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– Su piel es azul.

Esta vez Tate se burló en voz alta.

– Los humanos se vuelven azules cuando mueren.

– Su piel no se vuelve de mármol cuando se vuelve azul.

Eso desinfló un poco a Tate.

– Asumí que era un cuerpo pintado.

– No, es una pintura genética con la que ha nacido y recorre toda su capa epidérmica. El señor Caronte obviamente se perdió en el sitio equivocado. -Señaló a las paredes a su alrededor donde la sangre había salpicado tan alto como veinte pies desde el suelo-. Le doy crédito, luchó bien. Puedes oler su sangre y la de sus atacantes.

– ¿Plural? -Preguntó Tate.

Xypher asintió.

– Tres de ellos. Diría que le tendieron una emboscada y le dejaron para que fuera encontrado y el resto de su clan viera el cuerpo y tuviera miedo. O dependiendo de qué raza de Carontes, su clan atacara y empezara una guerra general entre ellos.

Tate exhaló un largo suspiro antes de mirar a Simone.

– Hombre, es como tener a uno de esos rastreadores de las viejas películas del Oeste de la década de los treinta. ¿Qué más sabes, Tonto [13]?

– Bien, déjame contarte lo que no sabía.

– ¿Y es?

– Que había Carontes sueltos en el mundo humano. Así que volviendo a la muerte trofeo… ¿Por qué? ¿Quién quería el gallu que viera esto?

Un estremecimiento bajó por la espina dorsal de Simone.

– Quizás es un mensaje para nosotros.

– No. Estarían aterrorizándonos. Esto… -Hizo un gesto otra vez a la gran cantidad de sangre-…es sobre territorios. -Volvió a mirar a Tate-. Tus chicos tienen a un clan Caronte viviendo aquí y ahora tienes a uno de gallus. Y si no se hace algo, Nueva Orleáns estará atrapada en un fuego cruzado.

– Y solamente tenemos tres, -dijo Tate amargamente-. Me haces querer irme a casa, arrastrarme hasta la cama con mi mujer, y sólo esperar, ¿verdad?

– No realmente, -dijo Xypher-. Me hace desear haber estado aquí para luchar con ellos. Me gustaría irrumpir en el escondite de los gallu.

Simone ignoró eso.

– Así que estamos buscando a un hambriento Dimme y a un clan de Carontes.

– Sí.

Aunque no le gustaba el concepto de eso, Simone asintió.

– ¿Alguna idea de por dónde los Carontes podrían pasar el tiempo?

– Así de pronto, diría algunos lugares no demasiado lejos.

Tate ladeó la cabeza.

– ¿Por qué dirías eso?

– Bien, si vas a enviar un mensaje a alguien, no dejas el mensaje en un lugar donde no lo verán. Lo pones en algún sitio obvio. -Miró alrededor a los edificios que los rodeaban-. Lo cual quiere decir que los Carontes están cerca de aquí.

Otro estremecimiento bajó por la columna de Simone.

– ¿Cuán peligrosos son estos Carontes?

Xypher se encogió de hombros.

– Depende de cuan sociables se hayan vuelto y cuan enfadados estén. Obviamente, han estado ocultándose aquí bajo tus narices sin que nadie lo supiera.

Tate se burló.

– Bien, esto es Nueva Orleáns. Un montón de mierda freaky para por aquí.

Un oficial se aproximó.

– Hemos buscado por todas partes la cabeza del pobre chico. Creemos que quienquiera que le haya matado debe de habérsela llevado. ¿Piensas en vudú, Doc?

– Estoy pensando algo, Sam. He terminado con el cuerpo. Envolvedlo tan pronto como tus chicos tengan lo que necesiten y acabaré en el laboratorio.

– Ok.

Tate caminó hacia ellos.

– Gracias por la ayuda. Voy a hacer tanto papeleo como lo normal. Si a vosotros chicos se os ocurre algo más, hacédmelo saber.

Simone se giró hacia Xypher, quien estaba paseando. El viento agitaba su pelo, atrayéndolo hacia los ojos. El demonio dentro de ella estaba ahora más atraído por él que la mujer que había sido. Había un nuevo lado sensual en ella que no había estado allí antes.

Le permitía entenderle mucho mejor. Los poderes dentro de ella tenían hambre, pero no sabía de qué. Era como un dolor físico.

Como si hubiera sentido sus pensamientos, él se giró en su dirección. La intensidad de su mirada la chamuscó.

Y fue entonces que olió lo mismo que él…

Antes de que pudiera moverse, Xypher estaba allí, moviéndose más rápido que cualquiera pudiera ver.

– Tus ojos están rojos, -susurró, poniéndose entre ella y los oficiales que todavía investigaban la escena.

Se enfrió ante sus palabras.





– ¿Qué?

– Tus ojos han cambiado. Necesitas reconocer cuando pasa para que puedas evitarlo.

– ¿Cuán malos parecen?

Miró hacia abajo, hacia ella. En vez de azul, su iris era blanco, ribeteado en rojo.

– Parecen como estos.

Ella se encogió.

– ¿Qué puedo hacer?

Los ojos de Xypher volvieron a ser azules.

– Actúa como si tuvieras algo en un ojo, y te alejaré de los humanos.

Inclinando la cabeza, cerró los ojos y se frotó el derecho.

– No me gusta esto, Xypher.

– Lo sé. Pero te acostumbrarás a las evidencias físicas y luego tendrás más control sobre tu parte demonio.

Ella hizo una mueca de dolor.

– No quiero ser un demonio.

– Yo tampoco, pero no podemos evitar quienes o qué fueron nuestros padres, ¿verdad?

Sus palabras fueron duras y la picaron.

– Mi padre amaba a mi madre, -dijo defensivamente.

Él se burló de ella.

– Has visto a que se parece un gallu en su forma demonio. Te hace preguntarte que clase de mujer podría sentirse atraída por eso.

Simone todavía quería defender a sus padres. Los había amado completamente.

– Se conocieron en un bar cuando mi madre estaba en la universidad.

El frunció el ceño.

– ¿Qué?

– Es lo que mi madre me contó una vez. Trabajaba como camarera cuando mi padre entró y empezaron a hablar.

Xypher se detuvo mientras recordaba lo que Jaden le había contado sobre sus padres.

– Debía de haber estado allí vigilando a su víctima. Era una casualidad que no matara a tu madre mientras estuvo allí.

– Mi madre dijo que fue amor a primera vista. Tan pronto como lo vio, supo que era diferente de los otros hombres… Me hace preguntarme si sabía exactamente cuan diferente era. ¿Crees que le contó a ella que era parte demonio?

– No lo sé, Simone. Lo creerías, pero eso era un infierno de secretos. Puedo ver fácilmente porque no se lo contaría.

También ella. Por ejemplo, ¿cómo le contaría a alguien alguna vez lo que era? ¿Quién, aparte de Tate y Xypher, la creería?

Él se detuvo en la acera.

– Mírame.

– ¿Están mejor mis ojos?

Asintió.

– Mantén el control de tus emociones, y ayudará.

Ella tragó. Él hizo que sonara mucho más fácil de lo que era. Por el amor de Dios, ¿ Si lo hacía durante las clases? Nunca creerían que eran efectos especiales instantáneos.

– Estoy asustada por esto, Xypher. Si alguien averigua que soy un demonio, lo perderé todo.

Él puso las manos en sus brazos y los frotó confortablemente.

– Estarás bien. Te lo prometo. Pero ¿puedes imaginar el miedo que tu padre debió de haber tenido cuando decidió estar con tu madre? Tuvo que abandonar todo y a todos los que conocía. Zafarse de los grilletes como hizo… El amor debió haber sido fuerte.

– ¿Qué quieres decir?

– Tu padre era un demonio vinculado, Simone, con un maestro al que servía. Cuando esto ocurre, tu maestro te posee completamente hasta que cumples cualquier contrato que tenga sobre ti. Si escapas a esa vinculación antes de cumplir el contrato, es una sentencia de muerte. Tu padre sabía eso y aún así huyó.

– Para estar con mi madre.

Xypher asintió. No podía imaginar lo que el padre había estado pensando o de qué clase de contrato había huido. Era…

Hizo una pausa mientras un olor llenaba su nariz. Inhaló profundamente antes de que sus ojos destellaran a rojo.

– ¿Qué es, Xypher?

– Caronte.

[13] En español en el original. Se refiere al indio que acompañaba al Llanero Solitario.