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”Aparte de la carta, a Gandalf le prometí lo mismo. Cebadilla, me dijo, este amigo mío de la Comarca puede venir pronto por aquí, él y otro. Se hará llamar Sotomonte. ¡No lo olvides! Pero no hay necesidad de que le hagas preguntas. Si yo no estoy con él, quizá esté en dificultades y podría necesitar ayuda. Haz lo que puedas por él, y te lo agradeceré, me dijo. Y aquí está usted, y las dificultades no están lejos, parece.

—¿Qué quiere decir? —preguntó Frodo.

—Esos hombres negros —dijo el posadero bajando la voz—. Están buscando a Bolsón, y si tienen buenas intenciones, yo soy un hobbit. Era lunes, y todos lo perros aullaban y los gansos graznaban. Sobrenatural, diría yo. Nob vino y me dijo que dos hombres negros estaban a la puerta preguntando por un hobbit llamado Bolsón. Nob tenía los pelos de punta. Les dije a esos tipos negros que se fueran y les cerré la puerta en las narices; pero han estado haciendo la misma pregunta a lo largo de todo el camino hasta Archet, me han dicho. Y ese Montaraz, Trancos, ha estado preguntando también. Trató de venir aquí a verlo, antes que usted probara un bocado, eso hizo.

—¡Eso hizo! —dijo Trancos de pronto, saliendo a la luz—. Y se habrían evitado muchas dificultades, si me hubieses dejado entrar, Cebadilla.

El posadero dio un salto, sorprendido. —¡Tú! —gritó—. Siempre apareces de repente. ¿Qué quieres ahora?

—Está aquí con mi consentimiento —dijo Frodo—. Vino a ofrecerme ayuda.

—Bien, usted sabe lo que hace, quizá —dijo el señor Mantecona mirando desconfiadamente a Trancos—. Pero si estuviera en la situación de usted no frecuentaría Montaraces.

—¿Y a quién frecuentarías tú? —preguntó Trancos—. ¿A un posadero gordo que se acuerda de su propio nombre sólo porque la gente lo llama a gritos todo el día? No pueden quedarse en El Poneypara siempre, y no pueden regresar. Tienen un largo camino por delante. ¿Los acompañarás, manteniendo a los hombres negros a distancia?

—¿Yo? ¿Dejar Bree? No lo haría aunque me ofrecieran dinero —dijo el señor Mantecona, que parecía realmente asustado—. Pero ¿por qué no se quedan aquí tranquilos un tiempo, señor Sotomonte? ¿Qué son esas cosas raras? Qué buscan esos hombres negros, y de dónde vienen, quisiera saber.

—Lamento no poder explicárselo todo —le dijo Frodo—. Estoy cansado y muy preocupado, y es una larga historia. Pero si quiere ayudarme, le advierto que usted correrá peligro mientras yo esté aquí. Esos Jinetes Negros: no estoy seguro, pero pienso... temo que vengan de...

—Vienen de Mordor —dijo Trancos en voz baja—. De Mordor, Cebadilla, si eso significa algo para ti.

—¡Misericordia! —gritó el señor Mantecona palideciendo; el nombre evidentemente le era conocido—. Ésta es la peor noticia que haya llegado a Bree en todos mis años.

—Lo es —dijo Frodo—. ¿Quiere ayudarme aún?

—Sí, señor —dijo Mantecona—, más que nunca. Aunque no sé qué puedan hacer gentes como yo contra, contra...

Se le quebró la voz.

—Contra la Sombra del Este —dijo Trancos con calma—. No mucho, Cebadilla, pero las cosas pequeñas ayudan también. Puedes dejar que el señor Sotomonte pase aquí la noche, y puedes olvidar el nombre de Bolsón hasta que se haya alejado.

—Así lo haré —dijo Mantecona—. Pero sabrán que está aquí sin que yo diga nada, me temo. Es lamentable que el señor Sotomonte haya llamado tanto la atención esta noche, para no decir más. La historia de la partida del señor Bilbo se ha oído aquí otras veces, ya antes. Aun el cabezota de Nob ha estado haciéndose algunas conjeturas, y hay gente en Bree de entendimiento más rápido.

—Bueno, sólo resta esperar que los Jinetes no vuelvan aún —dijo Frodo.

—Ojalá —dijo Mantecona—. Pero fantasmas o no fantasmas, no entrarán tan fácilmente en El Poney. No se preocupe usted hasta la mañana. Nob no abrirá la boca. Ningún hombre negro cruzará mi puerta, mientras yo me tenga en pie. Yo y mi gente vigilaremos esta noche, pero a usted le haría bien dormir un poco, si puede.





—En todo caso, tienen que despertarnos al alba —dijo Frodo—. Partiremos lo antes posible. El desayuno a las seis y media, por favor.

—De acuerdo. Iré a dar las órdenes —dijo el posadero—. Buenas noches, señor Bolsón... ¡Sotomonte, quiero decir! Buenas noches... Pero, bendito sea, ¿dónde está el señor Brandigamo?

—No lo sé —dijo Frodo, inquieto de pronto. Habían olvidado por completo a Merry, y estaba haciéndose tarde—. Temo que esté fuera. Habló de salir a tomar un poco el aire.

—Bueno, de veras necesitan que los cuiden. ¡Se diría que están de vacaciones! —dijo Mantecona—. Iré en seguida a trancar las puertas, pero avisaré que le abran al amigo de usted, cuando llegue. Será mejor que Nob vaya a buscarlo. ¡Buenas noches a todos!

El señor Mantecona salió al fin, echando otra desconfiada mirada a Trancos, y meneando la cabeza se alejó por el pasillo.

—¿Bien? —dijo Trancos—. ¿Cuándo va a abrir esa carta?

Frodo examinó cuidadosamente el sello antes de romperlo. Parecía ser de Gandalf. Dentro, escrito con la vigorosa pero elegante letra del mago, había el siguiente mensaje:

El Poney Pisador, Bree. Día de Año Medio 1418 de la Comarca.

Querido Frodo:

Me han llegado malas noticias. He de partir inmediatamente. Harás bien en dejar la Comarca antes de fines de julio, como máximo. Regresaré tan pronto como pueda, y te seguiré, si descubro que te has ido. Déjame aquí un mensaje, si pasas por Bree. Puedes confiar en el posadero (Mantecona). Quizá encuentres en el Camino a un amigo mío: un Hombre, delgado, oscuro, alto, que algunos llaman Trancos. Conoce nuestro asunto y te ayudará. Marcha hacia Rivendel. Espero que allí nos encontremos de nuevo. Si no voy, Elrond te avisará.

Tuyo, deprisa

Gandalf.

PS. ¡No vuelvas a usarlo, por ninguna razón! ¡No viajes de noche!

PPS. Asegúrate de que es el verdadero Trancos. Hay mucha gente extraña en los caminos. El verdadero nombre de Trancos es Aragorn.

No es oro todo lo que reluce,

ni toda la gente errante anda perdida;

a las raíces profundas no llega la escarcha;

el viejo vigoroso no se marchita.