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Kruger empezó a preguntarse si Dar podría haber perdido el interés en las ciencias que tanto había querido desarrollar el chico. Decidió que el riesgo era escaso; este trabajo estaba resultando, incluso para Kruger, un poco aburrido. Había pasado ya el momento en que cada nuevo fósil, cuchillo de pedernal o trozo de caliza contara notablemente a la hora de incrementar sus conocimientos.

Se preguntaba si merecía la pena volver al Alphard para ver qué hacían los astrónomos. Significaría un cambio, y si Dar estaba empezando a perder su interés, lo cual parecía un poco improbable, aquello tal vez significara un cambio positivo. Le haría esta sugerencia cuando Dar abandonara su meditación.

Sin embargo, resultó que el pequeño nativo no estaba cansado de la geología. Su natural cortesía le hizo sugerir que volvieran con el otro grupo «un momento» antes de volver a la nave; no hubiera considerado en modo alguno la idea de un regreso de no haber visto que Kruger se estaba aburriendo.

El grupo de geólogos, cuando regresaron, habían progresado más de lo que ellos o cualquiera pudiera haber supuesto; tanto que el aburrimiento de Kruger desapareció segundos después de llegar al lugar de las operaciones. En resumen, se debía a que habían encontrado el «eslabón perdido» en la secuencia geológica.

Después de mucho trabajo infructuoso, se le había ocurrido a uno de los científicos que el drástico cambio climatológico de cada año largo tenía que producir un efecto similar, aunque más pronunciado, que los cambios estacionales producen en la Tierra en formaciones tales como la arcilla. Los lagos, por ejemplo, se debían secar por completo y alternar los sedimentos traídos por el viento con los depositados por el agua de una forma mucho más evidente de lo que nunca se hubiera visto en el planeta madre. Pensando esto, seleccionaron un lago grande y poco profundo. Unas muestras tomadas del borde comparadas con otros similares de la parte más profunda condujeron a resultados capaces de poner muy contentos a los astrónomos.

Los cambios estacionales, como los describiera el Profesor en el lejano poblado de los géiseres, se habían estado desarrollando, al parecer, durante poco menos de seis millones de años, de acuerdo con la teoría de uno de los científicos, y durante poco más de diez, según otro. Las dos escuelas de pensamiento estaban divididas casi por igual, basando la primera sus cifras en el supuesto de que el año largo había tenido siempre su duración de unos sesenta y cinco años terrestres y la segunda insistiendo en que el período estacional tenía que haber ido progresivamente decreciendo de tamaño. Este grupo no tenía ninguna sugerencia para interpretar el fenómeno, pero se atenía a su interpretación de los datos. Dar Lang Ahn estaba fascinado; era la primera vez que se daba cuenta de que el conocimiento positivo no surgía inmediatamente después de la investigación científica.

Fue el jefe del grupo quien resumió la situación geológica del planeta, después de la primera comida, tras el retorno de Dar y Kruger.

— Esta parece ser la historia del planeta, de acuerdo con la evidencia presente — dijo —.

Se originó hace tanto tiempo como la Tierra, aproximadamente; digamos unos mil millones de años, con todas las naturales reservas. Pasó por el habitual proceso de enfriamiento y finalmente el agua se pudo condensar. Su atmósfera primitiva fue probablemente retenida algo mejor que la de la Tierra, ya que la velocidad de elusión es aquí más de un veinte por ciento mayor. La vida nació, probablemente, de modo espontáneo y de la forma usual, aunque es posible que lo hiciera a partir de ciertas esporas, y se desarrolló de una forma comparable a la de los planetas con los que estamos familiarizados, esto es, modificando drásticamente la atmósfera primitiva hasta que se convirtiera en una muy parecida a la de la Tierra.

«Durante este período, que duró la mayoría de la existencia del planeta, los tremendos cambios climáticos que ahora se presentan al pasar periódicamente su sol cerca de Alcyone no parecen haberse presentado; al menos no se encontró la evidencia al respecto y un número de hechos muy significativos indican lo contrario. Por ejemplo, se ha encontrado en alguno de los yacimientos de fósiles gran cantidad de mariscos y otras criaturas de, aparentemente, la misma especie, pero muy diferentes en tamaño, sin poderse suponer por los estratos que los más pequeños murieran antes. Parecía como si en aquel momento la vida en Abyormen fuera en sus hábitos reproductivos normal desde nuestro punto de vista: las criaturas nacían, crecían y morían de una forma más o menos fortuita.

«La vida evolucionó hasta el estado de vertebrados que respiraban aire bajo dichas condiciones, con un tipo genérico de seres de seis patas. No hay evidencia de la aparición de seres inteligentes.

«Entonces en algún momento, hace entre cinco y diez millones de años, los tremendos cambios de temperatura producidos por Alcyone empezaron a ocurrir y virtualmente toda la vida fue barrida del planeta. De esta forma, o bien sobrevivieron unas pocas especies que se derivaron en las actuales, que soportan la situación climática en la forma que sabemos, o llegaron nuevas esporas, o apareció una generación de vida totalmente nueva.

«Aún sabemos muy poco sobre el último millón de años; parece ser que la opinión más generalizada es que debemos secar este lago y realizar mayores excavaciones en su lecho para encontrar vestigios de vida de este período. Sin embargo, de momento sabemos que en el momento actual la vida en general existe en este planeta bajo la forma de generaciones sucesivas, lo cual permite que puedan sobrevivir en dos medios distintos. ¿Algo que añadir o corregir en la presente exposición?

— Sólo un comentario; necesitamos ayuda astronómica urgentemente — dijo una voz.





— Estoy conforme. He grabado este pequeño discurso y mandaré la cinta al Alphard tan pronto como sea posible.

Terminaron la comida sin hablar más de temas científicos.

— ¿Qué piensas de todo esto, Dar? — preguntó Kruger más tarde —. ¿Es muy distinto de lo que tus Profesores te contaron?

— No se opone a nada de lo que me dijeron, ya que nunca nos contaron nada al respecto. Sabiendo ahora lo que son los Profesores, puedo suponerme que no lo hicieron porque ni ellos mismos pensaron nunca en ello.

— ¿Hay alguna posibilidad de que tus Profesores se opongan a que cuentes todo esto?

O si no lo hacen ellos, al menos lo hará alguno de los Profesores «calientes».

— He estado pensándolo. Creo que nuestros propios Profesores estarán al respecto tan interesados como yo, y he llegado a la conclusión de que todo lo que los otros Profesores saben de nuestras cuitas es lo que los nuestros les cuentan por radio. Los otros no podrían vivir en ningún lugar en las cercanías de las Murallas de Hielo.

— ¿Ni siquiera bajo tierra?

— Muy, muy bajo, es posible, pero aun así no podrían vigilar demasiado. La razón es bien sencilla: ¿No te mencionó el del géiser que no había forma de que le vieras, ni de que él te viera a ti, ya que no habría barrera capaz de manteneros seguros a los dos a través de la cual os pudierais observar?

— No había pensado en ello; pero si depende de las informaciones de tus Profesores, ¿por qué no pudieron decir que me habían matado en vez de tratar de cumplir sus órdenes?

— Bueno, si en algún momento se les hubiera ocurrido eso, tal vez pensaron que la razón por la que quería matarte era de una naturaleza tal que él podría detectar los resultados si no lo hacían. Si mi gente hubiera aprendido una buena dosis de tu ciencia, por ejemplo, sería bastante difícil de ocultar.

— Supongo que sí. Aun así, yo me arriesgaría antes de matar a un amigo.

— Tal vez no estuvieran seguros de si tú eres en verdad un amigo. Recuerda que no estuvieron contigo tanto tiempo como yo y…, bueno, ya sabes que tenemos algunas características bastante extrañas. Entiendo que aquel Profesor «caliente» se sintiera así.