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Epílogo

El cadáver de Wendell Jaffe salió a la superficie nueve días después y las olas lo arrastraron hasta la playa de Perdido, envuelto totalmente en algas. El doble efecto conjunto de las mareas y el oleaje de las tormentas lo había liberado del fondo del mar y arrastrado hasta la orilla. Creo que el pariente al que más le afectó fue a Michael. Brian tenía demasiados problemas personales para pensar en otra cosa, pero por lo menos experimentó el consuelo de saber que su padre no le había abandonado por voluntad propia. Los problemas económicos de Dana se solucionaron gracias a la contundente prueba de la defunción de Wendell. Los problemas de Michael, en cambio, quedaron sin resolver.

En cuanto a mí, tras haber costado medio millón de dólares a La Fidelidad de California, opté por asumir que la compañía no volvería a encargarme ningún trabajo, al menos por el momento. La historia habría podido acabar aquí, pero en los meses siguientes comenzaron a aflorar ciertos hechos. El cadáver de Renata no apareció. Por pura casualidad, cuando se tasaron sus propiedades me enteré de que el barco y la casa estaban hipotecados hasta la quilla y los cimientos; y de que todas sus cuentas bancarias estaban en números rojos. Aquello me molestó. Sin darme cuenta me puse a pensar en el pasado como si fuera un nudo diminuto en una cuerda.

He aquí lo que se me ocurre cuando me despierto en plena noche. Creo que nadie sabe con exactitud lo que le sucedió a Dean DeWitt Huff. Renata contaba que había muerto en España de un ataque al corazón, pero ¿lo ha comprobado alguien hasta ahora? ¿Y el marido anterior? ¿Qué fue de él? He contado y recontado todo lo anterior como si se tratara de la historia de Wendell Jaffe, pero ¿quién me asegura que no es la historia de Renata? Los millones desaparecidos no se recuperaron. ¿Y si Renata sabía lo del dinero y fue ella quien convenció a Wendell de que volviera? ¿Y si tenía un bote anclado en alta mar? Si hubiera querido ahogarse, habría podido hacerlo en el entrante de mar que tenía detrás de la casa. Cuando una persona quiere suicidarse, ¿recorre cincuenta kilómetros para hacerlo? Sí, si busca un testigo digno de confianza: yo, por ejemplo. Después de informar a la policía, el caso se consideró cerrado. Pero ¿lo está realmente?

Hasta entonces no había creído que el crimen perfecto fuera posible. Ahora no estoy tan segura. Renata me dijo que Wendell le había enseñado muchas cosas, pero no me explicó cuáles. Comprendedme, por favor: yo no lo sé todo. Me limito a formular preguntas. Y Dios sabe que a propósito de mi propia vida aún tengo preguntas que responder.





Atentamente,

Kinsey Millhone

Sue Grafton

Sue Grafton nació en Louisville, Kentucky, en 1940. Es licenciada en literatura inglesa y ha trabajado en Hollywood como guionista de televisión. En 1982 creó el personaje de la detective Kinsey Millhone, según confiesa ella misma, para desquitarse de los disgustos causados por su divorcio. En cualquier caso, para satisfacción de sus miles de lectores, así nació su extraordinario Alfabeto del Crimen, la serie de novelas policiacas protagonizadas por Kinsey Millhone y publicados por Tusquets Editores: A de adulterio, B de bestias, C de cadáver, D de deuda, E de evidencia, F de fugitivo, G de guardaespaldas, H de homicidio, I de inocente, J de juicio, K de Kinsey, L de ley (o fuera de ella), M de maldad, N de nudo, O de odio, P de peligro, Q de quién, R de rebelde y S de silencio (Andanzas 111 A-S, y Fábula 3A-3G, 3P y 3Q). Varios de estos títulos han obtenido premios tan importantes como el Mysterious Stranger Award, el Shamus Award, el Anthony Award, y, en 2004, el Premio Ross Macdonald. En las diecinueve novelas que de la serie policiaca el Alfabeto del Crimen, Grafton ha explorado sin cesar nuevos territorios, nuevas técnicas narrativas, nuevos personajes, con resultados siempre fascinantes y sorprendentes. Y T de trampa, su caso número veinte, no es una excepción.


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