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No. Uno de ellos iba a encerrarse con él. Querían vigilarlo de cerca.

Así que se dirigió hacia la esclusa, esperó el ciclo y bajó por la escalera con el guardia de Seguridad detrás de él, hacia donde esperaban el personal de Seguridad con los trajes-D llenos.

Había muy poca vegetación en Planys. Las torres de precipitados hacían lo posible para mantener vivas las plantas, pero allí todo era árido y nuevo todavía, aún se apreciaba la roca roja, los matorrales azules y las plantas lanudas. Los anquilodermos eran la vida salvaje más habitual en aquel continente, como los escamados en el otro, en el aislamiento que había dado a Cyteen dos ecologías totalmente independientes, excepto, como siempre, matorrales y otras pestes llevadas por el viento y propagadas por cualquier fibra que llegara a un lugar donde hubiera polvo y humedad.

La flora se reforzaba con silicatos y se hacía venenosa con los metales y los alcaloides, y generaba una profusión aérea de fibras que resultaban cancerígenas para el sistema respiratorio terrestre, incluso en dosis de un minuto: las plantas podían matar en minutos o en años, dependiendo de si uno era lo bastante tonto como para comerse una hoja o lo bastante desgraciado como para respirar aire sin filtros. El monóxido de carbono en el aire era suficiente para hacer el trabajo solo. Pero la única forma de hacerse matar por la fauna era quedarse de pie por donde ellos pasaban y la única forma en que la fauna moría, tal como decía la vieja broma, era cuando dos del mismo tamaño se encontraban cara a cara y se morían de hambre en el lugar.

Era fácil olvidar lo que era Cyteen hasta que se pisaba el mundo salvaje.

Y había una sensación de desolación tan profunda en ese lugar... Cuando se miraba desde el aeropuerto y los edificios, lo que se veía era Cyteen, árido y mortífero. Jordan vivía allí.

Había que conservar los trajes puestos hasta llegar al Anexo Planys, y al garaje, y luego a otra esclusa de aire donde había que frotarse unos a otros con violencia mientras unos poderosos ventiladores hacían que los trajes baratos crujieran y volaran. Había que levantar y estirar las bandas elásticas para sacar las fibras que tuvieran adheridas, luego aguantar un lavado con detergente especial, encerrarse, quitarse los trajes y subir a un enrejado sin tocar las superficies externas, mientras el personal de descontaminación se ocupaba del equipaje.

Mierda, pensó Justin, nervioso hasta que se cerró la segunda puerta y él y su escolta llegaron a un vestíbulo que parecía casi como un túnel de tormenta en casa, hormigón gris, totalmente gris.

Era mejor en la planta superior: hormigón pintado de verde, iluminación decente. Nada de ventanas, probablemente no había ni siquiera una ventana en Planys. Una leve concesión a la decoración en unas pocas plantas de plástico que colgaban del techo, y cuadros en marcos baratos colgados de las paredes.

Edificio A, se indicaba de vez en cuando, letras marrones de esténcil de un metro de alto, oscurecidas aquí y allá por las pinturas colgantes. Las puertas eran de metal pintado de marrón. Había una oficina con ventanas y cortinas, como algo anormal. En un pequeño cartel grabado en plástico decía: «Dr. Jordan Warrick. Administrador, División Pedagógica.»

Un guardia le abrió la puerta. Justin entró, vio a Paul en el escritorio, Paul que parecía... Paul, sin más: se teñía el cabello; y Paul se levantó y lo abrazó .

Entonces, supo que era verdad.

—Entra —le dijo Paul al oído, mientras le palmeaba el hombro—. Sabe que estás aquí.

Justin se dirigió a la puerta, la abrió y entró. Jordan fue a su encuentro con los brazos abiertos. Durante un largo rato se abrazaron sin pronunciar una sola palabra. Justin lloró. Jordan también.

—¡Qué alegría me da verte! —exclamó Jordan, finalmente—. ¡Diablos, cómo has crecido!

—Tienes buen aspecto —dijo Justin, separado por un brazo, tratando de no ver las líneas alrededor de los ojos y la boca de su padre. Jordan parecía más delgado, pero todavía estaba bien y era duro; tal vez, pensó Justin, había hecho lo mismo que él desde el día en que Denys lo había llamado a su oficina y le había dicho que tenía un permiso de viaje, quizá se había pasado horas en el gimnasio, decidido a que el otro lo encontrara en forma.

—Ojalá hubiera podido venir Grant.



—Sí, él también lo deseaba. —Resultaba difícil guardar la compostura. Lo hizo. Y no añadió que había razones para preocuparse, que Grant estaba más asustado de lo que le había dicho por quedarse solo en Reseune; azi y bajo el control legal de Reseune—. Tal vez en otra ocasión.

Este viaje tenía que funcionar. Debían manejar la situación con suavidad, hacerla más fácil como fuera posible para conseguir otros permisos en el futuro. Justin pensaba que Seguridad examinaría una y otra vez todos los documentos de su portafolios y que cuando él volviera a Reseune lo harían de nuevo y lo registrarían en persona con mucho cuidado, como habían hecho antes de dejarlo subir al avión. Pero estaba allí. Tenía hasta el día siguiente al mediodía. Cada instante que pasara con Jordan habría dos agentes de Seguridad sentados en la misma habitación; pero estaba bien, las cámaras estaban bien y también los artefactos espías que invadían cada momento de su vida y no le dejaban ni un poco de intimidad.

Así que fue hasta la mesa de reuniones con Jordan, se sentó y luego Paul seunió a ellos.

—He traído mi trabajo —dijo Justin—. Van a devolverme el portafolios dentro de un momento. Estoy ansioso por enseñarte una cosa.

Es una pérdida de tiempo, había dicho Ya

—¿Cómo estás? —le preguntó Jordan, aunque preguntaba más que eso con la ansiedad de sus ojos; algo que un hijo o un estudiante de psicología podían captar pero que tal vez pasaría desapercibido para Seguridad y para los analizadores de voz.

¿Hay alguna condición que no me han comunicado para permitir este viaje?

—Mierda —dijo Justin y rió, para aflojar la tensión—, muy bien, de verdad. Demasiado bien, todo el año. El año pasado fue un infierno. Me imagino que ya te diste cuenta. No daba pie con bola, todo lo que tocaba se hacía pedazos...

Problemas que no puedo mencionar.

—... pero es como si de pronto algo se hubiera arreglado. En primer lugar, dejaron de asignarme trabajo de tiempo real. Me sentía culpable por eso, lo cual probablemente sea un buen indicador de lo mal que estaba; me llevaba mucho tiempo, estaba muy cansado para pensar, no hacía nada bien, eso era todo y estaba demasiado liado para solucionar el conflicto. Ya

Habían hablado tantos años con largos intervalos entre pregunta y respuesta que ahora Justin se descubrió siguiendo las mismas estrategias, condensando la información en paquetes y preocupándose un poco por si Seguridad objetaba algo. Pero aquí tenía más libertad. Le habían prometido eso. No habría espías externos y podrían hablar de cualquier tema que no supusiera planes de evasión o mensajes ocultos sobre información interna de Reseune.

Jordan conocía el proyecto. Los dos proyectos. Ari y Rubin.

—Me alegro —dijo—. Me alegro. ¿Cómo va el trabajo de Grant?

—No ha tenido problemas. Ya conoces a Grant. —Y luego se dio cuenta de cuánto tenía que retroceder en el tiempo para contestar esa pregunta.

Todos aquellos años. Grant en el hospital. El mismo en manos de Seguridad. Jordan arrancado de Reseune para testificar en Novgorod antes de que lo enviaran a Planys.