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Telón
ACTO IV
ESCENA I
El escenario está en semioscuridad. Entran Quereas y Escipión. Quereas se dirige a la derecha, luego a la izquierda y vuelve hacia Escipión. Escipión (con semblante cerrado). ¿Qué quieres de mí?
Quereas. El tiempo apremia. Debemos estar seguros de lo que haremos.
Escipión. ¿Quién te dijo que no estoy seguro?
Quereas. No viniste a nuestra reunión de ayer.
Escipión (apartándose). Es verdad, Quereas.
Quereas. Escipión, tengo más años que tú y no acostumbro pedir ayuda. Pero lo cierto es que te necesito. Este asesinato exige fiadores respetables. En medio de tanta vanidad herida y tanto i
Escipión. Comprendo. Pero te juro que no puedo.
Quereas. ¿Entonces estás con él?
Escipión. No. Pero no puedo estar contra él. (Una pausa; luego, sordamente.) Si lo matara, mi corazón por lo menos estaría con él.
Quereas. ¡Sin embargo mató a tu padre!
Escipión. Sí, ahí empieza todo. Pero también ahí todo termina.
Quereas. El niega lo que tú crees. Escarnece lo que veneras.
Escipión. Es cierto, Quereas. Pero hay algo en mí que se le asemeja. La misma llama nos quema el corazón.
Quereas. Hay momentos en que es preciso elegir. Yo acallé en mí lo que podía asemejársele.
Escipión. No puedo elegir porque además de lo que padezco, padezco también porque él padece. Mi desgracia es comprenderlo todo.
Quereas. Entonces eliges darle la razón.
Escipión (con un grito). ¡Oh, por favor, Quereas, para mí ya nadie tendrá nunca razón!
Pausa; se miran.
Quereas (emocionado, acercándose a Escipión). ¿Sabes que lo odio aún más por lo que ha hecho de ti?
Escipión. Sí, me enseñó a exigirlo todo.
Quereas. No, Escipión, te ha desesperado. Y desesperar a un alma joven es un crimen que supera todos los que ha cometido hasta ahora. Te aseguro que bastaría para que yo lo matara con furor.
Se dirige a la salida. Entra Helicón.
ESCENA II
Helicón. Te buscaba, Quereas. Calígula organiza aquí una pequeña reunión amistosa. Debes esperarlo. (Se vuelve hacia Escipión.) A ti nadie te necesita, pichón. Puedes marcharte.
Escipión (en el momento de salir, se vuelve hacia Quereas). ¡Quereas!
Quereas (con mucha dulzura). Sí, Escipión.
Escipión. Trata de comprender.
Quereas (con mucha dulzura). No, Escipión.
Escipión y Helicón salen.
ESCENA III
Ruido de armas entre bastidores. Aparecen dos Guardias a la derecha, con El Viejo Patricio y el Primer Patricio, quienes dan muestras de terror.
Primer patricio (al Guardia, tratando de dar firmeza a su voz). Pero, ¿qué nos quieren a esta hora de la noche?
El guardia. Siéntate ahí. (Señala los asientos de la derecha.)
Primer patricio. Si ha de hacernos morir como a los demás, no se necesitan tantas historias.
El guardia. Siéntate ahí, mula vieja.
El viejo patricio. Sentémonos. Este hombre no sabe nada. Es evidente.
El guardia. Sí, ricura, es evidente. (Sale.)
Primer patricio. Era necesario proceder rápido, lo sabía. Ahora nos espera la tortura.
El Guardia vuelve con Quereas y sale.
ESCENA IV
Quereas (tranquilo, sentándose). ¿Qué pasa?
Primer patricio Y el viejo patricio (a un tiempo). Han descubierto la conjuración.
Quereas. ¿Y qué?
El viejo patricio (temblando). La tortura.
Quereas (impasible). Recuerdo que Calígula dio 81.000 sestercios a un esclavo ladrón que no confesó, a pesar de la tortura.
Primer patricio. Mucho adelantamos con eso.
Quereas. No, pero es prueba de que le gusta el valor. Y debierais tomarlo en cuenta. (Al Viejo Patricio.) ¿No podrías dejar de castañetear los dientes? Me crispa ese ruido.
El viejo patricio. Es que…
Primer patricio. Basta de historias. Nos estamos jugando la vida.
Quereas (sin inmutarse). ¿Conocéis la frase favorita de Calígula?
El viejo patricio (casi sin lágrimas). Sí. Se la dice al verdugo: "Mátalo lentamente para que se sienta morir".
Quereas. No, es mejor. Después de una ejecución, bosteza y dice con seriedad: "Lo que más admiro es mi insensibilidad".
Primer patricio. ¿Oís? (Ruido de armas.)
Quereas. Esa frase revela una debilidad.
El viejo patricio. ¿No te importaría dejar de hacer filosofía? Me da grima.
Entra por el fondo un esclavo que trae armas y las coloca sobre un asiento.
Quereas (que no lo ha visto). Reconozcamos por lo menos que este hombre ejerce una influencia i
El viejo patricio (temblando). Mira.
Quereas (ve las armas; le cambia un poco la voz). Quizá tuvieras razón.
Primer patricio. Había que proceder rápido. Hemos esperado de más.
Quereas. Sí. Es una lección que se aprende un poco tarde.
El viejo patricio. Pero esto es una locura. No quiero morir.
Se levanta y pretende escapar. Aparecen dos Guardias y lo detienen a la fuerza después de abofetearlo. El Primer Patricio se desploma en su asiento. Quereas dice algunas palabras que no se oyen. De improviso una extraña música, agria, saltarina, de sistros y címbalos, irrumpe en el fondo. Los Patricios guardan silencio y miran. Calígula, con vestido como de bailarina y flores en la cabeza, aparece como sombra chinesca detrás de la cortina del fondo, remeda algunos ridículos movimientos de la danza y desaparece. Poco después un Guardia dice con voz solemne: "El espectáculo ha terminado". Entretanto, Cesonia entra silenciosamente por detrás de los espectadores. Habla con una voz neutra que, sin embargo, los sobresalta.
ESCENA V
Cesonia. Calígula me ha encargado deciros que os citaba por asuntos de Estado, pero que hoy os había invitado a comulgar con él en una emoción artística. (Pausa; luego, con la misma voz.) Agregó, además, que a quien no hubiera comulgado, se le cortaría la cabeza.
Callan.
Cesonia. Disculpadme si insisto. Pero debo preguntaros si os ha parecido hermosa esta danza.
Primer patricio, (después de una vacilación). Fue hermosa, Cesonia.
El viejo patricio (desbordante de gratitud). ¡Oh, sí, Cesonia!
Cesonia. ¿Y tú, Quereas?
Quereas (fríamente). Fue gran arte.
Cesonia. Perfecto; ahora podré informar a Calígula.
Sale.