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Y cuando por encima de la llanura lívida

juegan los ganchos de los relámpagos, quizá

los tormentos de un Tamerlán, [contienen

el rugido de los tiranos desgarrados en el infierno.

La ciencia nos dice, por lo demás, que la Tierra no sólo caería en pedazos, sino que se desvanecería como un fantasma, si la Electricidad desapareciera de pronto del mundo.

Verso 347: Invertía las palabras

Uno de los ejemplos que da su padre es extraño. Estoy casi seguro de que fui yo quien, un día que hablábamos de "palabras espejo", observó (y recuerdo la expresión de estupefacción del poeta) que "loma" al revés da "malo" y "Adán", "nada". Pero también es cierto que Hazel Shade se parecía a mí en ciertos aspectos.

Versos 367-370: then-pen, again-explain

Hablando, John Shade, como buen norteamericano, rimaba "again" con "pen" y no con "explain". La posición contigua de estas rimas es curiosa.

Verso 376: poema

Creo poder adivinar (en mi caverna de montaña desprovista de libros) de qué poema se trata; pero sin verificar, no quiero nombrar al autor. De todas maneras, deploro los pérfidos ataques contra los poetas más distinguidos de nuestro tiempo.

Versos 376-377: se decía, en el curso de Literatura Inglesa, que era

En el borrador figura una variante más significativa y más armoniosa:

el Jefe de nuestra Sección estimaba





Aunque esto se pueda tomar como una referencia al hombre (quienquiera que fuese) que ocupaba ese cargo en la época en que Hazel Shade era estudiante, no se podría criticar al lector si la aplicara a Paul H. Jr., el distinguido administrador e inepto erudito que desde 1957 era jefe de la Sección Inglés del Wordsmith College. Nos veíamos de vez en cuando (véase la introducción y la nota al verso 894), pero no a menudo. El Jefe de la Sección a la que yo pertenecía era el Prof. Nattochdag, "Netochka", como llamábamos al buen hombre. Desde luego, un extranjero no tenía derecho a las migrañas que desde hace cierto tiempo me torturan hasta tal punto que una vez tuve que salir en mitad de un concierto donde me tocó estar sentado junto a Paul H. Jr. Al parecer lo tenía, y tanto. Paul H. no me quitó los ojos de encima e inmediatamente después de la muerte de John Shade, se vio circular una copia mimeograf iada de una carta que empezaba así:

Varios miembros del Departamento de inglés están dolorosamente inquietos por el destino de un poema manuscrito, o partes de un poema manuscrito, que ha dejado el dijunto John Shade. El manuscrito ha caído en manos de una persona que no sólo no está calificada para la tarea de editarlo, puesto que pertenece a otra sección, sino que se le considera un desequilibrado. Cabe preguntarse si alguna acción legal… etc.

"Acción legal", desde luego, que podría intentar también algún otro. Pero no importa; la justa cólera es mitigada por la satisfacción de saber de antemano que el caballero engagé estará menos inquieto por la suerte del poema de mi amigo después de haber leído el pasaje comentado aquí. A Southey le gustaba la rata asada para la cena, lo cual es especialmente cómico dado que las ratas devoraron a su obispo.

Verso 384: libro sobre Pope

El título de esta obra que se encuentra en la biblioteca de cualquier facultad, es Supremely Blest, frase tomada de un verso de Pope que recuerdo pero no puedo citar exactamente. El libro se ocupa sobre todo de la técnica de Pope pero contiene también sabrosas observaciones sobre "la moral estilizada de su tiempo".

Versos 385-386: Jane Dean, Pete Dean

Seudónimos transparentes de dos personas inocentes. Visité a Jane Provost en agosto, al pasar por Chicago. Todavía no se había casado. Me mostró algunas fotos divertidas de su primo Peter y sus amigos. Me dijo -y no tengo ninguna razón para no creer en sus palabras- que Peter Provost (a quien yo deseaba mucho conocer, pero que estaba, ay, vendiendo automóviles en Detroit) podía haber exagerado un poquito, pero que seguramente no mentía cuando explicaba que tenía que cumplir una promesa hecha a uno de sus más caros amigos del club, un magnífico y joven atleta cuya "corona" no será, esperemos, "más breve que la de una muchacha". Esas obligaciones no deben ser tratadas a la ligera o con desdén. Jane dijo que había intentado hablar con los Shade después de la tragedia, y que más tarde había escrito a Sybil una larga carta sin obtener nunca respuesta. Le dije, utilizando algunas expresiones vulgares, que empezaba a dominar: "¡Me lo va a contar a mí!"

Versos 403-404: Son las ocho y cuarto (y aquí el tiempo se bifurca)

A partir de aquí hasta el verso 474 se alternan dos temas sincronizados: televisión en la sala de los Shade y réplica, por así decirlo, de las acciones de Hazel (ya presagiadas) desde el momento en que Peter encontró a la desconocida con la que tenía cita (406-407) y se disculpó de haber tenido que irse apresuradamente (426-428), hasta el trayecto de Hazel en el autobús (445-447 y 457-459), para terminar en el descubrimiento del cadáver por el guardia (475-477). He empleado itálicas para el tema de Hazel.

Toda la cosa me parece demasiado trabajada y larga, especialmente si se considera que este procedimiento de sincronización ha sido utilizado hasta el hartazgo por Flaubert y por Joyce. Por lo demás, el diseño es exquisito.

Verso 408: Una mano masculina

El 10 de julio, día en que John Shade escribió esto y quizá en el minuto mismo en que empezó a utilizar la ficha treinta y tres para los versos 406-416, Gradus iba en un coche alquilado desde Ginebra a Lex donde se sabía que descansaba Odón, después de terminar su película, en la villa de un viejo amigo americano, Joseph S. Lavender (el nombre viene de "lavadero", no de "landa"). Nuestro brillante conjurado había oído decir que el tal Joe Lavender coleccionaba las fotografías de tipo artístico que en francés se llaman ombrioles. No le habían dicho exactamente qué eran y se las sacó de la cabeza como si fueran "pantallas de lámparas adornadas con paisajes". Su estúpido plan consistía en presentarse como agente de un vendedor de objetos de arte de Estrasburgo y luego, mientras bebía con Lavender y su invitado, tratar de obtener datos sobre el lugar donde podía estar el Rey. No había tenido presente el hecho de que Donald Odón, con su sentido absoluto de esas cosas, deduciría en seguida, con sólo ver la forma en que Gradus mostraba la palma vacía antes de estrechar la mano, o se inclinaba ligeramente después de cada trago y otras maneras de conducirse (que el mismo Gradus no percibía en los demás, pero que había aprendido de ellos) que, cualquiera que fuese su lugar de nacimiento, seguramente había vivido mucho tiempo en un medio zemblano de clase baja y por lo tanto era un espía o algo peor. Gradus tampoco sabía que las ombriolesque Lavender coleccionaba (y estoy seguro de que a Joe no le importará esta indiscreción) combinaban una belleza exquisita con una extrema indecencia en los temas: desnudeces confundidas entre higueras, ardores de dimensiones extraordinarias, nalgas suavemente sombreadas y también pequeños toques de encanto femenino.