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Fue entonces que Cinci

Cinci

Era un sonido rítmico, rápido, y Cinci

En ese lugar el pasillo era más ancho, y en el primer momento a Cinci

—Se supone que usted no debe caminar por aquí —dijo. Tenía algo en la boca; lo dio vuelta detrás de su mejilla y lo chocó contra los dientes.



—¿Qué es lo que estás chupando? —preguntó Cinci

Emmie sacó la lengua; en su independiente y viva punta yacía un pedacito brillante de caramelo rojo.

—Tengo más —dijo—, ¿quiere uno?

Cinci

—Se supone que usted no debe caminar por aquí —repitió Emmie.

—¿Por qué? —preguntó Cinci

Ella encogió un hombro, y, haciendo una mueca, arqueando la mano con que sostenía la pelota, las pantorrillas en tensión, se apoyó en el lugar donde él pensara que había un nicho, una ventana, y agitándose, pareciendo de pronto toda piernas, se ubicó sobre una especie de umbral de piedra.

No, era sólo la semblanza de una ventana; en realidad era un nicho vidriado, una vitrina, y desplegaba en su falsa profundidad —sí, por supuesto, ¡cómo no reconocerlo!— una vista de los Tamara Gardens. Este paisaje, pintorreado en varias capas de distancia, ejecutando en borrosos tonos de verde e iluminado por lámparas ocultas, era una reminiscencia, no tanto de un terrario o de la maqueta de una escenografía teatral, como del telón de fondo frente al cual una orquesta de vientos se afana y resopla. Todo estaba reproducido con bastante fidelidad en lo referente a grupos y perspectivas y a no ser por las parduzcas, las estáticas copas de los árboles y la aletargada iluminación, uno podría entrecerrar los ojos e imaginarse a sí mismo contemplando desde un alféizar de esta misma prisión, aquellos mismos jardines. La indulgente mirada reconoció aquellas avenidas, aquel enmarañado verdor de la arboleda, el pórtico a la derecha, los espaciosos álamos, y en medio del poco convincente azul del lago, una pálida burbuja que era seguramente un cisne. Más atrás, en medio de una niebla estilizada, las colinas encorvaban sus redondas espaldas, y encima de ellas, en una especie de firmamento azul pizarro bajo el cual vive y muere el drama, quietas nubes. Y todo esto, por alguna razón, tenía un aire anticuado, estaba cubierto de polvo, y el vidrio a través del cual miraba Cinci