Добавить в цитаты Настройки чтения

Страница 64 из 153

De las cenizas subirá un fuego,

y una luz asomará en las sombras;

el descoronado será de nuevo rey,

forjarán otra vez la espada rota.

PPPS. Espero que Mantecona envíe ésta rápidamente. Hombre de bien, pero con una memoria que es un baúl de trastos. Lo que necesitas está siempre en el fondo. Si se olvida, lo asaré a fuego lento.

¡Adiós!

Frodo leyó la carta en silencio, y luego la pasó a Pippin y a Sam.

—¡El viejo Mantecona ha hecho de veras un desaguisado! —dijo—. Se merece que lo asen. Si yo hubiera recibido ésta a tiempo, ya estaríamos quizá en Rivendel y a salvo. Pero ¿qué puede haberle ocurrido a Gandalf? Escribe como si fuese a enfrentarse a un gran peligro.

—Eso ha estado haciendo durante muchos años —dijo Trancos.

Frodo se volvió y lo miró con aire pensativo, recordando la segunda posdata de Gandalf.

—¿Por qué no me dijiste en seguida que eras amigo de Gandalf? —preguntó—. Eso nos hubiera ahorrado mucho tiempo.

—¿Te parece? ¿Quién de vosotros lo hubiera creído? —dijo Trancos—. Yo no sabía nada de ese mensaje. Si quería ayudaros, no podía hacer otra cosa que tratar de ganar vuestra confianza, sin ninguna prueba. De cualquier modo, no tenía la intención de contar en seguida todo lo que a mí se refiere. Primero tenía que estudiaros, y estar seguro. El Enemigo me ha tendido trampas en el pasado. Tan pronto como decidí la cuestión, estuve dispuesto a contestar todas las preguntas. Pero he de admitir —añadió con una risa rara— que he esperado que me aceptaran por lo que soy. Un hombre perseguido se cansa a veces de desconfiar y desea tener amigos. Pero en esto yo diría que las apariencias están contra mí.

—Lo están... a primera vista por lo menos —rió Pippin, muy aliviado luego de leer la carta de Gandalf—. Pero luce bien quien hace bien, como dicen en la Comarca. Y todos tendremos el mismo semblante cuando hayamos dormido día tras día en setos y fosos.

—Necesitarás más que unos pocos días, o semanas, o años, de vida errabunda en el desierto para parecerte a Trancos —dijo el hombre—. Y antes morirás, a no ser que estés hecho de una materia más dura de lo que parece.

Pippin cerró la boca, pero Sam no se acobardaba y continuaba mirando a Trancos de mala manera.

—¿Cómo sabemos que es usted el Trancos de que habla Gandalf? —preguntó—. Nunca mencionó a Gandalf, hasta la aparición de la carta. Quizá sea un espía que interpreta un papel, por qué no, tratando de que lo acompañemos. Quizá se deshizo del verdadero Trancos y tomó sus ropas. ¿Qué me responde?

—Que eres un individuo audaz —dijo Trancos—, pero temo que mi única respuesta, Sam Gamyi, es ésta. Si yo hubiese matado al verdadero Trancos, podría matarte a ti. Y ya lo hubiera hecho, sin tanta charla. Si quisiera el Anillo, podría tenerlo... ¡ahora!





Trancos se incorporó, y de pronto pareció más alto. Le brillaba una luz en los ojos, penetrante e imperatoria. Echando atrás la capa, apoyó la mano en la empuñadura de una espada que le colgaba a un costado. Los hobbits no se atrevieron a moverse. Sam se quedó mirándolo, boquiabierto.

—Pero soypor fortuna el verdadero Trancos —dijo, mirándolos, el rostro suavizado por una repentina sonrisa—. Soy Aragorn hijo de Arathorn, y si por la vida o por la muerte puedo salvaros, así lo haré.

Hubo un largo silencio. Al fin Frodo habló titubeando: —Pensé que eras un amigo antes que llegara la carta —dijo—, o por lo menos así quise creerlo. Me asustaste varias veces esta noche, pero nunca como lo hubiera hecho un servidor del Enemigo, o así me lo parece al menos. Pienso que un espía del Enemigo... bueno, hubiese parecido más hermoso y al mismo tiempo más horrible, si tú me entiendes.

—Ya veo —rió Trancos—. Tengo mal aspecto, y me siento hermoso, ¿no es así? No es oro todo lo que reluce, ni toda la gente errante anda perdida.

—Entonces, ¿los versos se referían a ti? —preguntó Frodo—. No comprendí de qué hablaban. Pero ¿cómo sabes que están en la carta de Gandalf, si nunca la leíste?

—No lo sabía —respondió Trancos—. Pero soy Aragorn, y esos versos van con ese nombre. —Sacó la espada y vieron que la hoja estaba de veras quebrada a un pie de la empuñadura—. No sirve de mucho, ¿eh, Sam? —continuó—. Pero poco falta para que sea forjada de nuevo.

Sam no dijo nada.

—Bueno —dijo Trancos—, con el permiso de Sam, diremos que el trato está hecho. Trancos será vuestro guía. Tendremos un rudo trecho mañana. Aunque podamos dejar Bree sin mayores dificultades, ya no pasaremos inadvertidos. Pero trataré de que nos pierdan lo antes posible. Conozco uno o dos caminos para salir de Bree, además de la ruta principal. Una vez que nos libremos de perseguidores, iremos hacia la Cima de los Vientos.

—¿La Cima de los Vientos? —dijo Sam—. ¿Qué es eso?

—Es una colina, justo al norte de la ruta, casi a medio camino entre Bree y Rivendel. Domina todas las tierras vecinas, y tendremos la posibilidad de mirar alrededor. Gandalf irá allí, si nos sigue. Luego de la Cima de los Vientos el camino será más difícil, y tendremos que elegir entre varios peligros.

—¿Cuándo viste a Gandalf por última vez? —preguntó Frodo—. ¿Sabes dónde está o qué hace ahora?

Trancos mostró un aire grave.

—No lo sé —dijo—. Vine al oeste con él en la primavera. He vigilado a menudo las fronteras de la Comarca en los últimos años, cuando él andaba ocupado en alguna otra parte. Pocas veces las descuidaba. Nos encontramos por última vez el primero de mayo, en el Vado de Sarn, en el curso inferior del Brandivino. Me dijo que los asuntos contigo habían ido bien, y que partirías para Rivendel en la última semana de septiembre. Sabiendo que él estaba a tu lado, me fui de viaje a atender mis propios asuntos. Y esto resultó un error, pues es evidente que le llegaron ciertas noticias, y yo no estaba allí para ayudar.

”Estoy preocupado por primera vez desde que lo conozco. Tendríamos que haber recibido algún mensaje, más aún si no pudo venir él mismo. A mi regreso, ya hace días, me enteré de las malas nuevas. Se decía por todas partes que Gandalf había desaparecido, y que se habían visto unos jinetes. Fueron los Elfos de Gildor quienes me lo dijeron; y más tarde me contaron que ya no estabas en tu casa, pero no se sabía que hubieras dejado Los Gamos. He estado observando el Camino del Este con impaciencia.

—¿Piensas que los Jinetes Negros tienen alguna relación con eso... quiero decir con la ausencia de Gandalf? —preguntó Frodo.

—No conozco ninguna otra cosa que hubiese podido detenerlo, excepto el Enemigo mismo —dijo Trancos—. ¡Pero no abandonemos toda esperanza! Gandalf es más grande de lo que se supone en la Comarca; como regla general no veis de él otra cosa que bromas y juegos. Pero este asunto nuestro será la mayor de sus empresas.