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— Espera. Debo meditar — el silencio reinó durante bastantes minutos, perturbado tan sólo por los ruidos producidos por la estática de la radio. Kruger aguardaba tensamente.

— Me has enseñado algo, ser humano — la voz del Profesor se pudo oír de nuevo —. No te diré lo que es; pero los Profesores de Dar Lang Ahn pueden aprender lo que quieran — No dijo más.

Kruger se relajó a la vez que una sonrisa aparecía en su rostro. Su plan funcionaría; no podía fallarle entonces.

Dar Lang Ahn había almacenado gran cantidad de información, suficiente para llenar muchos libros, libros que posiblemente no podrían ser escritos antes de su muerte. Dar Lang Ahn volvería a las Murallas de Hielo con sus conocimientos, y estaría aún dictándola o escribiéndola cuando llegara el momento de cerrar las cavernas para protegerse del incremento de temperatura, del cambio de atmósfera. Estaría aún dentro cuando esto sucediera, no afuera en las ciudades de la gente «fría», muriendo con sus amigos. Dar Lang Ahn, por pura necesidad, se convertiría en Profesor; y Nils Kruger no perdería a su pequeño amigo.

XII. GEOLOGÍA; ARQUEOLOGÍA

Abyormen es mayor que la Tierra y tiene incluso durante la época fría, una proporción menor de mar, de forma que los geólogos tuvieron que desarrollar su actividad en una buena parte del territorio. No trataron, por supuesto, de explorarlo todo; el plan base era conseguir la suficiente correlación estratográfica para sacar una historia geológica no demasiado mala y, si fuera posible, encontrar valores de las radiaciones lo suficientemente bajos en la escala para poder estimar al menos un valor mínimo de la edad del planeta. Lo último era realmente todo lo que querían los astrónomos, pero los biólogos tenían unas pretensiones considerablemente mayores. Se dispusieron a analizar todos los fósiles que encontraran con las técnicas desarrolladas en el campo.

Capa tras capa de rocas sedimentarias fueron clasificadas, a veces de millas de profundidad, a veces un poco antes de que se esfumaran, tal vez porque los movimientos de tierra las habían arrastrado formando rompecabezas, para componer los cuales era necesaria una buena experiencia, tal vez porque el fenómeno que las había depositado en el primer lugar había abarcado sólo un área determinada y la formación emergía naturalmente. Un lecho de caliza depositada en el fondo del mar en más de un millón de millas cuadradas es una cosa; una lente de piedra arenisca que una vez estaba depositada en el delta de un riachuelo desembocando en un lago pequeño es otra, a veces bastante inconveniente cuando se está resolviendo un problema de datos relativos.

Kruger dio gracias a su suerte de que el comandante Burke no estuviera con este grupo en tierra y rogaba constantemente que no le llegara ninguna insinuación hecha por los geólogos, ya que Dar Lang Ahn estaba aprendiendo suficiente inglés, y hay pocos sitios donde una memoria fotográfica puede hacerse más evidente que al tratar con un problema de estratos. Todos los geólogos, sin excepción, miraban al nativo con respeto y sentían una amistad hacia él comparable con la de Kruger. Pronto o tarde el comandante se enteraría; el chico confiaba que para entonces la popularidad de su pequeño amigo hubiera llegado a un punto tal que moviera al viejo oficial a abandonar todas sus sospechas.

En ninguna parte del planeta parecía haber nada parecido a las «llanuras» que caracterizan muchas zonas de la Tierra. Aparentemente, toda la presente superficie plana fue sumergida en un pasado no muy lejano; había una sospecha bastante profunda de que Abyormen sufría una actividad de seísmos y orogénica mucho mayor que la de la Tierra. Uno de los especialistas sugirió que la razón podía residir en los cambios estacionales del «Largo Año», cuando la mayor parte del agua del mar se depositaba en los casquetes polares. Una prueba en el casquete del hemisferio sur — que no estaba sobre el polo sur — indicó que tenía un espesor de casi treinta y cinco mil pies. Estaba nevando cuando se hizo el experimento, ya que Theer nunca se deja ver en esta parte del planeta y Arren tardaría varios años terrestres en salir.

Mientras pasaban varios de los breves años de Abyormen antes de que se pudiera llegar a ninguna clasificación de los estratos, los astrónomos comprobaron con bastante rapidez lo que se habían temido. Desde el principio, por supuesto, los astrónomos habían estado alerta para buscar pegmatitas y otras intrusiones volcánicas que pudieran contener substancias radioactivas susceptibles de ser fechadas, y en seguida las encontraron en varios lugares del continente que examinaban. No era posible de momento interrelacionar estas substancias con los sedimentos, pero en una de ellas se analizó uranio que tenía una edad un poco menor de millón y medio de años. Era una muestra bastante grande y se realizaron diez comprobaciones independientes, sin obtener variaciones de más de veinte millones de años con la principal. Dado que los astrónomos no querían creer que Alcyone hubiera existido más de una centésima parte de dicho tiempo, aceptaron la información a regañadientes.





Pero fechados o no, los sedimentos tenían interés por sí mismos. Si Dar Lang Ahn había visto en su vida un fósil, no reparó en él más de dos veces. Esta omisión fue fácilmente remediada, ya que los sedimentos tenían su parte de residuos orgánicos. Una zona de caliza de unas doscientas millas de ancho, en el centro del continente, parecía estar compuesta en gran medida por un depósito de filones y se encontraron en varios puntos unos cuantos cientos de especies diferentes. Había gran cantidad de mariscos que, al menos a Kruger, le parecían traídos de la Tierra; un biólogo pasó un buen rato explicando las diferencias técnicas.

— Supongo — concluyó — que se puede encontrar gran cantidad de criaturas virtualmente idénticas a éstas en las costas actuales de nuestros océanos. Parece que los moluscos y sus parientes tienen una rara habilidad en salvar los cambios de planeta. Por la Tierra han estado alrededor de 500 millones de años; con cambios, sí, pero su estructura básica sigue siendo la misma.

— Te entiendo todo menos una cosa — Dar Lang Ahn replicó en su lento y cuidado inglés —. He estado todo el rato con vosotros aquí y he visto fósiles como éstos en diferentes estratos de roca, como dices que es razonable, pero nunca vi una criatura viva que se pareciera a estos fósiles.

— ¿Has pasado alguna temporada larga junto al mar?

— Mucho tiempo. Nils Kruger y yo viajamos alrededor de trescientas millas hace poco, sin contar las veces que estuve en mis ochocientos años anteriores de vida.

— ¡Lleva razón! — exclamó Kruger excitado —. Sabía que había algo raro en esa playa y no podía adivinar qué era. No había ninguna concha, ni algas dispersas, ni nada de esa naturaleza. ¡Con razón me parecía extraño!

— ¡Uf! Confieso que sin duda es raro. ¿Había algún otro tipo de criaturas marinas?

— No lo sé. Creo que existen animales de varios tipos viviendo bajo el agua, y estoy seguro de que hay plantas. Sin embargo, no puedo pensar que vivan allí muchos tipos diferentes — el biólogo pasó esta parte de la información a sus colegas dedicados al trabajo de campo, ya que estaba demasiado ocupado estudiando las interrelaciones de los fósiles para desarrollarla él mismo.

Gradualmente, estableció un orden a partir del caos. Para motivos de comprensión, dividió el pasado de Abyormen en períodos cuyas fronteras en el tiempo parecían establecidas por las inundaciones generales de este continente que habían originado los lechos de caliza. Los geólogos no pudieron encontrar evidencias con que definir los períodos de formación de las montañas, lo cual resulta generalmente mejor para este propósito; en Abyormen, como habían sospechado, la actividad orogénica parecía estar uniformemente repartida a lo largo del tiempo.