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Cuando el gobierno abandonó Madrid, Koltsov tomó la valiente decisión de quedarse, decisión que se convirtió en el preludio de su mejor momento. Gorev, quien asesoraba oficiosamente al general José Miaja, presidente de la Junta de Defensa de Madrid, hablaba a diario con Koltsov. Emma Wolf, amante e intérprete del agregado militar ruso, evocó dichos encuentros. Según ella, Gorev escuchaba con mucha atención todo lo que Koltsov decía, pues lo consideraba la persona más informada sobre lo que acontecía tanto en el frente como en la retaguardia. 29Incluso dejando a un lado lo que parecen haber sido las actividades de los otros elementos constituyentes de «Miguel Martínez», no se puede dudar que Koltsov estaba completamente entregado a la causa republicana. Cuando las cosas empezaron a ir mal, no pudo evitar pasar a la acción.

Un estudioso alemán llegó a sugerir que Koltsov estaba al mando de una sección de tanques rusos con la cual desempeñó un importante papel en las batallas de Pozuelo y Aravaca (4-14 de enero de 1937). Se trata sin duda de una inmensa exageración basada en una anotación de su diario en la cual relata que recorrió el campo de batalla subido en un carro blindado, lo que hizo con el entusiasmo de un adolescente. 30A pesar de esa agenda repleta de acción, Koltsov tenía tiempo suficiente para enviar a Rusia un flujo constante de largos y vivos artículos. Sin embargo, es imposible saber si Koltsov hizo todo o parte de lo que relata en su diario gracias a una autorización o acreditación especial del mismísimo Stalin. 31Es igualmente verosímil pensar que si destacó tanto fue, en gran parte, debido a su energía, a su seguridad en sí mismo y a su impaciencia con la falta de organización republicana, que muchas veces lo llevaba a inmiscuirse en las situaciones y dar consejos en tono imperativo. Tal vez se le permitiera asumir un papel dominante precisamente porque se creía que Stalin le había entregado algún tipo de acreditación.

Las memorias del cámara Román Karmen confirman algunas de las cuestiones que se mencionan en el diario de Koltsov. Estuvieron juntos, por ejemplo, en el sitio del Alcázar de Toledo. Más tarde, del 7 al 17 de octubre de 1936, Karmen se embarcó con Koltsov en una gira por el País Vasco y Asturias para visitar los frentes del norte, durante la cual los acompañó Paulina Abramson en calidad de intérprete. Tanto Koltsov como Karmen decidieron, haciendo caso omiso de las instrucciones del embajador ruso Marcel Rosenberg, no retirarse a Valencia con el gobierno, quedándose en cambio en Madrid durante el sitio rebelde. 32El 6 de noviembre, Karmen acudió a la sede central del PCE y se encontró a Koltsov charlando con Pedro Checa, quien en su calidad de secretario de organización del Comité Central era la cabeza en funciones del partido. 33Karmen se sentía fascinado por la energía y las muchas facetas de Koltsov: «Un agudo cronista de extraordinarios acontecimientos, un animal político, un soldado intrépido» a quien también le gustaba vivir bien y que se mostraba siempre alegre y jovial. 34En una ocasión, sin embargo, hablando con Gustavo Regler, el comisario alemán de la XII brigada internacional, Koltsov, se quitó las gafas para limpiarlas. Al volver a ponérselas dijo, en un tono triste y profétieo: «Sin gafas todo me parece negro. Si algún día me fusilan, les tendré que decir que no me quiten las gafas antes de disparar.» 35

Este ocasional pesimismo de Koltsov tenía su origen en las noticias que le llegaban sobre el creciente número de ejecuciones en Moscú. Gustav Regler creía que los asesores rusos enviados a España se enfrentarían con un destino trágico cuando regresaran a casa: «Al convertirse en partisanos de la República española, fue como si hubieran vuelto a nacer: ¡se transformaron en hombres nuevos! Los vientos de la Sierra y la España heroica alejaron el hedor de Moscú.» 36Ese «hedor de Moscú» se percibía en el asesinato de Andreu Nin. En diversos artículos publicados en Pravda elzvestiya, ymás tarde reproducidos en L'Humanitéy otros periódicos comunistas europeos, Koltsov denunció al POUM como «una formación de agentes de Franco, Hitler y Mussolini que llevan a cabo actos de traición en el frente y asesinatos trotskistas-terroristas en la retaguardia». Sus escritos sobre el POUM, tras el cual Koltsov intuía «la mano criminal de Trotski», se publicaron en un panfleto titulado «Pruebas de la traición trotskista.» 37Si bien Koltsov se ausentó de España entre el % de abril y el 24 de mayo de 1937, siguió escribiendo artículos para Pravdaen los que reproducía la versión comunista oficial, según la cual Nin había sido liberado de su arresto por agentes nazis. 38Sin embargo, no estaba ni mucho menos sólo en esa cuestión. De hecho, el POUM se menciona menos de diez veces en el diario de Koltsov. La entrada más larga, fechada el 21 de enero de 1937, es más irónica que despiadada en la descripción de los dirigentes del POUM y considera irrelevantes tanto el POUM como el trotskismo. 39

El 27 de marzo de 1937, Koltsov le dijo a Dolores Ibárruri que debía regresar a Moscú para informar sobre la situación política y militar en España, pero que confiaba en volver pronto. La necesidad de que Koltsov fuera requerido para acudir a Moscú a informar en persona resta aún mayor credibilidad a la idea de que mantuviera conversaciones telefónicas diarias con Stalin. Cruzó la frontera franco-española el 2 de abril y se quedó en Moscú hasta la tercera semana de mayo. 40De todas formas, que Koltsov era una figura importante lo demuestra el hecho de que la noche del 15 de abril fuera recibido por Stalin. Fue interrogado durante casi dos horas por el mismo dictador junto con Lazar Kaganóvich; el primer ministro soviético, Viacheslav Molótov; el mariscal Voroshílov; y Nikolái Yezhov, sucesor del despiadado Genrikh Grigorevich Yagoda al mando de la NKVD 41Ése era el estrecho círculo en el que se tomaban las decisiones más importantes en lo que respecta a política exterior. Con el frente vasco de la República a punto de caer, el panorama que le tocó describir a Koltsov no era precisamente alegre. Sin embargo, y para sorpresa del propio Koltsov, Stalin pareció darse por satisfecho con el relato y le dijo, en tono de aparente desaliento, que estaba consternado por el creciente número de traidores descubiertos en la URSS y que su único consuelo era la actuación de la misión soviética en España. 42

Esa misma noche, Koltsov le relató a su hermano el extravagante final del encuentro: Stalin se había puesto a hacer el payaso. «Se me plantó delante y, cruzando un brazo sobre el pecho, hizo una reverencia y me preguntó: "¿Cómo lo llaman a usted en España? ¿Miguel?" Le dije: "Miguel, camarada Stalin." "Muy bien, don Miguel. Nosotros, nobles españoles, le estamos muy agradecidos por su interesantísimo informe. Nos veremos pronto, camarada Koltsov. Buena suerte, don Miguel." "Estoy al servicio de la Unión Soviética, camarada Stalin." Cuando ya me dirigía hacia la puerta, me volvió a llamar y mantuvimos una extraña conversación: "¿Tiene usted un revólver, camarada Koltsov?" Desconcertado, repliqué: "Sí, camarada Stalin." "¿No estará usted pensando en suicidarse, verdad?" Más perplejo aún, respondí: "Claro que no. Jamás se me ha ocurrido tal posibilidad." Stalin se limitó a decir: "Estupendo. Estupendo. Gracias otra vez, camarada Koltsov. Nos veremos pronto, don Miguel."» Koltsov le preguntó entonces a su hermano: «¿Sabes qué leí con absoluta certeza en la mirada de Stalin? "¿Qué?" Leí: es demasiado listo.» Al día siguiente, uno de los presentes en el encuentro —probablemente Yezhov— le dijo: «No olvides, Mijaíl, que te apreciamos, te valoramos y confiamos en ti.» Koltsov, sin embargo, no podía dejar de pensar en la desconfianza de Stalin. 43