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ELENA ANDREEVNA (abriendo k ventana).-La tormenta pasó. ¡Qué aire tan agradable!... (Pausa.) ¿Dónde está el doctor?
SONIA.- Se fue. (Pausa.)
ELENA ANDREEVNA.- ¡Sophie!
SONIA.- ¿Qué?
ELENA ANDREEVNA. - ¿Hasta cuándo estará usted enfadada conmigo?... ¡No nos hemos hecho el menor daño la una a la otra!... ¿Por qué, entonces, vivir como enemigas?
SONIA.- Yo también quería... (Abrazándola.) ¡Basta ya de enfados!
ELENA ANDREEVNA.- ¡Magnífico, entonces! (Ambas están excitadas.)
SONIA.- ¿Se ha acostado ya papá?
ELENA ANDREEVNA.- No; está sentado en el salón. Hace semanas enteras que no nos hablamos, y sabe Dios por qué... (Viendo abierto el aparador.) ¿Qué es eso?
SONIA.- Mijail Lvovich ha estado cenando ahí.
ELENA ANDREEVNA.- Veo que también hay vino..., conque vamos a beber a nuestra brüderschaft. 3
SONIA.- ¡Vamos, sí!
ELENA ANDREEVNA.- ¡Y de la misma copita! (Llenando una.) ¡Así es mejor!... De manera que entonces..., ¿de tú?
SONIA.- De tú. (Beben y se besan.) ¡Hace tiempo que deseaba hacer las paces contigo..., pero me daba vergüenza!... (Llora.)
ELENA ANDREEVNA.- ¿Por qué lloras?
SONIA.- Por nada....
ELENA ANDREEVNA.- ¡Bueno, bueno..., basta ya!... (Llora a su vez.) ¡Qué tonta soy! ¿Pues no lloro yo también? (Pausa.) Tu enfado conmigo es porque piensas que me he casado con tu padre por cálculo... Si crees en juramentos, te juro que me casé con él por amor. ¡Me atrajo que fuera sabio y célebre!... Aquel amor no era, desde luego, verdadero, sino falso..., artificial..., pero a mí se me figuró verdadero... ¡No soy culpable!... Tú, desde el día mismo de nuestra boda, no cesaste de condenarme con tus ojos inteligentes y suspicaces.
SONIA.- ¡Pues ahora, paz! ¡Paz! ¡Olvidémoslo todo!
ELENA ANDREEVNA.- No debes mirar así... No te va bien... Hay que tener fe en los demás; de otro modo, es imposible vivir. (Pausa.)
SONIA.- Dime con franqueza... como a una amiga..., ¿eres feliz?
ELENA ANDREEVNA.- No.
SONIA.- Lo sabía... Otra pregunta: dime francamente..., ¿te gustaría tener un marido joven?
ELENA ANDREEVNA.- ¡Qué niña eres todavía! ¡Claro que me gustaría! (Ríe.) Anda, pregúntame algo más... Pregúntame...
SONIA.- ¿Te gusta el doctor?
ELENA ANDREEVNA.- Sí, Mucho.
SONIA (riendo). - Pongo cara de tonta, ¿verdad?... ¡Se ha marchado y sigo oyendo su voz..., sus pasos... Y cuando miro a la ventana oscura se me representa su cara!... ¡Déjame hablar!... ¡Sólo que no puedo hacerlo en voz alta! ¡Me da vergüenza!... ¡Vamos a mi cuarto! ¡Allí hablaremos! Te parezco tonta, ¿verdad? ¡Confiésalo!... ¡Dime algo de él!
ELENA ANDREEVNA.- ¿Qué voy a decirte?
SONIA.- ¡Es tan inteligente! ¡Todo lo sabe! ¡Todo lo puede!... ¡Cura a las gentes y planta bosques!
ELENA ANDREEVNA.- Lo de menos, querida, son los bosques y la medicina... De lo que tienes que darte cuenta es de que es un talento. Y ¿sabes lo que significa ser un talento?... Significa valor, claridad mental, horizontes amplios... Cuando planta un arbolito, piensa ya en lo que va a ocurrir dentro de mil años... Se le representa ya el bien de la Humanidad... Esta clase de gentes no abunda, y hay que quererlas... Bebe...; es, a veces, un tanto brusco..., pero ¿Qué mal hay en ello?... Un hombre de talento en Rusia no puede ser muy limpito. Juzga por ti misma: ¿Qué vida es la del doctor?... ¡Vas por los caminos y no sacas los pies del barro!... Luego, heladas, ventiscas, distancias enormes, gente bruta, salvaje; y a tu alrededor, miserias, enfermedades... Para el que trabaja y lucha día tras día en este ambiente, es difícil, a los cuarenta años, conservarse limpio y sobrio. pesándola.) Te deseo de todo corazón la felicidad que mereces... Levantándose.) ¡En cuanto a mí... ¡yo soy un ser anodino, un personaje episódico!... ¡Lo mismo en la música, que en la casa de mi marido, que en mis historias de amor -en ninguna parte en una palabra-, pasé de personaje episódico!... ¡En serio, Sonia!... ¡Pensándolo bien, la realidad es que soy muy desgraciada! (Pasea por la estancia, presa de agitación.) ¡No hay felicidad para mí en este mundo! ¡No!... ¿De qué te ríes?
SONIA (riendo y ocultando el rostro entre las manos).- ¡Me siento tan feliz! ¡Tan feliz!
ELENA ANDREEVNA.- Me gustaría tocar un poco el piano. De buena gana tocaría ahora algo.
SONIA (abrazándola).- ¡Toca, sí! ¡Me es imposible dormir! ¡Toca!
ELENA ANDREEVNA.- Ahora mismo. Sólo que... tu padre está despierto, y cuando se encuentra mal, la música le excita. Vete a preguntarle y, si no se opone, tocaré. Ve.
SONIA.- Allá, voy. (Sale. Se oyen los golpes que da con su cayado el guarda a su paso por el jardín.)
ELENA ANDREEVNA.- Hace mucho que no toco. Tocaré y lloraré... Lloraré como una tonta... (Asomándose a la ventana.) ¿Eres tú, Efim, el que da esos golpes?
LA VOZ DEL GUARDA.- Yo soy.
ELENA ANDREEVNA.- Pues no haga ruido; el señor no se encuentra bien.
LA VOZ DEL GUARDA.- Ya me voy. (Silbando a los perros.) ¡Juchka! ¡Malchik! ¡Juchka! (Pausa.)
SONIA (volviendo a entrar).-¡No puede ser!
Telón.
ACTO TERCERO
Salón en casa de los SEREBRIAKOV. Tres puertas: una a la derecha, otra a la izquierda y la tercera en el centro. Es de día.
ESCENA PRIMERA
Voinitzkii, Sonia, sentada, y Elena Andreevna, dando vueltas por el escenario en actitud pensativa.
VOINITZKII.- El profesor ha manifestado el deseo de que nos reunamos aquí todos, en este salón, hoy a la una. (Consultando el reloj.) Ya es menos cuarto... ¡Quiere revelar algo al mundo!
ELENA ANDREEVNA.- Se tratará, seguramente, de algún asunto.
VOINITZKII.- ¡Él no tiene asuntos! ¡Se limita a escribir tonterías, a gruñir, a estar celoso, y pare usted de contar!
SONIA (en tono de reproche).- ¡Tío!...
VOINITZKII.— ¡Bueno, bueno... (Señalando a Elena Andreevna..) ¡Admiradla! ¡Anda, y la pereza la hace tambalearse!... ¡Qué simpático..., qué simpático resulta!