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y con el dedo gordo del pie, renovando el calor del grifo,

tronaba como un rey y sangraba como Marat.

Cuanto más peso, menos sólida es mi piel;

en algunos lugares es ridículamente fina;

así, junto a la boca: el lugar entre la comisura

y mi mueca, invita al tajo perverso.

O esta papada: algún día tendré que dejarme crecer 900

la barba de collar, inveterada en mí.

Mi nuez de Adán es un higo chumbo;

ahora hablaré del mal y la desesperanza

como nadie ha hablado. Cinco, seis, siete, ocho,

nueve golpes no bastan. Diez. Palpo

a través de la fresa con crema la ensangrentada papilla

y no encuentro nada cambiado en este cuadrado pinchudo.

Tengo mis dudas sobre ese tipo manco

que en los anuncios, de un solo golpe deslizante,

abre un sendero estrecho de la oreja al mentón, 910

después se lava la cara y palpa afectuosamente su piel.

Yo soy de la clase de los bimanos manícacos.

Así como un discreto efebo en malla de baile asiste

a una mujer en una danza acrobática,

mi mano izquierda ayuda, sostiene y se desplaza.

Ahora hablaré… Mejor que el jabón

es la sensación que el poeta espera

cuando la inspiración de helada llama,

la imagen repentina y la frase inmediata

hacen correr por la piel una triple ondulación 920

que eriza todos los pelillos

como en la ampliación del dibujo animado

la barba segada cuando Nuestra Crema la sostiene.

Ahora hablaré del mal como nadie

hasta hoy ha hablado. Detesto esas cosas como el jazz;

el cretino de medias blancas que tortura a un toro





negro, estriado de rojo; el bric-à-brac de los abstractos;

las máscaras rituales primitivas; las escuelas progresivas;

la música en los supermercados; las piscinas;

los brutos, los pesados, los filisteos con conciencia de clase, Freud, Marx, 930

los falsos pensadores, los poetas hinchados, los impostores y los tiburones.

Y mientras la navaja rasca y cruje

en su viaje por el país de mi mejilla,

los autos pasan por la autopista, y subiendo la empinada cuesta,

grandes camiones trepan por mis maxilares,

y ahora un paquebote silencioso arriba y ahora

turistas de gafas negras visitan Beirut, y ahora aro

los campos de la vieja Zembla donde crece mi barba gris

y donde los esclavos juntan el heno entre mi boca y mi nariz.

La vida del hombre como comentario de un hermético 940

e inconcluso poema. Nota para uso ulterior.

Vistiéndome en todas las habitaciones, rimo y deambulo

por la casa, con un peine en la mano

o un calzador que se convierte en cuchara

con la que como el huevo. Por la tarde

me llevas en auto a la biblioteca. Comemos

a las seis y media. Y esa extraña musa mía

que me dicta los versos, está conmigo en todas partes,

en la biblioteca y en el auto y en mi sillón.

Y todo el tiempo, todo el tiempo, mi amor, 950

estás aquí, tú también, debajo de la palabra, sobre

la palabra, para subrayar e intensificar

el ritmo vital. Se oía crujir un vestido de mujer

en los tiempos de antaño. A menudo he percibido

el sonido y el sentido de tu pensamiento próximo.

Y todo en ti es juventud, y vuelves nuevas,

mencionándolas, viejas cosas que hice para ti.

Golfo de sombra fue mi primer libro (versos libres); Resaca nocturna