzando en algún aspecto. Que estabas consiguiendo integraciones en grupos profundos, integraciones que él veía claramente, y que las había pasado por los ordenadores de Sociología y no había conseguido nada, indeterminación, datos insuficientes, campo demasiado amplio. Ese tipo de cosas. A Sociología le molesta que sus ordenadores den estas respuestas; ya te imaginarás lo nerviosos que se ponen.

Jordan se acercó a la mesa con el té y se sentó, Justin se dejó caer en la silla, temblando por la falta de sueño, por la hora intempestiva. Y se inclinó sobre los brazos cruzados y escuchó, nada más.

—Ariane Emory ayudó a diseñar esos programas de Sociología —continuó Jordan—. Y yo también. Y Olga Emory y James Carnath y otros, unos diez o doce más. Tú al menos les has dado algo que excede su nivel de capacidad algo que el ordenador no puede manejar. Eso es lo que yo digo. No sé si es una proyección de gran poder perturbador cuando procede de máquinas que pueden contener todo el paradigma social. Sociología está menos interesada en tus logros que en el hecho de que tus diseños no admiten una proyección, eso creo: los ordenadores de Sociología son muy sensibles a las negativas. Están programados para eso.

Justin lo sabía.

—Y no hay una negativa en la ejecución del programa o cuando el ordenador no la encuentra. Llevó elasunto a través de treinta generaciones y siguió recibiendo un «No sé» como respuesta. Tal vez por eso Administración te envió aquí. Tal vez Reseune empieza a estar interesada ahora. Yo lo estoy. Se preguntan si mentiría o si me mentiría a mí mismo, porque soy tu padre.

Justin abrió la boca y luego se detuvo. Y Jordan también, porque lo esperaba; y estaban los guardias y seguramente esperaban grabando la conversación en cinta para que Seguridad la estudiara después. Y tal vez también Administración.

Así que él no dijo: No pueden dejarme triunfar. No quieren que ponga en entredicho su proyecto con un éxito.Cerró la boca y no dijo nada.

Jordan pareció intuir el peligro. Siguió hablando con calma, con precisión:

—Y mentiría, naturalmente. Tengo muchos motivos. Pero mis colegas de Reseune no mienten. Saben que hay algo de cierto en esto. Ya

Podrían encerrarme como a ti, ¿ no? Lo que no está a la luz, no viola Seguridad. No importa lo que se contradiga con eso.

Excepto... excepto que yo le dije a Denys: si desaparezco de Reseune, habrá preguntas.

—No sé si hay alguna esperanza de conseguirte un pase aquí —dijo Jordan—. Pero lo más importante es saber si tú quieres el pase.

Justin se quedó helado, recordó el paisaje del exterior, la desolación que lo amenazaba con un pánico que le llegaba al estómago.

Lo odiaba. A pesar de las ventajas de libertad y alivio de la presión de Reseune, Planys lo afectaba con un terror profundo.

Vio el desencanto en la cara de Jordan.