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ELENA ANDREEVNA (retirando esta).- ¡Déjeme! ¡Váyase!
VOINITZKII.- ¡Pronto cesará la lluvia y todo en la naturaleza adquirirá un nuevo frescor y respirará libremente!... ¡Sólo a mí no me refrescará la tormenta!... ¡De día y de noche me angustia el pensamiento de que mi vida está perdida para siempre!... ¡Mi pasado se consumió inútilmente en puerilidades, y mi presente es de una terrible absurdidad!... ¡Heos aquí, amor y vida míos! ¿Qué hacer con vosotros? ¿Dónde meteros? ¡Mi sentimiento se consume inútilmente, como el rayo de sol dentro de un hoyo, y yo me consumo con él!
ELENA ANDREEVNA.- Oírle hablar de su amor me produce un..., a modo de embotamiento, y no sé qué decirle... Perdone..., no puedo decir nada. (Intentando marcharse.) Buenas noches.
VOINITZKII (cerrándole el paso). - ¡Si supiera usted lo que me hace sufrir el pensar que a mi lado, en esta misma casa, se malogra otra vida..., la suya!... ¿Qué espera usted? ¿Qué maldita filosofía la entorpece? ¡Compréndame! ¡Compréndame!
ELENA ANDREEVNA (mirándole fijamente).- ¡Iván Petrovich! ¡Está usted borracho!
VOINITZKII.- ¡Puede ser!
ELENA ANDREEVNA.- ¿Dónde está el doctor?
VOINITZKII.- Ahí dentro. Se queda a pasar la noche conmigo...
¡Puede ser..., puede ser!... ¡Todo puede ser!
ELENA ANDREEVNA.- ¿También hoy estuvo bebiendo? ¿Por qué?
VOINITZKII.- ¡Al menos se parece a vivir! ¡No me lo impida, Heléne!
ELENA ANDREEVNA.- ¡Antes no bebía usted nunca... ni hablaba tanto! ¡Váyase a dormir! ¡Su compañía me aburre!
VOINITZKII (besándole ardientemente la mano).- ¡Querida mía! ¡Encanto!
ELENA ANDREEVNA (con enojo).- ¡Déjeme! ¡Resulta repugnante! (Sale.)
VOINITZKII (solo).- ¡Se fue! (Pausa.) La conocí hace diez años en casa de mi difunta hermana. Tenía ella diecisiete; treinta y siete yo... ¿Por qué no me enamoraría de ella en aquel tiempo y solicitaría su mano?... ¡Hubiera sido tan fácil entonces! ... ¡Ahora sería mi mujer!... ¡Sí!... ¡Ahora la tormenta nos hubiera despertado a ambos! Ella se asustaría de los truenos y yo, sujetándola con mis brazos, le murmuraría: ¡No temas! ¡Estoy aquí! ... ¡Oh, pensamientos maravillosos! ... ¡Qué bien me siento!... ¡Hasta río!... ¡Pero, ay, Dios mío!... ¡Las ideas se embrollan en mi cabeza?... ¿Por qué soy viejo?... ¿Por qué no me comprende?... ¡Su retórica, su moral perezosa, sus ideas absurdas sobre la destrucción del mundo..., todo esto me, es profundamente aborrecible! (Pausa.) ¡Oh, qué engaño el mío!... ¡Sentía adoración por este profesor, por este lamentable gotoso!... ¡Trabajé por él como un buey! ¡Entre Sonia y yo exprimimos de esta haciendo el último jugo y comerciamos -como mercaderes- con el aceite, los garbanzos y el requesón! ¡Nos privábamos de comer a nuestra satisfacción para poder convertir los grosch y las kopeikas en miles de rublos que mandarle!... ¡Orgulloso de su ciencia, sólo vivía y respiraba de él! ¡Todo cuanto decía y escribía se me antojaba genial..., mientras que ahora!... ¡Dios mío!... ¡Le han dado el retiro y su vida puede resumirse así: no sobrevivirá a su muerte ni una sola página de su trabajo! ¡Este es completamente desconocido, nulo! ¡Como una pompa de jabón!... ¡Estoy engañado! ¡Lo veo! ¡Tontamente engañado! (Entra Astrov con la levita puesta, sin chaleco ni corbata, y un tanto alegre. Le sigue Teleguin con una guitarra en la mano.)
ASTROV.- ¡Toca!
TELEGUIN.- ¡Pero si duerme todo el mundo!
ASTROV.- ¡Toca! (Teleguin empieza a tañer suavemente la guitarra. (A Vonitzkii.) ¿Estás solo? ¿No hay señoras? (Con los brazos enjarras se pone a cantar a media voz.) No hay casa, ni estufa, ni donde se pueda acostar el amo... Me despertó la tormenta. ¡Vaya manera de llover! ¿Qué hora es?
VOINITZKII.- ¡El diablo lo sabrá!
ASTROV.- Me pareció oír la voz de Elena Andreevna.
VOINITZKII.- Acaba de salir de aquí.
ASTROV.- ¡Qué maravilla de mujer! (Examinando los frascos que hay sobre la mesa.) Medicinas... ¡Qué de recetas no habrá aquí...! De Jarkov, de Moscú, de Tula... ¡A todas las ciudades ha ido a aburrir con su gota!... ¿Está, en efecto, enfermo o lo finge?
VOINITZKII.- Está enfermo. (Pausa.)
ASTROV.- ¿Por Qué tienes hoy esa cara tan triste? ¿Te da, acaso, pena el profesor?
VOINITZKII.- ¡Déjame!
ASTROV.- ¡Tal vez estás enamorado de la profesora!
VOINITZKII.- Es mi amigo. ASTROV.- ¿Ya?
VOINITZKII.- ¿Qué con ese ya?
ASTROV.- Pues que la mujer no puede llegar a ser amigo del hombre más que por este orden: primero, camarada; después, amante, y luego..., amigo.
VOINITZKII.- ¡Filosofía cínica!
ASTROV.- ¿Cómo?... Sí... He de reconocer que me estoy volviendo cínico... ¡Ya estás viendo que también estoy borracho!... ¡Por regla general, sólo me emborracho así una vez al mes!... ¡Cuando me encuentro en este estado, mi descaro y mi frescura no conocen límites! ¡Me atrevo con las operaciones más difíciles y las llevo a cabo maravillosamente; trazo los más amplios planes para el futuro y, en tales momentos, lejos de considerarme un chiflado, creo aportar a la Humanidad un beneficio inmenso! ¡Inmenso!... ¡En tales momentos me guío por mi propio sistema filosófico y todos ustedes, hermanos, se me antojan unos insectos, unos microbios!... (A Teleguin.) ¡Vaflia! ¡Toca!
TELEGUIN.- ¡Amiguito mío! ¡Me gustaría con toda el alma complacerte, pero date cuenta..., toda la casa está durmiendo!
ASTROV.- ¡Toca! (Teleguin empieza a tocar bajito.) ¡No estaría mal beber un poco! ¡Vamos...! Me parece que por ahí ha quedado todavía un poco de coñac! Cuando amanezca, nos iremos a mi casa. ¿Conformes? (Al ver entrar a Sonia.) ¡Perdone!... ¡Me coge sin corbata!... (Sale rápidamente, seguido por Teleguin.)
SONIA.- ¡Tío Vania!... ¿Otra vez has estado bebiendo con el doctor? ¡Vaya amistad que has hecho! ... ¡Él siempre fue así..., pero tú! ... ¿Por Qué razón, si se puede saber? ... ¡A tus años no está nada bien!
VOINITZKII.- Los años no tienen aquí nada que ver... Cuando se carece de verdadera vida, se vive de espejismos... ¡Siempre es mejor esto que nada!
SONIA.- ¡Tenernos cortado el heno..., que esta lluvia diaria está pudriendo..., y tú hablando de espejismos!... ¡Has abandonado los asuntos de la hacienda, y yo trabajo sola y estoy agotada! (Asustándose.) ¡Tío!... ¡Tienes los ojos llenos de lágrimas!
VOINITZKII.- ¡Qué lágrimas ni qué tonterías!... ¡Es que ahora acabas de mirarme como me miraba tu difunta madre!... ¡Querida mía!... (Le besa ansiosamente las manos y la cara.) ¡Mi hermana! ¡Mi querida hermana!... ¿Dónde está ahora? ¡Si ella supiera!... ¡Ay, si ella supiera!