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Cinci

Marthe, el patíbulo, el terciopelo —¿y qué iría a suceder... qué resultaría? ¿Una decapitación o una cita? Todo se confundió, pero volvió a abrir los ojos en un último parpadeo cuando se encendió la luz y Rodion entró en la celda en punta de pie, tomó de sobre la mesa el catálogo encuadernado en negro, salió, y se hizo la oscuridad.

CAPÍTULO VI

¿Qué era eso? —por entre todo lo terrible, nocturnal, ingobernable— ¿qué era esa cosa? Había sido lo último en hacerse a un lado, cediéndole paso de mala gana a los pesados, inmensos vagones del sueño, y ahora era lo primero en regresar apresuradamente —tan agradable, tan, tan agradable— hinchándose, haciéndose más preciso, envolviendo su corazón con calor: ¡Hoy viene Marthe!

En ese mismo instante Rodion trajo una carta color lila sobre una bandeja, tal como en las obras de teatro. Cinci

—¡Oh, bueno! —dijo Cinci

—Inmediatamente —le interrumpió Rodion con tal presteza que parecía no haber estado esperando otra cosa; estaba por partir, pero justo en ese momento el director, que aguardara impaciente junto a la puerta, apareció un instante demasiado pronto, de manera que chocaron.

Rodrig Ivanovich traía en la mano un calendario de pared y no sabía donde dejarlo.

—Un millón de disculpas —gritó—. ¡Una equivocación inexcusable! Al consultar el texto de la ley... —Habiendo repetido su mensaje al pie de la letra, Rodrig Ivanovich se sentó a los pies de Cinci

—No tengo pensado quejarme —dijo Cinci

—¿Una promesa? —preguntó el director sorprendido dejando de abanicarse con la parte de cartón del calendario (representaba una acuarela: la fortaleza al atardecer). ¿Qué promesa?

—Que mañana vendrá mi mujer. Ya sé que usted no accederá a darme ninguna garantía, en este caso; peroi yo voy a ampliar mi pregunta: ¿en este mundo, hay, puede haber, alguna clase de garantía, alguna promesa de algo, o es que ni siquiera saben lo que quiere decir eso? Una pausa.

—No es una pena lo que ocurre con Roman Vissarionovich —dijo el director—. ¿Se enteró? Está en cama con un resfrío, y aparentemente bastante serio...



—Tengo la sensación de que usted no me contestará a ningún precio; no es de extrañar, pues aún la irresponsabilidad termina por desarrollar su propia lógica. Durante treinta años he vivido entre espectros que semejan ser sólidos al tacto, ocultándoles el hecho de que soy vivo y real; pero ahora que me han apresado, no existe razón para que me restrinja con ustedes. Por lo menos, pondré a prueba toda la inconsistencia de este mundo suyo.

El director se aclaró la voz y continuó como si no hubiera ocurrido nada:

—Tan serio, en realidad, que como médico no estoy seguro si podrá él asistir —esto es si se mejorará a tiempo — bref, sí podrá trabajar en su función.

—Váyase —dijo Cinci

—No esté tan alicaído —continuó el director—. Mañana, mañana su sueño se hará realidad. Qué calendario tan mono, ¿no es cierto? Una obra de arte. No, esto no es para usted.

Cinci

—Hoy tendremos que esmerarnos particularmente al limpiar su morada —dijo sin volverse—, hay que prepararla para la entrevista de mañana... Mientras limpiamos aquí el piso... voy a pedirle... —Cinci

—¡Fuera! —gritó Cinci

—Imposible —anunció gravemente Rodion afanándose con las tiras de su delantal—. Tenemos que trabajar aquí. Mire cuánto polvo... Ya lo agradecerá.

Se miró en un espejo de bolsillo, se peinó las patillas y, aproximándose por fin al catre, entregó sus cosas a Cinci

—¿Qué hace allí como un tonto? —gritó Rodion, cubriendo con su voz el ruido del agua, el chapoteo y el alboroto—. Debería darse un paseíto por los corredores... Vamos, no tenga miedo, aquí mismo estaré por si sucede algo, todo lo que tiene que hacer es gritar.

Obedientemente Cinci