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—Una de las cosas a las que se tendrá que adaptar Nelly —dijo el tío Denys— es a convivir con dos azi más en la casa, porque habrá dos azi más.

Ari miró al tío Denys; no estaba contenta. Seely ya era lo bastante malo.

—Serán tuyos —continuó el tío Denys—. Forman parte de tu cumpleaños, pero no debes decirles eso: la gente no es un regalo de cumpleaños. No sería correcto.

Ella engulló un pedazo de pan. No estaba contenta, no quería ningún azi excepto a Nelly, no quería azi que la siguieran por todas partes, pero si era un regalo, no quería herir los sentimientos del tío Denys tampoco, por muchas razones. Pensó rápido y trató de encontrar una forma de decir que no.

—Así que no tienes que ir a estudiar en cinta hoy —dijo el tío Denys—. Puedes ir al hospital y traerlos. Y pasar el día enseñándoles qué hacer. No son como Nelly. Son Alfas, los dos. Experimentales.

Un gran sorbo de zumo de naranja. Ari no sabía qué pensar acerca de eso. Los Alfas eran raros. También eran muy difíciles de tratar. Estaba segura de que eran para vigilarla. Eso sonaba como si su tío Denys fuera a ponerle difícil llevar a cabo cualquiera de las travesuras que ella quería hacer sin permiso.

No estaba segura de si ese regalo venía del tío Denys o del tío Giraud.

—Irás al mostrador —explicó el tío Denys—, entregarás tu tarjeta a Seguridad y ellos te los registran. Es efectivo, tú serás su supervisora y eso será muy diferente de lo de Nelly. Yo soy el supervisor de Nelly. Tú eres sólo su responsabilidad. Esto será distinto. ¿Sabes lo que hace un supervisor? ¿Sabes la responsabilidad que implica?

—Sólo soy una niña —protestó ella.

El tío Denys sonrió y untó otro panecillo.

—Tienes razón .Y ellos también. —Levantó la vista, serio—. Pero no son juguetes, Ari. Comprenderás lo grave que es ponerte furiosa con ellos o pegarles como pegabas a Amy Carnath.

—¡No haría eso! —No había que pegar a los azi. No había que tratarlos mal. Excepto a Ollie. Y a Fedra. Por distintas razones. Pero los dos eran especiales, incluso Fedra.

—Claro que no, querida. Pero quiero que lo pienses muy bien antes de hacerles daño. Y puedes perjudicarlos mucho. Podrías hacerles muchísimo más daño que a Nelly, puedes lastimarlos como yopuedo lastimar a Nelly. ¿Entiendes?

—No estoy segura de que los quiera, tío Denys.

—Necesitas a otros niños, Ari. Necesitas a alguien de tu edad.

Eso era verdad. Pero no había nadie que no la volviera loca. Iba a ser horrible si ellos también la volvían loca, porque iban a vivir con ella.

—El chico se llama Florian; la niña, Catlin, y también es su cumpleaños, bueno, casi. Vivirán en la habitación que está junto a la tuya y la de Nelly, para eso está ahí. Pero tendrán que volver a la ciudad para algunas lecciones, y tendrán estudio en cinta en la Casa, como tú. Son chicos igual que tú y tienen instructores a quienes obedecer. Así es con los azi, sobre todo con los que son muy inteligentes. Así que vas a tener que trabajar mucho para estar a su altura.

Ella lo escuchaba ahora. Nadie le había dicho nunca que no fuera la mejor en todo. No creía que nadie fuera mejor que ella en nada. No serían mejores. No había nada que ella no pudiera hacer si quería. Mamá siempre se lo decía.

—¿Has terminado?

—Sí, ser.

—Entonces, puedes irte. Búscalos, enséñaselo todo y no te metas en problemas, ¿comprendido?

Ari se levantó de la mesa y se fue por los pasillos, pasó por Seguridad y luego por las grandes puertas frontales y cruzó la pista y fue por el camino hacia el hospital. Corrió parte del camino, porque era muy aburrido ir caminando.

Pero cuando pasó las puertas del hospital y le dio su tarjeta al personal de Seguridad en el mostrador, tenía una apariencia digna y adulta.

—Sí, sera —le dijeron ellos—. Venga.

Y la llevaron a una habitación.

Y se fueron y se abrió otra puerta. Una enfermera entró con dos azi de su misma edad. La niña era pálida, rubia y pálida con una trenza; el muchacho era más bajo, con el cabello más negro que el uniforme.

Y el tío Denys tenía razón. Nadie la había mirado así al conocerla. Eran sus amigos desde el principio. Eran más que eso. Como si hubieran estado en un lugar horrible y ella fuera la única que pudiera sacarlos de ahí.



—Hola —dijo ella—. Soy Ari Emory.

—Sí, sera. —Ambos con mucha suavidad, casi al mismo tiempo.

—Se supone que tenéis que venir conmigo.

—Sí, sera.

Era muy, muy raro. No era como Nelly. No, en absoluto. Mantuvo el botón de la puerta apretado para que ellos pasaran y los condujo hasta el mostrador y dijo que se los llevaba.

—Aquí están sus tarjetas, sera. —dijo el hombre del mostrador. Y ella las cogió y las miró.

Tenían sus nombres impresos. Florian AF-9979 y Catlin AC-7892. Y el símbolo Alfa en el lugar donde se indicaba la clase. Y el borde ancho y negro de Seguridad de la Casa sobre el fondo de la tarjeta.

Ella lo vio y una sensación de frío intenso le atravesó el estómago, una sensación terrible, como cuando había descubierto a la guardia de Seguridad en el apartamento de mamá. Nunca lo había olvidado. Tenía pesadillas sobre eso. Pero no dejó que le vieran la expresión. Se dominó antes de darse la vuelta y darles las tarjetas, y ellos se las pusieron.

Y tenían expresiones diferentes también, aquí fuera, muy serias, muy azi: la estaban escuchando, la miraban con infinita atención, pero también vigilaban todo lo que les rodeaba.

Debía recordar cómo habían estado en la habitación, pensó ella. Debía pensar cómo la habían mirado allí dentro para saber que eso era real.

Eran Seguridad y le pertenecían, y cuando vigilaban así, vigilaban a otros, vigilaban todo lo que se moviera alrededor de ella.

Yo quería un Ollie,recordó Ari, pero eso no era lo que le había dado el tío Denys. Le había dado Seguridad.

¿Por qué?,se preguntó Ari, un poco enfadada, un poco asustada. ¿Para qué los necesito?

Pero eran responsabilidad suya. Así que se los llevó y caminó por el sendero hacia la Casa y los hizo controlar en la Seguridad de la Casa. Fueron muy correctos con la oficial de guardia.

—Sí, sera —decían con voz muy atenta a la oficial, y ella hablaba con rapidez y les comunicaba las reglas en palabras y códigos que Ari nunca había oído. Pero los azi los conocían. Parecían muy tranquilos.

El tío Denys no había dicho que debían ir directamente a casa, pero ella pensó que sería lo mejor. Pero pasaron por la oficina del tío Denys y él estaba allí. Así que Ari los hizo entrar y los presentó.

Luego se los llevó y les enseñó dónde vivirían y las habitaciones; y les explicó algo sobre Nelly.

—Tenéis que obedecer a Nelly —dijo—. Yo también la obedezco, casi siempre. Nelly es buena.

No estaban especialmente nerviosos; era otra cosa. Sobre todo Catlin, que tenía una forma de observarlo todo con muchísima rapidez. Los dos estaban muy tensos, muy rígidos y formales.

Eso estaba bien, eran respetuosos y se estaban portando bien con ella.

Así que Ari sacó su juego de «Caza en las Estrellas», lo puso sobre la mesa del comedor y les explicó las reglas.

Ninguno de los otros niños la había escuchado como la escuchaban ellos. No bromeaban, no se reían. Ella les dio dinero, repartió las cartas y les dio las fichas. Y cuando empezaron a jugar se puso muy tensa.

Ella no estaba segura de si eso era un juego o una pelea, pero era distinto de ¡o de Amy Carnath, muy distinto, porque nadie estaba enfadado, sólo seguían adelante con el juego, y muy pronto se encontró inclinada sobre el tablero, pensando con tanta concentración que se mordía el labio sin darse cuenta.

Les gustó que ella hiciera un truco poco legal. También ellos hicieron algo de trampa y apenas Ari ponía las piezas para acorralar a Florian, tenía a Catlin atacando por el otro flanco.

«Cazaen las Estrellas» en general se jugaba muy rápido. Y estuvieron mucho rato en eso hasta que Ari consiguió suficiente dinero para comprar naves que mantuvieran ocupada a Catlin hasta que ella pudiera acorralar a Florian.